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Día Mundial de la Poesía

Concept de l’écriture et de la littérature avec un crayon duquel s’échappe les lettres de l’alphabet symbole de l’inspiration.

La UNESCO instituyó el 21 de marzo como el “Día Mundial de la Poesía”.
¿Por qué darle la importancia a un concepto que todos asociamos con un género literario?
Más allá de lo que asociamos como poesía que son los versos, rimas, sonetos, etc. Poesía es un término griego que en latín se tradujo a “poesis” y que significa: “la cualidad de la acción de hacer o crear”.

Por eso la vida debemos entenderla como poesía. El amoroso origen de nuestras vidas es un acto de creación, por lo tanto, todo ser viviente tenemos como origen un acto de poesía.

Cada etapa de nuestras vidas puede interpretarse como poemas. El origen de este término es también del griego (poeima) que es la conjunción de hacer o crear y el resultado de esta acción que significa “lo hecho, lo terminado”.

Así podemos decir que nuestra vida fue una sucesión de poemas, la etapa adolescente, adulta o nuestra vejez son poemas.

Pero también es poesía ver nuestro planeta, nuestro universo, la flora y la fauna que nos prodiga ejemplos de belleza. Un mundo tan bello, una vida bella y todo lo que nos rodea es hermoso. Cuando cambiamos nuestra óptica y dejamos de ser amargosos, de criticar, de menospreciar y de generar energía negativa, comenzamos a descubrir la hermosa magia que es vivir y disfrutar lo que nos han dado de forma gratuita.

Claro, el ser humano es comunicación y nuestras herramientas son la palabra, la voz, el lenguaje no verbal, la escritura y todo aquello que podemos generar con nuestras manos como es dibujar, escribir, pintar o fotografiar.
Por eso el género más fino y sublime de nuestra expresión es lo que hoy en día llamamos poesía.

Cruel desconocida

Tan lejana la poesía
por hábito abandonada

Pretendieron enjaularla en barrotes
de cultos y engreídos.

Sorpresiva llegó la mano
e impulsó a transitarla,
mostrándome que de hilos se trenzan las palabras.

La paciencia se hilvana con el tiempo
que tensa fibras del alma,
salpica emociones coloridas,
despliega y une con tenaz huso
como si fueran alas.

Música rítmica de bastidor
se aleja y acerca en persistente impulso
como cópula de cuerpos encendidos.

Música que pretende dar voz y aliento
a la sorda melodía.

Sueños breves de fugaces tejidos con pulsión.

Hilos de palabras unidas
en fábrica de complejos entramados.

Letra por letra, palabra por palabra,
la rueca sella fibras
en frases transformadas.

Barnizadas de belleza
trastornadas en versos,
exhaustas,
agonizan poesía.

Poesía cruel y amorosa,
envuelves ciegos en miradas,
huérfanos de lengua
resuenan en vibrantes cavidades.

Frases que aisladas parecen huecas,
unidas se decantan como himno
suplicante de abrigo
en pabellones de laberinto sepultadas.

Canto no con música de instrumentos
sino voces desperdigadas
ovejas en papel y tinta
ahora acorraladas.

Dicen que la poesía es canto extraviado
que al encontrarla,
las sirenas yacen enmudecidas,
arrojadas entre espuma y algas,
cansadas de tanto engaño.

Sirenas de canto brujo
que a marinos enloquecían,
ahora sin vida,en la frágil arena,
se mecen por olas acariciadas.

Canto mudo y hondo
como el de Lorca fusilado,
o el Poeta de isla negra,
envenenado de tristeza y llanto.

Canto de quien murió sin fin para ser poeta
o el de la monja de Asbaje
por sonetos excitada.

Canto por la poeta niña,
amortajada de muerte temprana.

¿Qué la poesía es cruel?
Lo es:
Teje emociones desgarradas
sin suturas, cicatrices o marcas.

Como amante preciada de ser perfecta,
alientas caminar sin rumbo,
acojinas pisadas por veredas infinitas,
desplegadas en redes de sueños y quimeras.

Tejes sueños como ansiosa araña
de atrapar y apresar libélulas,
de clavar hipnóticos venenos,
de alimentar su futuro incierto
y permanecer tan hueca como palabras aisladas.

Encontrar sentido a la caja de Pandora,
forzar cerraduras,
y sólo hallar palabras imantadas:
Magnética fuerza las fusiona.

Inconsciente artesano teje hilos
en versos convertidos.

No es oficio.
sino impulso:
brota un manantial
de mil palabras.

No mires atrás: BELFAST


Una de las películas en la antesala del Óscar es BELFAST (la dupla de Haris Zambarloukos y el escritor Kenneth Branagh).
Hay muchas formas de mirarla:
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
1. Desde la nostalgia de un niño que ve la balanceada retrospectiva de su infancia que se alternan la felicidad de las pequeñas cosas, el primer amor, la tristeza natural de los episodios de la vida como puede ser la enfermedad y pérdida del abuelo y el terror del enfrentamiento ideológico-religioso que se da en el verano de 1969 en Irlanda del Norte.
 
