Guasón

Cualquiera que se anime a ir al cine a ver la película JOKER (Guasón) estelarizada por Joaquín Phoenix y Robert DeNiro, dirigidos por Todd Phillips va a encontrar una fenomenal sorpresa:

  • No es un película sobre el legendario rival de Bat Man.
  • Ni es sobre un superhéroe.
  • No es un film de un asesino en serie sino es una historia sobre el problema que enfrentan los enfermos mentales en una sociedad enferma.

Fue precisamente en la semana en que se celebraba el día de la “salud mental” cuando me senté en la butaca a ver una película que muestra el padecimiento que tendremos que lidiar mundialmente en cinco años: La depresión.

Un personaje que vive en el umbral de la anorexia, luchando por manejar su relación edípica con una madre alucinada y envejecida que depende de los cuidados de su hijo.

Ambos viven en la lúgubre atmósfera de las grandes ciudades donde el anonimato de los multifamiliares reduce la vida de los seres humanos al precario e ilusorio escape que les da la televisión abierta –la gratuita– donde se fabrican ídolos del entretenimiento y que aprovechan los ídolos de la política.

Hay un libro de cine que pocos leen pero que aportó una clara definición de la visión y posiblemente instituyó la corriente cinematográfica de la que nadie quiere hablar: “El Cine como un arte subversivo” de Amos Vogel.

Y sí, GUASÓN es una película sumamente artística y a la vez subversiva.

Rompe el orden. Convierte en un héroe a un payaso y enfermo siquiátrico cuya misión en la vida fue el mandato que le dio su madre: Siempre SONREIR. Mostrarse al mundo como un ser FELIZ.

El despojo de payaso humano, medicado para vivir como robot con un empleo de hambre, vejado por una canibalizada sociedad donde lo tornan en un ser invisible.

Una escoria humana que es supervisado por el concepto de ser “atendido” por una “trabajadora social” y que es un paliativo de psicoterapia para los pobres y marginados de la Salud Pública. Un concepto de salud que habitualmente la subvenciona el propio estado y que a gusto de las distintas épocas de la política es regida o suprimida por las tendencias económicas. ¡Vean cómo nos preocupamos por los enfermos mentales menesterosos!

Guasón vive a la sombra de su relación edípica con una figura materna que le construyó la falsa idea de que su padre que ella lo define como un hombre poderoso y bueno que pronto habrá de ayudarlos a salir de la pobreza. Una despojo de lo que un día fuera una sirvienta que supuestamente –hace más de 30 años–, tuvo el romance con el bondadoso amo que se fijó en ella, romance de cuyo fruto resultó ser éste ser invisible y que le fomentó el deseo de conocer a su padre para reafirmar la fantasiosa identidad en la que creció.

Con una sensibilidad exquisita para el baile, la mímica y el impulso para consagrarse como una figura de la mágica fama que da la televisión, el personaje en cuestión, intenta destacarse.

Para ello recurre al género del narcisimo dramático que hoy conocemos como “Stand-up” y que en la dramaturgia se le denomina “Monólogo”. Este género que se ha deteriorado al ser un lastimero espectáculo de un narcisimo degenerado donde el bufón narra la tragedia de su vida (Odín Dupeyrón y el Pelón Suárez Gomís son los referentes locales en México).

El bufón de la película Arthur Fleck (GUASÓN) verá desmoronarse su castillo de ilusiones al tiempo que encuentra la oportunidad de llegar a la pantalla chica y transformarse en el GUASÓN.

Esa oportunidad de oro le permite cumplir su anhelo de llegar al horario triple AAA y que se ha dado por el hecho de haber sido exhibido y ridiculizado por la televisión que sin su autorización lo filmó en una de sus interpretaciones de stand-up.

Sin querer el Guasón se convierte en una especie de líder que inspira una rebelión social.

Es el revolucionario circunstancial que se fabrica gracias a una prensa amarillista que explota el tema de un payaso que ultimó a 3 jóvenes trabajaban honestamente como especuladores financieros.

Es la prensa amarillista propensa a fabricar narrativas falsas (similares a las que en México se vieron recreadas por Carlos Loret de Mola y el caso Florence Cazes) y que impactan a una sociedad zombie que consume las noticias prefabricadas o atizadas por el morbo según sea el caso.

Asimismo en la historia se denuncia el método que usa el poder político para lograr la dominación de la ciudad para beneficio del empresario Thomas Wayne que piensa elegirse como alcalde de Ciudad Gótica (nos remite a un Trump o a un Miguel Ángel Mancera). Es el secuestro de los ciudadanos a través de la violencia y el miedo.

El rechazo social hacia los invisibles se pone de manifiesto en esta película y se denuncia sutilmente el manejo del Hospital Psiquiátrico como un método de represión social.

De pronto, los espectadores quedamos absortos. Empezamos a sentir simpatía por el GUASÓN. Le conmisceramos. Nos desconcierta verlo caer en el profundo abismo al convertirse en un delincuente, en un asesino despiadado y finalmente verlo convertido en el guiñapo al que estaba destinado por una sociedad injusta y que sin contemplación sigue los patrones de Jacques Atalli, el economista que creó un modelo conocido como “canibalismo económico” y que fue re-bautizado como neoliberalismo: Pocos ricos, muy ricos; muchos pobres, muy pobres viviendo del asistencialismo y solidaridad; una clase media devastada y endeudada que se torna egoísta y depresiva.

Se nota que el director de la película Tod Phillips es un gran conocedor de la vida de Charlie Chaplin y que se nutre de su autobiografía. Nos manda pistas con la música de “Smile”, relanza la melodía de “Send in the Clowns” para que en un lenguaje críptico renueve el gran legado cinematográfico de Charlot, el vagabundo. La escena de la ambulancia donde trasladan a la mamá de Arthur Fleck al manicomio y el corredor mismo del hospital psiquiátrico en punto de fuga, recrea el mensaje que Chaplin siempre mandó oculto en sus películas al terminarlas con el vagabundo caminando hacia el infinito.

Es la búsqueda para recuperar a la madre ausente, la madre que se sacrificó por sus hijos y que fue llevada a la prisión de los dementes como castigo de la pobreza irracional que ofrece como alternativa la sociedad voraz y alucinada por el mundo material.