Nace una canción 2a. parte

En el lóbrego cuartucho de vecindad, con su viejo piano vertical heredado de la familia de Orizaba, José Francisco se enfrentaba a la página blanca de los compositores. Contaba con un arsenal de música alburera que era con la que amenizaba en la casa non santa pero ¿componer música para niños?

Un grillo rinconero rompía el silencio. Después de meditar un rato llegó la inspiración. Tomó un par de sus composiciones y modificó el texto. Aprovechó el sonoro cri-cri del grillo y lo convirtió en el maestro. De ceremonias, el hilo narrativo de sus cuentos musicales.

 

La patita y el chorrito fueron de las primeras transformaciones musicales. Eso me lo contó directamente José Francisco en la conversación que tuvimos con motivo de su aniversario como compositor.

¿Pero como viene a cuento la presencia de Héctor Madera Ferrón en esa comida?

Resulta que por muchos años José Francisco Gabilondo había desaparecido de los escenarios. Fascinante astrónomo, matemático y frustrado marinero se había ido refugiando de escondite en escondite, fastidiado de la fama y del coso de impertinentes padres que empujaban a sus hijos para saludar a Cri-Cri.

Los personajes que se logran volver populares terminan devorando a sus propios creadores: Lo mismo sucedió con Chabelo, el Chavo del ocho y muchos más.

La única persona del medio publicitario y de comunicación que tenía contacto directo era Juanita Guerra. Ella y el sr. Gabilondo habían mantenido una comunicación continua. Miguel Alemán Velasco –en ese entonces VP de Televisa—estaba empeñado en hacerle un homenaje a Cri-cri en Bellas Artes y localizó a juanita para que contactara a Francisco José. Ella le llamó y la respuesta del sr- Gabilondo fue contundente: ¡No! Dile a Miguel que yo no sirvo de exhibición. El Lic. Alemán se fue por la libre produciendo un especial de cri-cri sin Cri-cri, pero con Plácido Domingo, Mirelle Mathieu y producida por el Dr. Fernando Morett.

Juanita por su parte buscó celebrara Cri-cri como él le gustara.

“Que me den una hora –a las 12 hrs.–, en el estudio de la XEW, ya sea el Verde y oro o el Azul y Plata, con un piano de cola y yo voy, toco y me regreso a la privacía de mi casita de campo” (que estaba en el área de Texcoco). Juanita lo convenció de que después de su programa especial aceptara una comida en “petite” comité en casa de la srita. Guerra en Castillo de Miramar, Lomas de Chapultepec.

A esa comida solo podríamos ir Cri-cri (el invitado principal), Amalia Gómez Zepeda, Héctor Madera Ferrón y yo. (no recuerdo si Ignacio fue invitado). Para Héctor fue una gratísima sorpresa el ser distinguido en esa comida tan especial.

Por ese entonces yo tenía una cabellera abundante y de mote José Francisco me decía “Mechudo”.

Puntualmente Cri-cri legó a las 11:30 a as puertas de Ayuntamiento 52. Venía a bordo de un viejo Chevrolet negro con un señor que le hacía las veces de chofer.

El corpulento José Francisco bajó del auto (tenía ya 80 años), venía con un abrigo y vestido de traje gris con corbata. Sus lentes eran con unos cristales de fondo de botella impactantes y una armazón como de soldador de herrería, traía unas patillas de cabello blanco tan abundantes que fácilmente hubiera sido confundido con Santa Claus, pues su piel blanca, ligeramente sonrosada y sus ojos verde “acuamarina” daba el tipo. Lo recibimos y caminamos por el estrecho corredor principal.  Dio un vistazo a las viejas instalaciones, se tomó un par de fotos con Ignacio Martín del Campo y parte del personal de a W. Saludó a Héctor y pasó al estudio donde le ajustaron los micrófonos, se sentó al piano y esperó la señal (quiu) para empezar su programa de una hora. El conductor para presentar al compositor fue Héctor Madera Ferrón.

Acarició el teclado con cierta emoción y produjo la magia.

Ya en casa de Juanita y después de un aperitivo pasamos al comedor que era una amplia mesa redonda de maderas tropicales y con exquisito montaje (Juanita era una excelsa anfitriona). Asignaron los lugares. Juanita a la izquierda de José Francisco y yo a su derecha. Departimos muy entretenidos con un sinfín de anécdotas. Inquieto yo por preguntarle miles de cosas porque he de confesar que fui “fan” cuando niño y en una Navidad me regalaron un tocadiscos rojo y un a colección de discos de cri-cri de 45 rpm. Después mi abuelo me regaló el famoso álbum de Selecciones del Readers Digest con todo el repertorio de Cri-cri.

¿Por qué se  dedicó a componer canciones y cuentos para niños?

Mira, “Mechudo” y me tomó con fuerza del antebrazo: “Por hambre”.

Me quedé impactado al verle su mirada fija en mí. Y se descosió contándome la verdadera historia de cómo nacieron sus canciones. Historia que aún no creo sea momento de escribirla.

Héctor estaba muy emocionado al terminar la velada. Ya no tenía posibilidad de transmitir esa experiencia en la radio. Estaba desempleado, arrinconado en un cubículo oscuro donde tecleaba en una máquina Olivetti.

Habré de continuar con ésta historia de “Nace una canción”.