2. Otra óptica puede ser la de la dicotomía entre el conservadurismo que infunde el miedo y el vanguardismo visto como el deseo de progresar, de transformar. Esto lo percibimos en dos niveles. A nivel familiar: La madre de Buddy que se aferra a seguir viviendo en la calle y barrio que desde niña ha habitado –aún a expensas de arriesgar a su familia a vivir en el entorno violento del terrorismo—, y el padre-proveedor que busca mudar a su familia hacia un futuro prometedor –en un entorno de paz y libertad—, emigrando hacia Londres.
A nivel social: Es el otro nivel. El enfrentamiento ideológico entre protestantes y católicos que va escalando de tono hasta convertirse en un conflicto político. Contrario a lo que uno puede pensar, las sociedades humanas siempre se encuentran en la dinámica del enfrentamiento, del maniqueísmo entre el bien y el mal. La disyuntiva la vemos desde los ojos del niño que interpreta el sermón del pastor al dibujar un camino que se bifurca y en su discurso tratando de entender la diferencia entre ser protestante o ser católico.
 
3. La riqueza de la película estriba también en que plantea de una forma muy sutil la parentalidad, la invisible red que da soporte a la vida de un individuo en donde los participantes son la madre que controla y forma a los niños, el padre amoroso que por cuestiones de trabajo se convierte en un proveedor intermitente, los abuelos y tíos. Los abuelos ilustran claramente su función: La abuela consiente y mima a los nietos, les da moneditas rompiendo la regla de la disciplina materna. Convirtiéndose en cómplice y el abuelo que es quien infunde el linaje, da normas morales, comparte su sabiduría y experiencia y apoya al niño en su inicial romance con su compañerita de clase.
 
4. Asimismo, vemos la presión social que cuando cedemos, a veces nos obliga a hacer cosas no tan buenas o e chantaje y acoso que se ejerce por parte de los pandilleros que buscan sacar partida del caos ideológico-social.
 
5. La felicidad y el amor son otra forma de interpretar al filme. La felicidad de un niño que lucha contra dragones en la calle con sus amigos y vecinos, o que aspira a ser un buen futbolista y que va descubriendo las finas líneas emocionales que a todos nos trazan nuestros primeros amores. El ser atraído por una compañerita de clase y buscar la propia superación para poder conquistarla. ¿Quién no ha sentido las mariposas en el estómago en sus primeros encuentros amorosos?
 
BELFAST posee muchas formas de interpretarla pero en todas ellas juegan las emociones y en todas podemos identificarnos, aún cuando vivamos en continentes diferentes. Logra la universalidad de la empatía humana.
 
 
Todos fuimos niños, todos tuvimos emociones que nos causaban felicidad o angustia, todos vimos la dinámica de los adultos como algo incomprensible y todos atesoramos lo bueno y malo de nuestras infancias, que en gran medida forjaron nuestro destino.
La frase que sella el final de la película es contundente cuando la abuela ve que la familia se va de Belfast, susurra: No mires atrás,
 
Quizás BELFAST gane algunos premios de la academia pero lo importante es el premio que cada uno de nosotros puede obtener viendo una película que te invita a reflexionar y a valorar lo efímero que es nuestra vida y lo grandioso que es vivirla a plenitud.
(L to R) Jude Hill as Buddy, Jamie Dornan as «Pa» and Caitriona Balfe as «Ma» in director Kenneth Branagh’s BELFAST, a Focus Features release. Credit : Rob Youngson / Focus Features

 

Hambre

La palabra es fuerte. Dice mucho.

A veces la usamos a la ligera y decimos “No tengo hambre” o “Ya hace hambre”, etc.

Sin embargo, pocos de nosotros conoce verdaderamente lo que es el hambre física. El hambre que se padece en situaciones extremas o en ciertos niveles de pobreza extrema.

Hace tiempo tuvimos una asignación de filmar las logísticas de distribución en las centrales de abasto y pudimos ver unas escenas dantescas en los andenes donde dejan montones de desechos de comida echada a perder. Había una docena de menesterosos escarbando entre la basura para rescatar pedazos de comida y llevarse en bultos lo que la sociedad consideraba “echado a perder”.

Recuerdo una experiencia en una excursión. Iba con mi padre, tendría yo escasamente diez años y llegamos a un caserío semi-abandonado. Salieron unos niños a recibirnos, mal vestidos, con sus narices sucias, tosían algunos y finalmente salió la mamá a recibirnos. Se veía la extrema pobreza. Era una mujer abandonada a su suerte con sus hijos. Era el mediodía. Con esa hospitalidad que se ha ido perdiendo en el país. La mujer nos invitó a pasar a su choza. El humo de la leña invadía el pequeño cuarto y en un comal calentaba un par de tortillas. La mujer tomó una de las tortillas y nos ofrecía compartir su hambre, a lo cual agradecimos pero no aceptamos. “Es la hora de darle de comer a mis hijos”, dijo la mujer con su tono de voz pueblerino, acompasado, terso.

