Las palabras son entes vivos.
Nacen dentro de un grupo social formando parte de la lingüística o sea de la lengua estructurada en esa comunidad, con marcos de referencia común pero una vez que nace la palabra (imaginemos como un polluelo o un bebé), la palabra se va convirtiendo en un ente autónomo y se va alimentando, combinando y creciendo hasta llegar a una madurez. En ocasiones, esa palabra cambia de sentido y se le empieza a usar para expresar algo diferente.
Un ejemplo de ello es la palabra humildad. Etimológicamente la palabra “humildad” proviene del latín “humus” que significa tierra y su derivación “humilitas” que al agregar el sufijo “itas” lo refiere a la cualidad del ser. Es decir, el ser de la tierra, el que pisa o camina en la tierra: humano. Quien pisa la tierra, quien camina asentándo sus extremidades inferiores al piso se interpreta como quien conoce la realidad. (tener los pies en la tierra, aceptar las cosas como son). De ahí que en su origen, humildad era una palabra relacionada con la aceptación de nuestras propias capacidades, limitaciones.
Esto dio lugar a que después se transformó en una virtud que se explicaba como la capacidad humana de tener conciencia, reconocer sus propias limitaciones, defectos, debilidades y reconocerlos sin temor a perder su propia valía.
En nuestro entorno actual se asocia la palabra humilde con pobreza, de ahí que cuando las personas se quieren referir a un determinado nivel socioeconómico, dicen que es una persona humilde (pobre).
La esencia de la palabra humildad se encuentra en su origen.
Quien es humilde es quien acept que ignora ciertas cosas , que está limitado en otras y que está dispuesto, abierto, a aprender y entender.
La ignorancia es el desconocimiento. Es la carencia del entendimiento de algo. Ser ignorante no es un defecto, es simplemente una situación que uno puede remediar a través de la búsqueda del conocimiento, de tener la curiosidad por aprender algo nuevo y asimilarlo.
La reciente pandemia que hemos padecido nos ha mostrado dos aspectos: que debemos ser humildes y aceptar nuestra frágil realidad ante la vida y la posibilidad de perder nuestra salud o la vida misma en cuestión de horas, o días. Nos obligó a pisar la tierra y vernos como seres limitados.
El otro aspecto que nos mostró esta crisis es que la mayoría de las personas somos ignorantes. Es decir, que sabemos poco de nuestra salud, de nuestro funcionamiento orgánico y de nuestro propio cuidado. Para matenernos sanos.
La lógica entonces sería que la mayoría fuésemos humildes y aceptáramos la ignorancia que es nuestro principal patrimonio. Sin embargo, se ha dado el fenómeno contrario. La pandemia detonó el gen de la soberbia y hemos sido testigos de infinidad de personas, de periodistas, conductores de radio y televisión, de articulistas, de familiares y amigos que de la noche a la mañana, envanecidos de su propia soberbia se convirtieron en “expertos” en salud pública, en vacunas, en virus y en afanosos críticos de las entidades encargadas de la salud y del gobierno.
Encontramos personas que recomiendan no vacunarse, que corren rumores de que nos vamos a convertir en esclavos de un círculo de intereses poderosos, etc.
Toda esa vorágine de ignorantes expertos y de perversos politizados que han pretendido usar la pandemia como vehículo para manipular a la población están causando risa para quienes comprenden con humildad la realidad.
El primer “papel” o publicación científica que alertaba de la probable erupción de una pandemia data de 2013. Se le entregó a Obama quien hizo caso omiso porque prefería enfocar todos los recursos al famoso “medicare” y dejó en olvido el tema.
En 2018 tuve oportunidad de reunirme con los más famosos expertos en virus y vacunas de la industria avícola. Me asignaron entrevistarlos. En ese grupo científico estaba el mexicano recién fallecido Dr. Fernando Galindo (+). Dentro de todos los que entrevisté, hubo una Doctora que me dijo en inglés y en referencia los virus de origen aviar como el H1N1 que conocimos como la influenza aviar de 2016: “Se ha abierto la caja de Pandora y me horroriza pensar en lo que puede pasar”.
El resumen de todo esto es que:
1. Los virus mutan, se transforman y continuamente representan un desafío para la salud.
2. Las vacunas son un escudo protector no para erradicar al virus sino para evitar daños graves en el deterioro de nuestra salud y de riesgo de muerte, por lo que vacunarse es fundamental.
3. Es evidente que tarde o temprano deberemos re-vacunarnos ante la amenaza de las mutaciones que tendrá que presentar irremediablemente el virus.
4. Que los cuidados en materia de higiene y asepsia los debemos de convertir en parte de nuestra forma de vivir.
5. Que debemos volver a ser humildes, aceptar nuestra ignorancia, evitar andar pretendiendo que somos expertos conocedores de algo que sabemos no conocemos y dejar de insultar, agredir, criticar y humillar a las personas que están cuidando de nuestra salud.
Al reconocernos ignorantes y aceptarlo con humildad estamos dando un paso cuántico para mejorar y aprender como seres humanos.
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