Infancia es destino

3 hijos

 

 

 

 

El 30 de abril se celebra en México el día del niño.
A nosotros, en la primaria nos obsequiaban una paleta helada de limón. Mis abuelos , una bolsa de caramelos.
Realmente el festejo era mínimo y lo sigue siendo hoy en día.

William Shakespeare en una de sus obras dijo que los niños nacían llorando porque llegaban a un manicomio de locos.
En la actualidad muchos dicen que los niños se han convertido en víctimas del caos que nos ofrece el mundo. Pero no es cierto. Los niños siempre han sido vulnerables. Su fragilidad radica en que para su desarrollo pleno tienen que transcurrid más de diez años y en esas edades es cuando son susceptibles de sufrir muchas agresiones, independientemente del maltrato psicológico al cual pueden estar expuestos desde su hogar, en la calle y en la escuela.

Indudablemente la infancia deja marcas emocionales e intelectuales en todos nosotros. Ojalá que a todos los niños se les tratara bien y que los adultos supieran «acolchonar» la temprana etapa de sus niños para que no sufrieran.

Yo no me puedo quejar, fui un niño muy feliz y ése destino me ha marcado en toda mi vida. Tuve la capacidad de resiliencia y de amortiguar las agresiones y estresores que sin lugar a dudas recibí. La mayor parte de las situaciones estresantes se dieron por parte de maestros, algunos compañeros, unos cuantos desconocidos pero nada grave. El «amortiguador» funcionó.

A veces pienso que los niños deberían de tener una línea telefónica de asistencia donde pudieran hablar y exponer lo que les inquieta o les preocupa. Escuchar una voz sedante que les oriente y contribuya a reducirles la tensión. No siempre se atreven a expresar sus miedos y angustias, aún cuando sus padres sean personas accesibles a escuchar, comprender y atender a sus hijos. Siempre hay aspectos que los niños no expresan a sus mayores y por esocrean a sus amigos imaginarios.
Los adultos perdemos la sensibilidad de «entender» entre líneas lo que los chicos manifiestan.

En lugar de celebrar el día del niño, las autoridades, los maestros, los papás y todos los adultos que interactúan con pequeños deberían celebrar un acuerdo, — más que nacional, global –, para no solo evitar el maltrato sino de crear programas y medios de acompañamiento de tal forma que los niños tengan sus propios «amortiguadores» de vida. Así, el destino de la humanidad se regirá por infancias plenas de felicidad que se traducirán en un mundo de adultos sin violencia ni odios.

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