La importancia de la Soledad

Para muchas personas les produce angustia el estar solos.
A otras personas les da por expresar conmiseración cuando se enteran de que alguien está solo o inclusive, dicen con sorpresa . “¿Y no se sentirá muy sola?”

La soledad es un estado natural del ser humano desde el momento en que nacemos. Después de los nueve meses –en promedio– de gozar las mejores vacaciones en la matriz de nuestras madres, un buen día nos cortan el cordón umbilical , suspenden el alimento gratuito e interrumpen el tiblo y agradable clima artificial con el que nos encontrábamos flotando en el líquido amniótico.

Se da el estira y afloja del parto.
Es una expulsión obligatoria que a veces –me imagino–, que las dificultades mismas del parto las produce el producto o individuo que se resiste a salir.

Una vez afuera y superado el llanto inicial, el bebé empieza a aprender a vivir en soledad.
Nos lleva aproximadamente de uno a tres años el aprender a estar solos, a dormir de forma independiente en nuestra cuna y a comenzar a lidiar con nuestras necesidades de forma solitaria.
Después empieza la obsesiva inquietud de los padres por obligar a los niños a socializarse y abandonen las “enfermizas” prácticas de jugar solos. Escucharemos frases como:
“Lo metimos a la guardería para que empiece a socializarse”
“Anda, juega con tus amiguitos, no juegues solo”.
“Comparte tus juguetes con tus hermanitos, no me gusta verte solo”.

De tanto machacar la idea de que la soledad es mala que los individuos empezamos a considerar a la soledad como algo negativo.

Llegarán los días en que presionen a las chicas a casarse porque de otra manera “…se quedará sola”. “Se le va a ir el tren y vivirá sola”, etc.

No se diga cuando llega el momento en que la familia se desintegra porque los hijos se van y viene la temporda del “nido vacío”.
Escucharemos continuamente: “Pobrecitos, ya se quedaron solos”. O la consabida frase: “Fulanita, tan feliz que era atendiendo a toda su familia y ahora se ha quedado sola, pobre de ella.”
El divorcio escandaliza a muchos porque anuncia un periodo de soledad a la otrora pareja que se había comprometido a vivir “juntos para siempre”.

Lo que es un hecho irrefutable consiste en que desde que uno nace hasta que uno muere, la soledad estará presente. La agonía y muerte es parte de un acto de soledad como lo fue nuestro nacimiento.

La soledad nos sirve para reflexionar, analizar cualquier cosa que esté en nuestra mente, apreciar lo que tenemos, planear lo que buscamos y finalmente empezar a conocernos a nosotros mismos.

No en vano a la entrada del templo de Apolo en la antigua Atenas, Grecia, estaba inscrito en el mármol la lapidaria frase: “¡Conócete a ti mismo!”.

Conocerse a uno mismo es la tarea que llevamos asignada desde fábrica en nuestro nacimiento y que supuestamente habremos de lograr cumplir cuando nos llegue el momento de morir.

La soledad es tan necesaria como la agradable compañía de quienes queremos.
Programar días, horas o momentos de soledad en nuestras vidas es sin lugar a dudas, un sano ejercicio de desintoxicación.

 

 

 

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