Los chicos formaron una fila. La mujer cortó a la mitad cada tortilla. Les puso unos granos de sal gruesa, de esa que le llamamos de cocina y un chile serrano. Eso fue todo el alimento que los niños consumieron en ese día,

El hambre es un problema a nivel mundial. Lo he visto en San Diego, California o en Nueva York. No se diga en Perú, Bolivia o Argentina. Es el hambre física. También se ve en personas que tuvieron una infancia de extrema pobreza y aún cuando ya de adultas, tienen una mejor calidad de vida, esa herida de la infancia sigue latente y se dan atracones o mucha de su conversación es en torno a lo que van a comer o acaban de haber degustado. Es como si la huella del hambre fuera imborrable.

Existe otro tipo de hambre. Es el hambre emocional.

Es un apetito no satisfecho de emociones, caricias, ternura… de falta de amor.

Eso lo vemos en las personas más ricas, las más famosas o bien en una clase media aspiracional que finca todas sus expectativas en el dinero y descuidan en sus hogares el prodigarse amor. Son aquellas personas que tratan a sus hijos o a su pareja con una frialdad inaudita.

En una ocasión conocí a un hombre con gran poder económico pero miserable en el trato con sus hijos. Me sorprendió mucho que en lugar de platicar con sus hijos en torno a la mesa, cuando llegaba de trabajar comía solo en el comedor y su esposa se dedicaba a servirle. Previamente, sus hijos habían comido en el desayunador atendidos por las sirvientas y junto a su madre. Lo más impactante fue ver que a sus hijos les enviaba “memorándums” que escribía a máquina en su despacho. Los regañaba o felicitaba vía memorándum y les daba su mesada con cheque exigiéndoles firmaran de recibido. Para mi fue el colmo ver la frialdad y el abandono en que vivían todos los que habitaban esa casa que no podría llamarse hogar.

El hambre emocional es una pandemia que está azolando al mundo. Padres que muestran su cariño atiborrando de juguetes a sus hijos.

Novios que “conquistan” a sus parejas con obsequios, flores, tarjetas ya impreesas,  perfumes o regalos de exorbitante costo.

No se diga de los matrimonios en donde el vínculo amoroso es una tarjeta de tienda departamental o de crédito con la que la esposa sacia su hambre emocional mientras el marido trabaja, realiza viajes de negocio e innumerables juntas hasta ya bien entrada la noche.

La verdad no podríamos asegurarnos cuál de estos dos tipos de hambre es más perniciosa y cruel en la vida de los humanos. El hambre por la carencia física de un suministro adecuado de alimento o el hambre emocional que convierte la vida de las personas en una existencia vacía, hueca, carente de sentido.

 

