Especies en extinción

Llevamos ya varias décadas siendo informados sobre las especies animales en extinción.

Hay dos tipos de grupos ecologistas: Los que realmente están haciendo algo por salvar a las especies y hay otros grupos que se han convertido en parásitos y manipuladores del tema ecologista para ascender en la visibilidad pública y en muchas ocasiones, recibir donativos o pagos por parte de gobiernos, empresas e instituciones a nivel mundial.

Los grupos sociales se enfurecen cuando ven el impacto del cambio climático en nuestro planeta y los ciudadanos entran en psicosis ante las contingencias ambientales en las ciudades. Ahora nos alarmamos de ver las oleadas de plástico que inundan los cauces de ríos, lagos y mares. Es verdaderamente angustioso ver la deforestación, los incendios y cómo los daños que está sufriendo la región del Amazones viene a repercutir en la invasión de sargazo a las playas caribeñas de la Ribera Maya mexicana.

Ya desde mis años universitarios tuve una confrontación con el que supuestamente iba a dirigir mi tesis pues consideró que el tema de la “Contaminación ambiental” no era relevante para México. Nunca olvidaré el eco de sus torpes palabras en un cubículo universitario.

Hoy estoy convencido que la especie que más peligra en el planeta es el hombre. Somos los seres humanos quienes destruimos a la naturaleza, impactamos a los seres vivientes sean animales, vegetales o deterioramos los recursos naturales.

Y para mí la razón es simple: Tenemos en fase terminal nuestra capacidad de amar.

Sí. El amor está agonizando dentro de millones de seres. Me refiero al amor verdadero no al amor por el dinero o las cosas materiales que deberíamos verbalizar como “la ambición por el dinero” pues dista mucho de ser amor.

El amor había sido por siglos un tesoro innagotable que daba energía a la vida de los seres humanos. Desde los orígenes del lenguaje humano las expresiones de afecto son las primeras frases construidas y deviene luego la poesía cargada de palabras que se refieren al amor, luego vendrá la música y las otras obras de la creatividad y en gran parte de su narrativa se expresan sobre el amor y el desamor.

Las célebres cartas de amor e inclusive los epitafios sobre las lápidas se refieren al potencial inconmensurable que teníamos los humanos de la capacidad de amar.

¿Qué ha pasado?

Que trastocamos la dimensión del amor por los convencionalismos sociales, por nuestras limitaciones educativas y lo convertimos en un pasatiempo fugaz que sin darnos cuenta lo fragmentamos hasta asfixiarlo. No me refiero al matrimonio o a las relaciones de familia, me refiero a la cosificación del amor donde se dan las relaciones de interés, ya sea económico o de posición social. Se verbaliza con “búscate una pareja de un mejor nivel” o “ése no es un partido para ti, tiene x o z características que no van con tu estatus”. En fin uds. conocen las mil frases descalificadoras.

Pero el amor empieza por uno mismo. Y al carecer de nuestra autoestima, autorespeto vamos dilapidando la capacidad de amar. Vemos con asombro cómo las personas se refieren despectivamente a su propia persona, a las otras personas, a su país y eso es sinónimo de no amar a su terruño. Al no amar a su tierra no se puede amar a la naturaleza y empezamos a deteriorar nuestro ambiente. A festinar la desaparición de las especies animales. A presumir el desarrollo civilizador a ultranza.

Pavimentamos la tierra para sepultar materialmente la vida.

La única forma de salvar a las especies animales y vegetales es convivir con amor al prójimo, el amor a sí mismo y el respeto por conservar los tesoros emocionales que poseemos.

Varias veces nos tacharán de “románticos trasnochados”. Pues sí, debemos admitirlo. Somos cursis, melosos, anticuados. Nos pueden marcar con todas las etiquetas de las baratas de primavera-verano. Lo que no debemos permitir es que la presión social nos asfixie la virtud de amar.

Quien no se ama a sí mismo no puede amar al otro. Quien no ama a los otros no puede amar a la Naturaleza. Y si no amas a la Naturaleza no puedes amar al ser supremo en quien posiblemente crees.

Finalmente:  Quién no ama, no vive.

¡Salvemos a nuestra especie en extinción!

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