Paseo dominical

Era frecuente que todos esperáramos el fin de semana con emoción y en especial el paseo dominical que se hacía en familia, con los abuelos o ya más lograditos, de novios.
Los paseos dominicales representaban una oportunidad de convivencia humana y podían ser en la ciudad, en el campo o simplemente lo que llamábamos “pueblear”.

Eran tan representativos de la vida social que hasta existe el mural de Diego Rivera intitulado “Un domingo en la Alameda” también llamada ·Sueño de una tarde dominical en la Alameda”.

Con las variantes modernas, el paseo dominical se ha transformado en recorridos a los centros comerciales, ir al cine y en el peor de los casos arrellanarse frente al televisor y ver futbol o netflix.

Sin embargo, hay un paseo muy original y que puedes realizar en cualquier día de descanso.
Me refiero a un paseo por tu interior.
No te cuesta nada, no requieres de compañía y rendirá insospechados frutos para tu bienestar.
Solo necesitas buscar el lugar más acogedor que tengas, puede ser hasta en el jardín o en una banca en el parque. Hay varias opciones: Ya sea acostado, sentado o caminando.
Es un paseo singular. Se trata de que te relajes. Pongas la mente en blanco y te decidas a visitar el interior de tu mente, alma o corazón.
Tómate el tiempo que sientas necesario. Déjate ir y solo siente tu respiración acompasada. Relaja los músculos y visita las distintas veredas de tu mente.

Recorre tu vida profesional, las metas que te propusiste y evalúa lo que has logrado. Agradece a tu esfuerzo por ser útil a los demás.

Luego recorre tu vida emocional, empieza por lo más reciente y ve hacia atrás hasta que encuentres los primeros momentos en que sentiste amar a otra persona.

Después puedes visitar tu vida familiar. Siempre es recomendable ir saludando a todos los seres que han sido especiales en tu vida de familia y procura agradecerles lo bueno que te dieron y perdonarles aquello que has cargado con rencor o incomodidad.

Por último y esto n quiere decir que te limites a lo ya descrito, acuérdate de tus amigos, de todas las épocas y capítulos de tu vida, de tus maestros y de los guías que dejaron en tu memoria algo bueno. Valora lo mucho que has recibido de todos ellos.

Para concluir tu paseo dominical en tu interior. Visita cada una de tus extremidades, imagina que navegas por tu torrente sanguíneo, ingresa al corazón que habrá de bombearte con fuerza hasta llegar a tus neuronas en el cerebro y descubre lo maravilloso que recibiste y tienes en tu cuerpo y “apapachalo” para que te siga funcionando lo mejor posible.

Si en el camino, recordaste tu infancia, cómprate un globo o un rehilete virtual y deja que el viento gire hasta que los colores se fundan en blanco o si es globo, te lleve a retozar en las blancas nubes.
Te mereces de vez en cuando un paseo por tu interior.