Foto internet: The Borgen project

El bien menos preciado

México es un país muy rico.
Quizás por poseer tanta riqueza es poco apreciada la creatividad.
En otros lares la creatividad es enaltecida y bien pagada. Tenemos ejemplos que sobran. Sin embargo, en México hay tanta creatividad que se le menosprecia, se le regatea y se mal paga.
Llevo varios años insistiendo en que se legisle y regule el patrimonio intangible de México. Vienen las Carolinas Herreras, los fabricantes de bolsos, corbatas y moda a fusilarse los diseños del arte popular mexicano. No se diga de los alebrijes y de las festividades de muertos que han sido jugosamente capitalizadas por Disney y demás productores de cine o tv.
Hoy me despierto con la noticia que un juez le ha otorgado a una empresa extranjera propiedad del venezolano Carlos Dorado los derechos para comercializar con el nombre, la imagen de Frida Kahlo aplicada en muñecas tipo Barbie, bolsas, ropa y tazas. Se llama plagio o robo o piratería o saqueo. Hace na década alguna empresa china registró a la Virgen de Guadalupe.
Frida es ampliamente conocida en todo el mundo y resulta ahora ser una franquicia muy jugosa para estos mercaderes que sin ser creativos abusan de la riqueza creativa de México.
Algún día habré de narrarles mi primer contacto con la obra pictórica de Diego Rivera y Frida Kahlo cuando apenas tenía yo seis años pero que indudablemente me impresionó el poder ver sus óleos de cerca y escuchar las anécdotas de estos dos personajes que confieso: nunca he admirado.
Crear es una cualidad que poseemos todos los seres humanos. Como se los explicaba a mis alumnos: Todos somos potencialmente creativos, lo importante es adquirir el oficio de ejercitar la creatividad, de hacer que lo lógico sea ilógico, que lo común se convierta en extraordinario y que el producto de ese esfuerzo pueda llegar a ser memorable, recordado o apreciado.
La creatividad es el bien más gratuito que podemos generar pero en nuestro país es el bien menos preciado. Con extremada facilidad piensan que una foto, un video, un dibujo o una pintura puede ser usada sin compensar al artista. Los músicos y los artistas plásticos los ven como personas que se merecen vivir en la pobreza y en la angustia. Los actores que no son famosos o los cantantes que no tienen el aparato mercadotécnico para ocupar los lugares estelares los ven disminuidos como poca cosa.
“Se casó con un violinista…cuando tenía tantos pretendientes con dinero”. “Es un pintor muerto de hambre”. “Esa idea ya la teníamos en la empresa desde hace tiempo”.
Regatear a quien escribe, compone, dibuja, diseña, pinta, teje o esculpe, es parte de un deporte de quien compra. “¿En cuánto me lo va a dejar?”, “La verdad, lo que escribió no vale lo que me quería cobrar”, “Ni que cantara tan bien como para querer cobrar como los famosos”, etc.
Periódicamente escuchamos las escandalosas subastas en Sotheby´s o Christie´s de las piezas arqueológicas de arte mesoamericano que fueron saqueadas de nuestros países y que alcanzan elevadas cifras como premio a los rateros que sustrajeron patrimonio de una nación.
La riqueza cultural y artística de nuestro país debe ser redimensionada y se deben crear estrictas leyes nacionales e internacionales para detener el persistente atraco. Debe haber castigo no solo a las casas de subasta, a los coleccionistas o a las firmas que roban los diseños sino penalizar a los países que consientan dicha forma de robo. Disney se robó las historias de Winnie the Pooh, Pinocho, la Bella Durmiente y tantas historias más sin retribuir a sus autores o a sus herederos regalía alguna.
Vemos con qué saña han perseguido y encarcelado a Julian Assange y por el otro lado vemos a los coleccionistas y a poderosas casas de moda disfrutar del robo de la creatividad.
Debemos transformar esa mentalidad de menospreciar la creatividad y darle su auténtico lugar como el bien más preciado que los seres humanos podemos generar.

Frida Kahlo
*gelatin silver print
*Oct. 16 / 1932

Foto de Guillermo Kahlo, internet Wikipedia.

Nuestro cerebro hace travesuras durante el sueño

Nuestro sueño depende del funcionamiento de nuestro encéfalo popularmente conocido como cerebro.  Es un excelente administrador que nos proporciona el descanso que diariamente requerimos.  Todo funciona a base de ondas cerebrales en donde hay actividad eléctrica y procesos químicos que facilitan la transmisión de esas ondas cerebrales.

Todos los seres humanos transitamos entre la vigilia (estar despiertos) y el sueño.

Cuando dormimos atravesamos cinco etapas progresivas cuya duración puede variar entre 90 a 110 minutos (3 a casi 4 horas). Completado el ciclo podemos emprender uno nuevo hasta llegar al período normal que exige el cuerpo de 7 a 8 horas.

Los ciclos del sueño a su vez se dividen en 5 etapas:

La etapa 1 es el inicio y salida del sueño mismo. Los ojos se mueven lentamente y se hace lenta toda la actividad muscular. Es un periodo de adormilamiento en donde nos damos cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor y creemos que aún no estamos dormidos. En realidad estamos en una especie de alerta donde las ondas cerebrales predominantes son la alfa y theta.

Luego bien la etapa 2 donde el sueño es más profundo y el movimiento de los ojos se detiene.

La etapa 3 es cuando realmente descansamos. Si nos despertamos nos sentiremos confundidos. Aquí predominan las ondas cerebrales delta y es el momento propicio para las pesadillas, terrores nocturnos, sonambulismos y en los niños o ancianos cuando se moja la cama.

Durante la etapa 4 nos encontramos profundamente dormidos y el descanso es integral tanto físico como mental. Podemos ver imágenes pero no historias.

La quinta etapa se le denomina REM y es cuando soñamos historias. Como no existe el tono muscular nos vemos impedidos de gritar, hablar y si la historia es angustiante sentimos con mayor intensidad la impotencia de expresarnos. Aquí las ondas cerebrales que predominan son las Theta, el ritmo cardiaco y la presión aumentan, al igual que el movimiento de los ojos. Aquí es cuando podemos recordar nuestros sueños si es que nos despertamos o alguien nos despierta abruptamente. Regresamos a la etapa 1 de finalización del sueño.

Sin embargo, cuando en una de las etapas del ciclo del sueño se ve interrumpida, es probable que el cerebro nos haga una de sus travesuras y se pone a despachar pendientes, temores, preocupaciones o situaciones que la memoria tenía sobre nuestro escritorio virtual. Es cuando no podemos ya reconciliar el sueño y lo expresaremos con frases como: “Me desperté y ya no pude conciliar el sueño”, “En medio de la noche me dio insomnio y ya no me pude dormir”, etc.

El cerebro es un extraordinario administrador del tiempo y si ve que ya interrumpiste el sueño, empieza hacer de las suyas.

