¿Cuántas veces no te ha pasado que alguien te viene hablando pero tu andas pensando en otra cosa?
Y de pronto, la otra persona se da cuenta de que no le estás poniendo atención y se molesta contigo.
O hasta te recrimina diciéndote ¡Traes pájaros en la cabeza!
Un amigo me decía en forma satisfactoria que después de mucho tiempo había logrado hacer un buen ejercicio de meditación. Le costó mucho trabajo porque cuando se pone uno a meditar, de pronto, lo empiezan a asaltar distintos pensamientos y se pierde el proceso de la meditación.
Eso mismo nos pasa cuando nos despertamos de madrugada y buscamos conciliar el sueño. Generalmente nos empiezan a abordar pensamientos, pendientes, reflexiones sobre ciertos acontecimientos y el sueño –literalmente—no llega.
Para mi, en la escuela se dieron muchos episodios de distracción y en más de uno de esos eventos fui sorprendido por la maestra o maestro que me preguntaban sobre el tema de lo que se estaba exponiendo en clase y con asombro, pretendía contestar el interrogatorio. Pocas veces logré justificar que sí podía poner atención y al mismo tiempo andar divagando con otros pensamientos.
Lo que si es un hecho es que entre los hombres y las mujeres existe una diferencia. Como popularmente dicen, las mujeres son multitarea (multi-task) y tienen la gran facilidad de hacer muchas cosas y pensar en muchas cosas al mismo tiempo. Además de que tienen una memoria privilegiada. Tan buena memoria que “retwitean” los problemas del pasado con una facilidad extrema. En cambio nosotros nunca nos acordamos de lo que ya pasó.
Podríamos decir que las mujeres tienen conexiones neuronales en estéreo mientras que nosotros los hombres solo podemos hacer una cosa en monoaural. Mientras ellas hablan por teléfono con la amiga o la mamá, están regañando al niño, dando instrucciones a la muchacha, contando el dinero del bolso, etc. Es sorprendente la plasticidad cerebral con la que se manejan. En cambio, uno se tiene que concentrar en una sola actividad si no termina uno hecho pelotas.
Y los hombres debemos estar siempre en alerta porque muy fácilmente nos pillan cuando estamos pensando en otra cosa y nuestra pareja no deja de hablar, discutir o reclamarnos. Al sorprendernos que no le pusimos atención, se desencadena una conflagración de dimensiones inusitadas.
El único consejo que puede resultar aprovechable es el mismo que me dio mi amigo con respecto a la meditación efectiva: “Concéntrate en la respiración, así las ideas se disiparán”.
Ya lo empecé a usar. Cuesta trabajo. Pero en lugar de concentrarme en mi propia respiración, lo hago en la respiración de la otra persona que me está acribillando de palabras. En cuanto veo que se altera la respiración y toma una velocidad insospechada, le digo: “Te entiendo, disculpa que en este momento no pueda resolverlo pero últimamente ha andado muy distraído…como si tuviera pájaros en la cabeza”.
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