Una mujer que da vida requiere de todo un proceso mental para entenderse y asumirse como madre. Hoy vemos en las celebraciones del Día de las Madres, cómo se desquicia la ciudad y el país entero está efervesciente en la celebración del día de la madre.
¿Por qué es tan fuerte ése deseo de reconocer y festejar a la madre?
Si lo tratamos de responder desde un punto de vista fisiológico, la explicación es muy clara: Una mujer gesta al embrión durante nueve meses hasta llegar a término. Posteriormente habrá de procurarle cuidados físicos desde la alimentación hasta el baño e higiene en general. Pero desde el punto de vista psicológico, se presenta un imbricado proceso de afiliación que comienza desde mucho tiempo atrás del mismo parto.
Su mente se va confrontando con una realidad física nueva que presagia el embarazo.
Una vez comprobado el estado de preñez, la mujer imagina al hijo que habrá de tener, lo que se denomina bebé fantasma. Tal y como lo explica la Dra. Leticia Solís-Pontón en su libro, LA PARENTALIDAD (Editorial Manual Moderno). Existen varios hijos en la mente de ésa mujer embarazada, ya que desde niña jugó a ser mamá y lo imaginó, ahora que sabe quién es el padre de su futuro hijo, tiene en mente a un niño con los rasgos físicos del progenitor y en el alumbramiento, descubrirá el rostro de un niño completamente diferente a los niños fantasmales, es decir, encontrará al niño real. Pero ahí no termina la maternidad. Vendrá después la necesidad de amamantarlo, hasta que poco a poco vaya tornándose en un ser independiente. Cuando se rompe el cordón umbilical físico, se inicia el apego hacia un cordón espiritual, amoroso e imaginario que difícilmente se habrá de romper a lo largo de de la vida de esos dos seres. La madre y el hijo, estarán unidos por muchas razones y tendrán un silencioso pacto, de mantener el vínculo lo más fuerte posible. Cada madre y cada hijo son diferentes, pero no debemos de dejar asombrarnos por lo maravilloso que puede ser esta relación y lo enfermiza que puede tornarse si alguno de los dos, o los dos, no saben afrontar los cambios de cada etapa.
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