Lo primero es recordarte tus pendientes. De los pendientes empiezas a pensar el orden en que los vas a atender. Si hay algún ruido que te despertó y no encuentras una explicación lógica, inmediatamente el cerebro te produce ansiedad o angustia y empiezas a deliberar cosas como: “se metió alguien a la casa”, “dejé algo encendido”, o bien, afloran todas tus preocupaciones. Evidentemente ese bombardeo de pensamientos hacen mucho más difícil el re-establecer tu ciclo de sueño y se inicia una espiral de desórdenes del sueño.

Platicar todo esto es posiblemente interesante, pero lo importante para los que lo padecemos es tener ciertas rutinas de sanidad para que no entremos en la espiral del insomnio y cansancio cerebral.

  1. Nunca dejes tu celular en el buró junto a tu cama. Si no tienes que estar alerta ante un pariente o ser querido que pudiera tener una emergencia. Deja el celular fuera del área de tu cabecera ya que sus frecuencias electromagnéticas pueden afectar a tu propias ondas cerebrales.
  2. Establece un rutina de revisión de puntos de seguridad en la noche: Revisar cocina que todo esté apagado, luces, cerraduras, ventanas, etc. de tal manera que no tengas excusa para preocuparte ante ruidos incidentales.
  3. Evita ver pendientes de dinero, cuentas o aspectos que te causen conflicto a partir de las 16 horas para que no afloren esas cuestiones ante la interrupción del sueño.
  4. Suspende el ver los noticieros nocturnos de televisión, son agoreros de desastres, violencia y generan perturbaciones al inconsciente.
  5. Una hora antes de acostarte, si tienes caminadora o si puedes caminar o hacer bicicleta, realiza un ejercicio leve de 20 minutos procurando respirar bien. Si tienes una mascota puedes sacarla a pasear y jugar con ella.
  6. Aprende a meditar unos 15 o 20 minutos antes de acostarte a dormir.
  7. No discutan aspectos conflictivos familiares durante la cena, acostúmbrense a dirimirlos o en las mañanas o a mediodía, pero procuren que siempre la cena sea en armonía.
  8. No aceptes recomendaciones de medicamentos para el sueño aunque sean de acceso en el mostrador sin receta. Toda sustancia química que ingieras para reconciliar el sueño te irá afectando y alterando tu equilibrio fisiológico.

Por último recuerda que el sueño es una parte fundamental de tu reloj diario de vida. Si tu le robas tiempo al sueño o lo alteras, irás acumulando una cuenta o saldo que se te va a cobrar tarde o temprano.

El cerebro administra el 60% de la energía que consumes y hará travesuras como entretenerte con preocupaciones y pendientes cuando descubra que la energía que tenía destinada ahorrarse durante el ciclo de sueño la empiezas a desperdiciar con el insomnio, piensa que el cerebro es como un “workalcohólico” que le encanta estar haciendo operaciones mientras lo tengas en vigilia y se le va olvidar que tu interrumpiste el sueño, ponle límites a ese “loquito” que le fascina mantenerte ocupad

¡Ah! Por cierto, eso de contar borregas en pleno siglo XXI va en contra de las buenas prácticas de los derechos de los animales. Deja que las borregas tengan completos sus ciclos del sueño también.

Dos cunas

La cuna es invariablemente el paso forzoso que un recién nacido tiene que transitar desde que fue alumbrado del vientre materno e inicia el proceso de su propia individualización.

Es un confortable nido que se acondiciona amorosamente por los padres para acoger al recién nacido y protegerlo durante los primeros años.

Cuando el niño logra su autonomía normalmente es motivo de celebración cuando ya tiene su propia cama y más aún si cuenta con su propio cuarto.

La cuna es símbolo de un ritual de ternura y amor desde los meses de feliz espera.  Desde la elección del mueble, los cojines, colchón y las sábanas y cobijas que habrán de arropar al bebé por llegar.

No se diga de la canastilla de ropitas, gorras, zapatitos, calcetines y pañales que habrán de estar dispuestos con tanta antelación.

Si las posibilidades económicas lo permiten, la habitación se pinta, decora y engalana para recibir al recién llegado.

La pregunta consiste en plantearnos: ¿Cuál es la razón para que acondicionemos una hermosa y confortable cuna para la llegada de un hijo y por qué no acondicionamos la cuna, habitación y ropa para albergar al anciano y facilitarle con ternura y amor equiparables, sus últimos años de vida?

En nuestras vidas habremos de habitar dos cunas. La primera de ellas ya la vivimos y fuimos gratamente atendidos por nuestros amorosos padres. Pero la cuna de nuestro trayecto final nunca se planea ni prepara.

