Aunque son originarias de Brasil, las jacarandas se aclimataron en México. Un hombre de origen japonéss, el Sr. Matsumoto, las trajo y sembró con tan buena mano que ahora, — en gran parte del país—, engalanan nuestras calles.
Su floración de color lila, inconfundible, se da en el mes de marzo y abril. Generalmente coincide con la semana mayor. Es un bellísimo espectáculo y sus flores son tan fugaces que en un abrir y cerrar de ojos alfombran banquetas y avenidas de su color lila.
La fugacidad de su esplendor es como la vida.
De niño me fascinaba verlas y escucharlas ya que al pisar las flores tronaban ligeramente.
Ahora, las asocio siempre con despedidas de seres que han estado cerca de mi línea de la vida.
Un domingo en Cuernavaca, hace diecisiete años, fui a visitar a mi padre.
Llevábamos ya cinco años y medio de cuando me avisó que tenía metástasis en varias partes de su cuerpo. Era ya un lustro de luchar contra el cáncer desafiando los métodos ortodoxos de oncología. Cero quimioterapias. Le habían pronosticado tres meses de sobrevivencia. Yo le había preguntado cuántos años más quería vivir y el me respondió con su natural forma directa de decir las cosas: Sólo cinco años.
En noviembre del año anterior se habían cumplido los cinco años solicitados pero ahora ya se pronosticaba su etapa terminal. Nunca se quejó de dolor. Esa tarde me dijo que ya estaba cansado y que ya se quería ir.
Nos sentamos al borde de su cama con los albumes de fotografías y entre broma y broma hicimos un repaso divertido de su vida. Ya para irme, mi padre me pidió perdón por haber sido tan enérgico conmigo. Le dije que no tenía por qué pedirme disculpas ya que gracias a su estilo autoritario yo había forjado un carácter más desafiante y rebelde. Nos despedimos.
Al día siguiente, lunes 8 de abril, me llamaron para decirme que ya se había ido .
Hace tres años, a las tres de la mañana del 4 de abril, sonó mi teléfono. Era la angustiada voz de la esposa de un querido amigo: Ted. Estaba en el hospital y agonizaba. El día anterior había sido intervenido quirúrgicamente.
Dos días antes me había visitado en la oficina para comunicarme que se iba a operar porque en sus revisiones médicas aparecía una mancha oscura en el intestino delgado y sospechaban que era maligno.
Ya tenía 81 años y al acompañarlo hacia su auto me debatía en si era conveniente decirle que suspendiera la operación y que desafiara al pronóstico médico. Sentí que sería para él mejor seguir viviendo ya que no tenía molestia alguna. Pero no lo hice. Me dio las gracias por nuestra amistad, después un abrazo y subió al auto. No había querido perturbar la decisión de su familia.
Al recibir esa llamada y colgar, me fui tan rápido como pude al hospital pero al llegar, Ted ya se había ido.
Todo ese día estuve asistiendo a la viuda en los trámites y en contratar los servicios funerarios.
Coincidentalmente las jacarandas estuvieron presentes desde la salida del hospital hasta el velatorio en el cementerio.
Fue otro amigo de toda la vida, Hugo. más joven que yo, y a quien le pronosticaron un tumor. Las últimas semanas ya no podía trasladarse por lo que pasé por él para invitarlo a desayunar. Fue un ritual de despedida. Platicamos de la vida, de su fugacidad y además de cómo había ya organizado su testamento y la repartición de sus bienes. De camino a su casa pasamos por una calle pletórica de jacarandas. Me dijo: ¡Qué lindos árboles son! Te fijas como se ve todo de morado. Al poco tiempo se fue.
La vida florece, nos inunda con sus vibrantes emociones como los colores de la naturaleza. Aprendemos, disfrutamos y pensamos que tenemos una eterna primavera. Pero no, no es así.
La vida es fugaz, como la flor de las jacarandas. Ahora que estamos todos decididos a enfrentar la pandemia, nuevamente florecen las jacarandas. Esta gran oportunidad que tenemos de re-encontrarnos a nosotros mismos, replantearnos la importancia de vivir la vida, lo que tengamos disponible de tiempo, pero que hagamos un giro total a nuestra existencia porque lo esencial de la vida se resume en pocas acciones:
- Amar
- Disfrutar lo poco o mucho que uno tenga
- Cuidar nuestro cuerpo
- Ser feliz y
- Vivir siempre con agradecimiento.
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