El cuaderno

Es casi seguro que todos recordamos nuestros primeros cuadernos de la instrucción primaria.

Las mamás les ponían afanosamente las etiquetas con nuestro nombre. Algunas los ponían a mano, otras a máquina de escribir o en las cintas adherentes con letras tridimensionales conocidas como Dymo y hoy quizás lo hacen con la computadora.

Amorosamente los forraban.

Sin embargo, hay un cuaderno que nunca vimos y que normalmente viajamos por la vida sin conocerlo.

Este cuaderno nos lo entregan en blanco. Las primeras páginas las empiezan a escribir nuestros padres. En muchas ocasiones también nuestros abuelos nos escriben algunos párrafos. Después, un buen día, nosotros tendremos que escribir en el cuaderno desconocido. Muchas páginas o pocas –nunca lo sabremos a ciencia cierta—, irán formando nuestro cuaderno.

Al final de nuestros días, cuando llegué el momento de partir, tomaremos discretamente el cuaderno entre nuestras manos y será el único equipaje que llevaremos a cuestas.

Un cuaderno pleno de ternura que nuestros padres nos entregaron en blanco y que nosotros habremos de llenar día con día.

 

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