Si acaso tienen la suerte de ser acogidos por alguno de sus hijos y le dan un lugar digno para esa transición, normalmente es una habitación de “visitas” o de “arrimados” que es improvisada sin pensar en las carencias de movilidad que el anciano puede tener. No se busca el cuarto más cálido y más luminoso. Para nada. Se les ofrece lo que hay. El máximo lujo es traerse sus muebles de su antigua casa, sacrificar aquello que no cabe y dejarle algunas pertenencias plenas de memorias y emociones.

En cambio, si no se le puede o quiere recibir en casa de uno de sus hijos, se le deja en la casa del nido vacío, sin mantenimiento, decayendo en la decrepitud que el tiempo provoca en todo lo que es físico y terrenal.

La otra alternativa es remitirlo a un asilo. Un lugar que normalmente en nuestro país es un almacén de seres abandonados. A pesar de que somos un país que estadísticamente está incrementando su población de adultos mayores, existe un lamentable descuido de las residencias para la vejez. Se cuentan con los dedos de las manos.

Yo solo conozco una residencia de extraordinaria organización y decoroso hábitat para mujeres mayores. Los demás asilos y residencias que he conocido son dignas de la conmiseración y espanto. Existen otras sumamente costosas, prohibitivas. Hace falta una infraestructura arquitectónica en edificios, hoteles, restaurantes y centros de esparcimiento donde llevar a una persona en silla de ruedas es una verdadera odisea. Llevarle por una banqueta se convierte en una intrépida aventura de obstáculos: autos estacionados en la acera, puestos de ambulantes, desniveles, hoyos y cuanto elemento nos podamos imaginar. Pero si uno opta por bajar a la persona por el asfalto de la calle se correrá el riesgo de ser arroyado sin misericordia. Los seres con necesidad de sillas de rueda, andaderas o bastones son seres indefensos sujetos a una agresiva forma de conducir de los automovilistas que materialmente los invisibilizan.

Debemos plantearnos un cambio de cultura y civilidad. Pensar en el anciano no como un estorbo sino como dicha de experiencia y amor. Hacerles que sus días sean luminosos, cálidos y felices donde la comodidad, el clima y funcionalidad sean las normas para su estancia en el trayecto final.

Pensemos que hay que acondicionarles las “cunas” de adultos mayores donde no corran peligro de caídas, resbalones, golpes, soledad e incomodidad.

Todos tenemos dos cunas en nuestra estancia terrenal. Cuidemos de que quienes nos anteceden tengan la cuna digna que se merecen.

Te invito a leer el cuento:  http://juanokie.org/la-cuna-vacia/

 

El peso de las horas

El tiempo lo medimos usualmente en horas o en sus respectivas fracciones.

Medir el tiempo es un invento humano basado esencialmente en los ciclos del sol, la rotación de la tierra y su traslación.

Lo aprendimos desde la escuela de párvulos.

Nos fascinó ver los relojes de arena, los relojes de sol en los edificios coloniales y siempre asociamos agradables momentos con los relojes que a lo largo de la vida nos obsequiaron o compramos.

Las horas sin embargo transcurren en nuestra percepción mental de distinta forma.

Cuando deseamos estar presentes en un evento, cita o reunión que nos habrá de causar placer o agrado, las horas se nos hacen largas. También cuando esperamos una noticia como puede ser el resultado de una operación quirúrgica de un ser amado, la cita en la sala de espera con el doctor o la llamada telefónica ansiada y acariciada por largo tiempo.

Antes de la revolución digital era fascinante esperar recibir la correspondencia de alguien y ansiábamos la hora en que nuestra carta llegara a su destino y recibiéramos una respuesta de regreso.  También eran largas las horas en las clases aburridas y esperar el recreo o la salida de la escuela. En cambio, se nos hace muy corto el paso de las horas en aquellas fiestas, pasatiempos, viajes que disfrutamos o las vacaciones anheladas.

Si uno despierta a eso de las 3 de la madrugada y ya no se puede recuperar el sueño, las horas se convierten en una verdadera tortura esperando la hora en que debemos normalmente levantarnos. El insomnio nos muestra en plenitud el peso de las horas.

La alegría, el amor, las celebraciones nos aligeran el peso de las horas y se nos escapan como líquido en nuestras palmas de la mano.

De ahí vamos descubriendo que todo lo hermoso de la vida está directamente vinculado con la fugacidad de las horas, su ligereza, en cambio, lo tedioso, negativo, triste de nuestra existencia hace un efecto contrario: Se hace más pesado transitar por las horas y el sufrimiento se vuelve interminable.

Los relojes de pared o los relojes con campanas en una cómoda o mueble siempre encierran un misterio o recuerdan algún lugar de los episodios de nuestra vida. Lo mismo resultan las horas asociadas a un campanario o carrillón como puede ser el de catedral o el Big Ben de Inglaterra.  Había un viejo reloj japonés en la calle de Bucareli en el centro de la ciudad de México, justo frente a la secretaría de gobernación y en cada ciudad que hemos habitado siempre habrá un referente de algún reloj que nos marca el paso de las horas con un sonido y reverbera en el lugar.

