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«Son personitas», me dijo Mireya Cueto

Con un nudo de la garganta no se debe escribir. Sin embargo, lo hago por el profundo cariño que le tengo a Mireya Cueto. Buscaré luego alguna de las escasas fotos que me tomé con ella y se las comparto. Pero eso no es lo importante. Se fue el 26 de abril pero a sus 91 años seguía siendo la niña imaginativa, plena de creatividad y ternura que siempre lo fue. La conocí en la situación más fortuita y menos pensada, podría decirse una bella coincidencia. Cursaba yo mis primeras materias de la licenciatura de comunicación y mi maestra de Television: Estela Mariel nos convocó a un concurso de guiones infantiles. Quien ganara tendría un espacio televisivo en el Sistema de Circuito Cerrado de Televisión del IMSS que en ése entonces operaba para las salas de espera y en las habitaciones de todos sus hospitales.

Mis compañeros, que se ufanaban en ser «intelectuales y artistas» alardeaban con ganar el concurso. Mi humilde tenacidad les demostró que más puede una hormiga arriera que un pavorreal de exquisitas plumas. Un buen día, la bonachona Maestra llegó a clases y con una gran sonrisa, me vio y anunció que yo era el ganador. El productor del espacio televisivo era Luis Moctezuma, un joven comunicador que había sido alumno de la Maestra Mariel.

Me dieron fecha de grabación y me sentí aturdido de la emoción. Adicionalmente a la elaboración de los guiones, me puse a fabricar los títeres de guante que participarían como elenco del programa de televisión. Yo diseñé a los personajes, la cocinera de mi casa cosió los cuerpos y sus pelucas y mi papá –que era excelente cirujano– me ayudo a construir las cabezas con puntos de untura invisibles. Para manipular a las marionetas y hacer algunas voces, invite a un grupo de mis ompañeros de escuela para que integráramos una troupe.
Llegó el anhelado día y grabamos el programa. Al terminar, mis compañeros tiraron los muñecos en el piso del teatrino, se despidieron y salieron del foro.
Yo me quedé recogiendo el tiradero cuando de pronto de las penumbras del estudio de televisión salió una mujer delgada, no muy alta, con cabello ensortijado entrecano, rostro anguloso y unos enormes anteojos con vidrios de aumento, de esos que precen fondo de botella. Parecía una hormiguita. Se acercó, inclinandose comenzó a recoger los títeres en silencio, los acomodaba con una dulzura inaudita en la multa en que los había llevado.
Me quedé sorprendido.
Sonrió tiernamente y me dijo: «son como personitas…hay que tratarlos con respeto y cuidado»
–Gracias, que amable en ayudarme– repuse.
–hola, soy Mireya Cueto, titiritera de profesión.
A partir de ese momento nació una gran amistad. Mireya Cueto es una mujer única y de gran trascendencia para la cultura, el arte y para los que admiramos la mente creativa, la aventura de pensar.
Digo que Mireya ES, porque su obra y su talento perdurarán más allá de la vida física o corporal. La vida me ha dado grandes oportunidades para encontrar en el camino «maestros» o guías que me han compartido su sabiduría y conocimientos vivenciales que me han enriquecido. Mireya es de esos grandes «maestros» que me honró con su amistad y su desinteresada capacidad de dar.
Hoy, que me he enterado de su partida, se me ha venido a la mente infinidad de recuerdos en torno a mi convivencia con ella. En entregas posteriores habré de explayarme más sobre esta mujer de extraordinario talento y humildad para haberse mantenido a lo largo de su vida, discretamente, trabajando detrás del telón.

Juan Okie Abril 26, 2013.