«La embajadora de las Marionetas»

Mireya Cueto Foto de Jesús Villaseca La Jornada

 

 

 

 

 

Mireya Cueto foto de Jesús Villaseca

Artículo de Carlos Paul    Periódico La Jornada
Sábado 27 de abril de 2013, p. 5

La dramaturga Mireya Cueto falleció a la edad de 91 años, a causa de un derrame cerebral, la mañana de ayer en la ciudad de México.

Por su incansable labor en el teatro de títeres recibió múltiples reeconocimientos.

Hace unos meses, con hablar pausado, en charla con La Jornada reconoció que se interesó mucho por el sufismo, por la filosofía sufi. “Me gusta mucho por la manera en cómo manejan la información”. Asimismo, reiteró su preocupación de por cómo hoy día se manipula a los niños y se les da poca libertad creativa.

“Lo que me choca es que a los niños no les dan la libertad de ser creativos. Porque les dicen cómo hacer las cosas. El problema son los adultos. Obligan a los pequeños y no los dejan en libertad.”

Como creadora de numerosos personajes, la maestra Mireya  Cueto recordó a uno de sus más memorables, Rudín, y cómo es que le dio fisonomía. “Una vez estaba tratando de modelar su nariz, con un cartoncito, pero en eso que me acuerdo que me comí un mango y de ahí salió la idea; le puse de nariz el hueso de un mango”.

En la plática, la artista recordó la obra Cuentos islámicos, y al personaje del sultán y al jorobado. “Por mis manos pasaron muchos títeres. Empecé a hacerlos como a los 15 años. Mi mamá me los encarcaba. Me tocaba los más latoso, me tocaba siempre las pelucas y las barbas, los tocados. Las cosas más difíciles me las encargaba a mí, porque tenía mucha paciencia y facilidad manual”.

De ahí, comentó, siempre me interesó que las obras siempre fueran bien pensadas y bien hechas, que tuvieran un mensaje para los niños. “Los maestros de las escuelas eran horribles, porque no entendían a los niños, no los dejaban decir lo que pensaban. La cuestión, en realidad, es que los niños sí tienen libertad, nada más no hay que quitársela”.

A los pequeños, para no quitarles su libertad, “hay que escucharlos, escucharlos siempre, pues llegan a decir cosas muy inteligentes”, consideró Cueto.

Entre los distintos recuerdos que acudían a su mente, narró que “a Salvador Novo le decíamos Salvador Nabo”. Una vez, evocó la maestra, un niño le preguntó al otro: ‘oye, ¿cómo los mueven?’, refiriéndose a los títeres. Y alcancé a oír que el otro le respondía: ‘ay tú, pos por electricidad.

“La televisión la odio y nunca la vi”, añadió tajante. “Los niños siempre ven televisión porque no les queda de otra. Ahí los padres los dejan, porque se tienen que ir a trabajar, qué le van hacer”.

Mireya Cueto es autora de Apuntes sobre la experiencia artística, libro en cual reflexiona sobre el quehacer teatral del arte de los títeres. “Lo que cuenta en este oficio es la experiencia. Hay que respetar, reiteró, lo que piensan los niños. Siempre defendí la inteligencia y la sensibilidad”.

“La creación y la pedagogía son dos cosas muy importantes y siempre van juntas”, destacó.

Fue difícil que se reconociera el trabajo del arte de los títeres, apuntó la maestra. “Había un cierto desprecio terrible”.

Entre los montajes “que más me gustan está el que trata sobre San Juan de la Cruz, María Egipciaca y el de Quetzalcóatl. Estudié mucho a San Juan de la Cruz y leí como ocho veces El Quijote; era mi libro de cabecera”.

Mireya Cueto fue reconocida como la gran embajadora de México en el arte de títeres y por impulsar el desarrollo de programas de radio y televisión para niños.

Narradora y dramaturga, Mireya Cueto nació en la ciudad de México el 3 de febrero de 1922. Estudió la licenciatura en historia moderna y contemporánea en la UNAM. Fundó el teatro de títeres y actores Tinglado, se dedicó a la investigación, producción y dirección en este ámbito.

Fue colaboradora del teatro guiñol del INBA y guionista de programas infantiles de radio y televisión; integrante de Unima; Premio Rosete Aranda del Museo Nacional del Títere en Tlaxcala, fue distinguida con la medalla Mi vida en el teatro por el Centro Mexicano ITI/Unesco/Unima.

En 1981 realizó y dirigió No rebuznaron en balde, con textos de El Quijote y Cuentos islámicos. Becaria del Sistema Nacional de Creadores de Arte en varias ocasiones; realizó algunas obras en teatro de sombras, entre ellas La leyenda de los soles y Perséfone.

A finales de 1998 participó en el homenaje a Silvestre Revueltas, con la presentación de la obra de teatro guiñol El renacuajo paseador. Figuró en la lista de honor de IBBY México 1982 por El traje del rey. Premio de Literatura Infantil Juan de la Cabada 1978 por Viajes de Ozomatli y Don Armadillo.

Mediante su cuenta de Twitter, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) emitió sus condolencias por el lamentable fallecimiento de la dramaturga, quien en febrero de 2012 recibió la medalla Bellas Artes en reconocimiento a su trayectoria de más de 70 años dedicados al teatro.

En aquel momento, Alejandra Peña, subdirectora de Patrimonio Artístico del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), reconoció a Cueto como una destacada figura quien ha contribuido enormemente al conocimiento de la investigación y difusión de la literatura infantil y del teatro guiñol.

También a través de sus respectivas cuentas de Twitter han expresado condolencias la Coordinación Nacional de Literatura del INBA y la Compañía Nacional de Teatro, que publicó: “La @CNteatromx lamenta el fallecimiento de la dramaturga y titiritera mexicana Mireya Cueto”.

La radiodifusora de la Secretaría de Educación Pública escribió: “Radio Educación lamenta profundamente el fallecimiento de la dramaturga y marionetista mexicana Mireya Cueto. Descanse en paz”.

Desde 2001, la Coordinación de Desarrollo Cultural Infantil del CNCA, Alas y Raíces a los Niños, creó el Festival Nacional de Títeres Mireya Cueto.

Escribió Un cuento de papel, El traje del rey, Viajes de Ozomatli y Don Armadillo, La cucarachita Mandinga y el Ratón Pérez, El hombre que no podía volar, Cantos y Cuentos y El cuento más antiguo.

Maestra de generaciones de titiriteros, Mireya Cueto deja un enorme legado creativo, técnico y ético en el que se amalgaman la pedagogía, la sensibilidad, la inteligencia y el comportamiento del creador escénico, del cómo dirigirse a los niños. “Hay que ser congruente con lo que uno hace creativa y pedagógicamente”, decía.

El cuerpo de la dramaturga fue velado en los servicios funerarios del Issste, ubicados en avenida San Fernando, al sur de la ciudad.