Un día conocí a un señor que tenía en su despacho un reloj de pared. El personaje de por sí era siniestro. Recordaba la descripción que Charles Dickens hace del tío avaro, el famoso “Uncle Scrooge”.  Este personaje era miserable, tacaño, de rostro macilento , enjuto de carnes. Para todo tecleaba en una máquina de escribir antigua. Una Smith Corona negra. Ya fuera para felicitar o regañar a sus hijos, siempre les escribía “memorándums”. A su esposa le daba el gasto acompañado de un recibo que debía firmar. No se diga de los encargos que hacía a sus empleados. Todo por escrito.

Afortunadamente mi trato con él fue ocasional. Un día en que lo encontré de mejor humor me atreví a preguntarle la razón por la que en la carátula de su viejo reloj de pared tenía “garrapateadas” palabras manuscritas con tinta negra, de difícil lectura y junto a ellas también escritas estaban unas horas con un tamaño minúsculo de letra (mi amigo Ted decía de las letras pequeñas eran “mouse print” o sea, tipografía ratonera).

El hombre cambió de semblante cuando le hice la pregunta, mostró cierto entusiasmo de su normalmente abúlico rostro y me dijo:

“Marco la hora, fecha y nombre del día en que cada uno de mis parientes ha ido falleciendo”.

–Me imagino–, le respondí, –que son momentos en que sintió el peso de las horas.

–¡No!–, me respondió:   “Al contrario, me quitaban un peso de encima. Ya no tendría que darles su mesada, cobrarles el dinero que les había prestado y me aligeraba el saber que ya no tendría ningún compromiso económico o social con tal o cual pariente”.

 

Desconozco si ya falleció el mencionado avaro y si su reloj fue a terminar con un anticuario, lo que de seguro incluía el karma del personaje.

 

Lo único que me dejó claro es que las horas siempre tienen un peso, ya sea para bien o para mal.

Otoño y la serenidad del alma

Normalmente la primavera es causa de euforia en muchos lugares de latitud norte porque es la época en que se aleja el frío del invierno el hielo o la nieve para dar lugar al reverdecimiento de toda la naturaleza.

Muchas plantas van a florecer para dar lugar a que los agentes polinizadores las fecunden.

El verano es la vida loca. Los frutos sustituyen a las flores para iniciar el crecimiento, las lluvias se

Foto: Chris Lawton

alternan con granizadas y calores extremos. El verano es como la adolescencia y la primavera es equiparable a la niñez.

En cambio, al otoño se le tiene menospreciado. Es cuando muchos árboles tornan su follaje en colores naranja, ocre, e inclusive rojo.

Los campos se van secando, se ven amarillentos. Las flores moradas que de niños les llamábamos “brujas” se llegan a ver entre los pastizales secos.

 

Sin embargo, la importancia del otoño radica en que es temporada de cosechas. Las calabazas han madurado, el maíz o el trigo son cosechados y por eso coincide con las celebraciones de muertos con las flores de cempazúchil  (cempaxóchitl)  como emblema o el importado “Halloween”. En la unión americana se alistan para celebrar el día de acción de gracias que en realidad debería ser el día de reconocimiento a los pueblos originarios que los salvaron de la hambruna. Lamentablemente después fueron perseguidos y casi exterminados por el puritanismo de doble moral que cundió en esos territorios.

 

El otoño es un reflejo de la edad madura, de la época en que se debe cosechar el esfuerzo del trabajo y cuyos frutos pueden servir de alimento para el crudo invierno de la vejez.

 

Por eso, el otoño es una época propicia de la racionalización, de la mesura, del análisis y de encontrar la serenidad del alma.

Ya no hay distractores, es momento de encerrarse en uno mismo y pensar con calma en los muertos, en los que se adelantaron en este mágico viaje que es la vida. Es la temporada que debemos aprovechar para disfrutar de los últimos días soleados y de compartir nuestra experiencia acumulada no solo a través de un año sino de los muchos años de vida que hemos acumulado. — como se acumulan en el granero—, las mazorcas que nos servirán para nutrirnos en el invierno.

 

Serenidad es sinónimo de calma, de observar y pensar, de reflexionar y de ver el horizonte, ésa fina línea que uno nunca sabrá donde termina y tampoco sabremos si algún día la podremos alcanzar.

 

¿Existen los vampiros?

