Encontrar la esperanza

Detente en una calle transitada, una plaza, parque o alameda y observa a las personas. Algunas van de prisa, otras van calmadas y quizás otras más deambulan sin sentido. ¿A dónde van? ¿De dónde vienen? ¿Qué buscan? ¿Qué esperan?

Algunas van presurosos al trabajo o a una cita. A lo mejor a estudiar. Otros van en busca del amor o del trabajo. Otras personas necesitan comprar o llevar algo. Cada una de esas personas lleva sentimientos, pensamientos emociones, inquietudes, ilusiones, etc.

Pero tienen algo que los mueve y los impulsa a vivir.

En cada cabeza llevan su propia jaula invisible. Encierran sus miedos, sus fobias, angustias, temores que se han ido construyendo ellos mismos para convertirlos en su propia jaula.

La libertad es el aparente elemento que todas esas personas gozan en su trajín cotidiano. Solamente que es libertad de movimiento. Sin embargo, muy pocos sabemos apreciar lo que es nuestra propia libertad. Y no me refiero al hecho de estar libre sin estar en una prisión, sino en el tener la posibilidad de liberarnos de nuestra propia jaula y gozar lo que realmente somos.

(Freed bird flying Internet)

Esa prisión mental que nos construimos por voluntad propia o que la adquirimos por la forma en que fuimos educados, presionados por el estilo de ser de nuestros padres, de nuestras escuelas y maestros, nuestros cultos religiosos, prejuicios, angustias económicas, compromisos e inclusive por nuestras parejas, hace que en determinado momento estemos más limitados en nuestra propia libertad que si estuviésemos en una prisión de alta seguridad.

El factor más importante que nos encierra es una de las emociones básicas del ser viviente (humano o animal) y que es el miedo. El miedo es instintivo y es inconscientemente adquirido. Cuando lo racionalizamos lo convertimos en sentimiento. El mejor antídoto que tenemos para combatir el miedo es la esperanza.

La esperanza es la luz que nos permite ver el final del tunel. Y para poder tener esperanza necesitamos de racionalizar nuestros miedos y frustraciones para poderlos enfrentar.

Si uno no cobra consciencia de aquello que nos impide ser libres, permanecemos encerrados en nuestra jaula invisible –de barrotes sólidos e infranqueables— pero haula al fin y al cabo.

Si en cambio, descubrimos aquellos elementos que nos limitan, que nos encierran y trabajamos para ablandarlos, debilitándolos y abriendo la posibilidad de poder salir de esa opresión, lograremos vencer nuestros propios obstáculos.

Cuando uno recobra la libertad de ser, se quita uno telarañas de la cabeza, encuentra un sentido real a la vida más allá de crecer, reproducirse y morir. El sentido de la vida es apasionante porque nos abre horizontes de realización. Comienzas a aprovechar mejor tu tiempo, estableces relaciones con personas afines a tu manera de sentir y pensar lo que contribuye a que tu convivencia sea franca, sincera sin máscaras ni entre telones. Vives realmente con pasión.

El primer paso que uno debe hacer es alimentar la esperanza de que no todo es fatalmente determinado sino que todo puede ser mejor. Y para que sea mejor se debe trabajar. En nuestro pequeño mundo –que es nuestra cabeza y nuestro cuerpo–, ahí es donde debemos enfocar nuestra energía y desprendernos del criticar, quejarse de todo y hacer de las lamentaciones nuestra contínua plática.

Detente y piensa: ¿Cuál es el verdadero sentido que debo darle a mi vida? ¿Voy por el camino correcto? ¿Qué puedo hacer para sembrar la esperanza en mi mente y en mi corazón?