El Itsmo de Tehuantepec es una región diferente de México.
Es una zona que se distingue por haber albergado a poblaciones de origen Zapoteco. Posee una orografía de planicies infinitas con vientos muy fuertes en ciertas zonas, que son parte de los denominados vientos aliseos.
Los zapotecos fueron desde sus orígenes excelentes comerciantes, joyeros de oro y textileros produciendo espléndidos bordados. Pero a la vez, son pobladores muy orgullosos de sus orígenes y lengua.
A pesar de haber sido asediados por los Mexicas, supieron mantenerse con bastante autonomía y a la llegada de los españoles fueron muy resistentes a su sometimiento. Tan es así, que hoy en día siguen siendo muy rebeldes a la dominación centralista del PRI. Ya hace varias décadas lograron tener gobiernos independientes y movimientos de insurreción política.
Aunque de pequeño viajé por la zona itsmeña y me impresionó la fuerza de los vientos de “La Ventosa” que sacudían los autos y trailers, mi regreso a esa zona fue diferente.
En el invierno de 2014 decidí ir a Juchitán para conocer más a los pobladores de esas localidades ya que estoy escribiendo una novela que se desarrolla en esa zona.
Mi documentación se basaba en bibliografía y una singular página de internet que encontré donde un emigrado zapoteco avecindado en los E.U. ha estado financiando el portal para mantener unidos a los zapotecos en su lengua y cultura.
Para llegar a Juchitán, alí de la Ciudad de Oaxaca por una sinuosa y estrecha carretera que va entre acantilados y montañas. Partí muy de mañana el 25 de diciembre y disfruté de los paisajes más inimaginables. Es una muy peligrosa ruta de impactantes acantilados y después de más de 6 horas llegué a la parte baja de las planicies de la tierra caliente: el Itsmo de Tehuantepec.
Me hospedé en un hotel pulcro y provinciano, de esos hoteles de antes. Hoteles que abundaban en México a lo largo de la república y que desgraciadamente han perdido el mercado por los hoteles tipo “gringo” que huelen a polvo por sus alfombras infestadas con los invisibles ácaros.
No conocía a nadie en Juchitán. Ya ubicado en mi habitación, abrí mi lap-top e ingresé a la página de los zapotecos y escribí un correo: “Estoy en Juchitán hospedado en el hotel “X”, no conozco a nadie y deseo adentrarme en la cultura zapoteca”.
Dejé encendida la lap-top y me fui al centro de la ciudad.
El mercado estaba en su bullicioso ambiente, había múltiples puestos que expendían costales de camarón seco y todo tipo de vegetales, carnes e inclusive iguanas. Las mujeres vestidas con sus ternos multicolores de tipo tehuanas hacían el comercio y la mayoría de las personas hablanban en zapoteco. Entre los portales de ese zócalo-mercado me senté en un merendero y donde pedí de comer. Me sirvieron una enorme tlayuda con cecina. La mayora y su asistente, vestidas y enjoyadas a la usanza eran robustas, me las imaginé como del tamaño de esos refrigeradores de doble puerta.
Por más que les hice plática solo me respondían de forma escueta. Junto a mi se sentaron jóvenes comerciantes que venían de Chiapas. Ellos sí conversaron conmigo amigablemente lo que contrastaba con el hermeismo de las zapotecas que me atendían. Finalmente, desolado, sin poder entablar una relación que me ayudara a conocer más de la cultura y las tradiciones de la región, regresé al hotel.
Para sorpresa mía en mi laptop había un mensaje de parte de Antonio hermoso ¿?
Me dijo: Si quieres adentrarte en el mundo zapoteco ve con el Sr. Óscar Carsola en la calle X número Y.
Me emocioné y salí del hotel buscando el domicilio indicado. Llegué a una construcción como de los 80´s de varios pisos que albergaba un hotel desangelado.
Una señora de abultado vientre jugaba con sus niños pequeños en la oscura recepción. Pregunté por Don Óscar y me dijo que se había ido ya a su casa. Le saqué con tirabuzón el domicilio, mismo que estaba a escasas 2 cuadras.
Al llegar al inmueble empecé a tocar el timbre en una puerta de enrejado de hierro pintada de blanco. Nadie respondió. La construcción era grande y hacia la esquina vi a un par de mujeres que abrían otra reja similar mientras me observaban.
Me dirigí a ellas y pregunté por el señor. Tres jovencitos que estaban junto a las señoras dijeron que ellos también buscaban a Don Óscar. Nos pasaron a todos a un corredor largo, lleno de sillas de madera labrada. Nos sentaron como si fuera una sala de espera y ahí fue como logré traspasar el hermético umbral hacia el mundo de los zapotecos. En otra entrega se los contaré.
Ahora vemos, –después del terremoto–, las primeras imágenes de un Juchitán devastado. Un pueblo en pie de lucha por reconstruirse, una población de personas acostumbradas al entorno agresivo como el que ahora han enfrentado con valentía contra los invasores que con sus proyectos eólicos –principalmente de empresas españolas –, los han estado acosando e inclusive matando para apoderarse de sus terrenos. Esto se ha derivado de la impunidad generada por las “reformas” del sr. Peña.
Los zapotecos del Itsmo y los avecindados en Juchitán, son una población orgullosa de su identidad que estoy seguro saldrá más fortalecida después de esta tragedia. Habrá que esperar a que pase la marabunta de políticos federales que ahora andan tomándose “selfies” entre los escombros y alabando al glorioso ejército mexicano por su “ayuda”. Un ejército que solo supo saquear a los damnificados dela derruida Ciudad de México en los simos de 1985 ante la manifiesta ausencia de Miguel de la Madrid que escondido en Los Pinos durante tres días no supo qué hacer.
Tengo fe que los pobladores de Juchitán se levantarán con el mismo brío que lo han hecho en pasadas circunstancias ante el dolor y la tragedia.
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