Con el advenimiento de las series por “streaming” se han vuelto a visibilizar las narrativas sobre vampiros. Claro, ya muy alejados de los textos que dieron origen a esta historia con la novela de Bram Stocker: “Drácula” y las primeras creaciones cinematográficas con “Nosferatu”.
Mi primer acercamiento al tema ya de una forma más racional se dio a raíz de que el entonces flamante director de la licenciatura en comunicación, mi estimado Francisco Javier Martínez Rivera, quien me invita a impartir ciertas materias y me encarga organice un seminario de tesis para resolver el grave cuello de botella que existía de alumnos que no habían podido recibirse. Fueron 96 tesis las que estuvimos encausando para aligerar la morosidad que una burocracia de catedráticos había generado y de la cual yo había sido también víctima. A ellos les había convenido entorpecer el proceso pues uno de los requisitos para ser profesor era precisamente estar recibido.
Una de las alumnas que se inscribió en este programa de tutoría de tesis fue Teresa. Una chica culta, talentosa en artes plásticas y acuciosa en su trabajo terminal. Acordamos que haría su tesis sobre el género cinematográfico de ficción sobre vampiros.
Tanto ella como yo nos pusimos a documentar lo más posible sobre las leyendas en torno al vampirismo. Evidentemente llegamos a la historia del Príncipe Vlad IV de Transilvania y el origen de la leyenda que se debe a la sangrienta batalla que tuvo contra el ejército Otomano y el empalamiento de cientos de prisioneros que agonizaron clavados en estacas. La misteriosa desaparición de Vlad Tepes también conocido como el Conde Drácula (dracule, de dragón por su heráldica) sirve de inspiración para que Stocker construyera un ícono novelístico y que muchas décadas después la cinematografía rescatara con el filme “Entrevista con el vampiro”, cuya autora literaria Anne Rice desarrolló en una serie de novelas sobre el tema a raíz de su silenciosa espera en el hospital mientras su pequeño hijo se debatía en la lucha contra la hemofilia y ella se debatía a su vez en una lucha con la pérdida de su fé católica y la búsqueda de la reconciliación.
Visualmente se han satanizado los murciélagos vampiro, conocidos con su nombre científico como Desmondontinae y la especie Desmodus draculae. El novelista uruguayo Horacio Quiroga logra un maravilloso cuento inspirado en esta especie tropical en su cuento: “El almohadón de plumas”.
Pero el concepto encierra el mito y misterio de la vida eterna, la sangre como alimento para mantenerse en una juventud continua y el erotismo que se ha construido a partir de la succión del cuello de hermosas mujeres vírgenes.
Los mosquitos, garrapatas, pinolillo, las rémoras y sanguijuelas son algunas de las especies que identificamos como chupadores de sangre. La sangre es la más visible forma de comprender que la energía vital requiere de ella.
Todo aquel ser que roba la energía del otro es identificado como vampiro. Es un parásito que vive a expensas del otro.
Alejándonos del cine de ficción o de las historias de terror, cabría preguntarnos si entre los humanos existen los vampiros. Quizás no como la figura mítica del que sale en la noche de su ataúd repleto de tierra y cenizas para convertirse en un elegante individuo de capa negra que clava sus puntiagudos colmillos en la fresca y virginal carne de un cuello humano.
Un caso de espeluznante similitud lo conocí un día. Era una mujer muy bella que tenía dos jóvenes hijos, un varón y una doncella. Ella casada con un hombre también muy guapo. Era la familia perfecta. Matrimonio bello con hijos bellos y prósperos económicamente.
Un buen día, el marido se empieza a recluir en su oscura habitación presa de tremendas migrañas y depresión. Después de varios meses es internado de emergencia en el sanatorio debido a que su aorta se ha reventado y a las pocas horas muere.
La bella viuda se queda con sus hijos y una pequeña fortuna. El hijo decide casarse en contra de la voluntad de la madre y procrea a un hijo. A su vez, la hija contrae nupcias. ¿Qué pasó con ambos matrimonios? Es una incógnita pues al poco tiempo, los hijos se separan de sus respectivos cónyuges y retornan a vivir a la casa solariega.
Pasaron muchos años, la fortuna se fue consumiendo. Los hijos se avejentaron de forma impresionante y la madre, aunque otoñal, lucía hermosa. A tal grado que si uno los llega a conocer hoy en día, no pensaríamos en que son sus hijos sino sus hermanos mayores. La hija es una decrépita anciana de encorvada figura, un rostro reseco cargado de cicatrices y sus escasos cabellos cenizos le forman una cabellera de aspecto “brujeril”. Por su parte el hijo, también semi-calvp, plagado de arrugas y verrugas en su rostro, ojos desorbitadamente saltones y aspecto cadavérico.
La energía de esos jóvenes fue consumida por una madre dominante, controladora y castrante que se impuso en las vidas de ambos.
Ahí es donde nos salta la duda, y nos preguntamos si no es que verdaderamente existen los vampiros pero no los de las novelas, sino seres parasitarios que consumen la energía de los otros.
Nos los encontramos en las oficinas, en las empresas o instituciones de gobierno, en el vecindario y en infinidad de lugares. A veces nos los tropezamos en nuestras vidas y se convierten en extenuantes relaciones tóxicas que consumen la energía, si no es que la sangre, pero que les podemos considerar como verdaderos “chupasangres”.
¿A cuántos vampiros te ha tocado conocer en tu vida?
Fotos de internet