La península de Yucatán aún nos depara muchas sorpresas. Generalmente la identificamos con su glorioso pasado Maya y su trágica prosperidad de las Haciendas Henequeneras. Pero hay mucho más por descubrir en este territorio sin montañas, la eterna planicie cubierta de una selva no húmeda que no nos permite saber hasta donde alcanza el horizonte.
Cuando se visita a Mérida, o las poblaciones turísticas como Chichen Itzá o Uxmal, uno ve que le ofrecen hamacas, blusas bordadas, vestidos típicos como los huipiles (allá les dicen hipiles) o los afamados ternos de las mujeres mayas.
Esta primavera tuve la oportunidad de visitar varios de los pequeños poblados con la misión de filmar un documental sobre la confección de prendas en la zona. La experiencia fue sorprendente. En cada hogar, existe una máquina de coser y una mujer o un hombre que saben «costurar». Este termino equivale a «crear» bordando y confeccionando las prendas.
El vínculo emocional con la costura, frecuentemente una tradición que se hereda, me fue permitiendo deshilvanar una realidad: La costura artística es un orgullo que a la vez sirve para generar entradas económicas al hogar y lo más importante, une las vidas de las familias en el quehacer de confeccionar, bordar y vender. La hospitalidad fue increíble. Me trataron con gran afecto, me permitieron entrar hasta lo más privado de sus hogares o talleres. Pudimos filmar sin contratiempos y en todas las pláticas que sostuvimos con los distintos personajes, había un denominador común: «Mi sueño…» Así es el hilo de sus áquinas de coser unía a las generaciones y el sueño repetido era el que algún día desearon tener la máquina de coser que hoy era realidad. Y con esa máquina, construyeron un futuro mejor para ellas, ellos, para sus familias enteras. En otras entregas les narraré a detalle, las personalidades y las vidas de mis honorables anfitriones Mayas.
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