Eternas enemigas

Se tenían que reunir tarde o temprano.
La situación se había tornado ya imposible.
No era ajustar cuentas o reclamar imprecisiones; se trataba de definir,
De una vez por todas, los límites de acción de una y de otra.

La vida estaba ya cansada de los arrebatos de la muerte.
Y ésta se sentía profundamente molesta ante la persistencia de la vida por aferrarse a su situación y negarse al cambio.

Terminaría la reunión sin llegar a ningún acuerdo.
Dios esbozó una sonrisa y para continuar su sueño se tapó el rostro con una nube.

Juan Okie G.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *