Raíces

Mi abuela materna hacia unas deliciosas ensaladas de betabel. Antes de prepararlos, cortaba la parte donde se insertaban las hojas con el tubérculo. Las ponía en un recipiente plano, de fondo bajo, sumergiendo parte del betabel en el agua. A los pocos días empezaban a brotar las hojas nuevas.

 

El otro día vi que en la cocina preparaban un poro y estaban a punto de tirar la parte final donde tenía entreveradas muchas de sus delgadas raíces. Lo rescaté y repetí el procedimiento que solía hacer mi abuela.

Poro

Como si fuera magia, de los restos del poro se empezaron a formar las nuevas capas verdes dando origen a uno nuevo y que al parecer el día de hoy está a punto de florecer, orgullosamente erguido de la nada.

Poro y botón

Si los seres humanos no tuviésemos conocimiento de nuestras raíces muy probablemente no tendríamos un crecimiento balanceado de nosotros mismos. Las raíces –que también se les denomina linaje–, son los vasos comunicantes invisibles con el pasado de nuestras familias. Explican de quienes somos hijos, de quienes somos nietos y aún más, nos llevan a conocer a nuestros ancestros.

Las raíces permiten la fortaleza de los tallos de las plantas y árboles. Tallos que llevan la energía de los nutrientes a través de la savia, alimentando a todo el organismo. Esos tallos que pueden ser rígidos pero a la vez flexibles y que después pueden –en muchos de los casos–, diversificarse en ramas para permitir que a todo el follaje lo pueda bañar la luz del sol. De la diversidad de ramas se obtendrán mayor cantidad de flores y posiblemente darán origen a los frutos.

En las normas de una sana parentalidad se recomienda que los niños tengan la posibilidad de conocer sus raíces ya sea a través de los relatos y añoranzas de los abuelos, o de la narrativa de sus propios padres, tíos o parientes.

 

Un árbol o una planta sin raíces profundas es fácil presa de los vendavales y agresiones externas cayendo irremediablemente fuera de la tierra y con altas probabilidades de morir. Eso mismo nos pasa a nosotros. El carecer de nuestra propia historia nos hace endebles, sujetos a confusiones y a la pérdida de la autoestima.

Así como debemos tener raíces profundas en la vida de nuestras familias, lo debemos tener en el conocimiento de nuestro país. Las personas que conocen su historia como nación poseen mayores posibilidades de saber lo que son y de lo que pueden llegar a ser.

De las personas que gobiernan a un país, se les debe exigir sean conocedores y amantes de la historia. Deben conocer cada rincón de la nación y tener contacto personal con la gente. Para navegar exitosamente en el mar se necesita conocer no solo a la embarcación sino saber interpretar los signos del clima que se manifiestan en las nubes, oleaje, vientos y hasta en las fases por las que atraviesa la luna.

Igualmente para poder caminar por un bosque se debe conocer las características de los árboles e inclusive encontrar pequeños signos donde el musgo o los líquenes nos sabrán orientar la dirección hacia la que vamos. Por ejemplo, los troncos tendrán mayor cantidad de musgo en la parte norte del árbol.

Fomentar el conocimiento de nuestras raíces como familia y como nación, nos permitirá ser más fuertes, seguros y elevar nuestra autoestima.

¡Todo lo que te puede enseñar una ensalada de betabel o las raíces de un vegetal!