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Escuchar

¿Existe alguna diferencia entre escuchar y oír?Yo creo que sí.

El sentido del oído se considera es el primero de los elementos sensibles que se tienen desde que estamos en la matriz de nuestras madres y a decir de los especialistas, es el último sentido que perdemos al morir.

Se ha puesto de moda entre las mujeres gestantes ponerle música al producto para que cuando nazca le guste el tipo de música que ellas prefieren. El otro día entrevistamos a una mujer joven en su departamento y nos comentaba que ella ponía música todos los días aún cuando los demás condóminos la habían amenazado de demandarla por el ruido. Le pedimos nos mostrara el volumen en que lo pone y fue algo ensordecedor. ¡Terrorífico!

Hay estudios en Europa que informan que los niños que usan audífonos constantemente y a volúmenes muy fuertes cuando llegan a los 10 u 11 años de edad tienen una capacidad auditiva de personas de 60 años. Muy pocas veces le damos atención a nuestros oídos y la potencia de los equipos sonoros así como los dispositivos que usamos nos van degradando nuestra sensibilidad auditiva.

Una de las maravillas del sentido del oído es precisamente tener la agudeza de poder percibir una amplia gama sonora y deleitarnos con la música a un volumen adecuado.

Eso no lo entienden los restauranteros ni muchos sitios de reunión social que materialmente uno no puede conversar con las personas que están en la mesa y no se diga del aborrecible hábito de encender pantallas con futbol. Yo pienso que si uno quiere ver un partido lo haga en su propia casa y no force a todos los comensales a escuchar los alaridos del locutor y lo que es peor, que los meseros dejen de atender a las personas que están en la mesa.

 

Ahora bien, haciendo a un lado los hábitos y decibeles, el tema es la diferencia de escuchar y oír. Los ejemplos del restaurante y de muchos de los momentos que tenemos encendido algún radio o dispositivo con música estamos oyendo las melodías o a los parlanchines que hacen la radio hablada descubrimos que si estamos distraídos no escuchamos realmente lo que nos dicen.

 

En muchas conversaciones interpersonales oímos a la persona pero no la escuchamos. Es decir, no le ponemos atención a lo que nos dicen. Esos son los principales reclamos de los problemas familiares y de pareja. ¿Cuántas veces lo dicen los adolescentes a sus padres: “No me escuchas”? O viceversa los padres a sus hijos. Y en las parejas con diferencias se suele reclamar: “Haces como que me oyes pero no me escuchas”.

 

En todo proceso de comunicación existe el llamado “ruido” o interferencia. Puede ser de muchos tipos, algunos se pueden controlar. Por ejemplo los ruidos físicos o ambientales. Solemos entonces decir: “Vamos a un lugar donde podamos platicar porque con este ruido no te escucho”. Existe sin embargo otro “ruido” o interferencia mental que afecta nuestra comunicación y lo solemos describir como “estaba pensando en otras cosas”.

El ruido mental nos distrae de la escucha y debemos eliminarlo cuando realmente deseamos atender a quien nos habla.

Para mejorar nuestro proceso y dejar de oír para escuchar a las personas debemos eliminar los distractores mentales, procurar fijar nuestra mirada en la persona que nos habla y no andarle revisando cómo viene vestida o viendo sobre su hombro lo que acontece alrededor.

Mejorar nuestra capacidad de escuchar nos permite aprender más del otro, a tener mejor empatía y a realmente establecer vínculos.

¿O no es común que nos reclamen: “Si ya te lo había dicho antes… lo que pasa es que no me pones atención”?

En los quirófanos, durante una cirugía se recomienda que los médicos y enfermeras no comenten la situación de gravedad que tiene el paciente porque aunque esté anestesiado, el sentido del oído sigue percibiendo los mensajes y los almacena en el inconsciente. Al despertar se muestran angustiados o lloran sin saber por qué.

Las personas que están en terapia intensiva siguen escuchando lo que se dice junto a ellos. La prudencia debe imperar en ésa habitación.

En el acompañamiento ante una persona en agonía es fundamental que nuestras palabras sean reconfortantes, amorosas plenas de ternura.

Oír es maravilloso pero escuchar es genial.