La Güera

Recordarán que cuando descubrimos la escuelita abandonada los pobladores temían a la propietara de la Hacienda La Concepción a la cual apodaban “La güera”.
Resulta que un sábado estábamos dando clases cuando algunos de los niños súbitamente se pusieron de pie y se asomaron por las ventanas.
-¡La güera! ¡La güera! –, gritaron atemorizados.
Y al ras de las ventanas ví que pasaba la cabellera ensortijada y pelirroja de una mujer de baja estatura que solo percibí por sus chinos teñidos.
Para acceder a los salones tuvo que bordear toda la construcción. Ni corta ni perezosa la mujer se apareció por el pequeño corredor. Me salí del salón.
La mujer furibunda comenzó a reclamarme:
-¿Quién les dio autorización de abrir esta escuela? ¡No ve que es propiedad privada!
Su rostro de piel blanca y abunantes pecas se encendió ruborizándose de coraje.
Me quedé mirándola con profunda calma.
-Estaba abandonada y los niños necesitan aprender a leer.—respondí.
Los chicos se amontonaban en las puertas de los 3 salones mirando la escena.
-¡Se tienen que ir de aquí!—argumentaba la mujer, ya de una edad otoñal pero visiblemente alterada.
En eso, las “maestras” de los otros salones salieron. Una de ellas, Olivia Gall la reconoció y le dijo: “Neoma”
Aturdida, la güera volteó y cambio su semblante exclamando: ¡Olivia!
La tensión disminuyó, se saludaron de beso y resultó que la mamá de Olivia era vieja conocida de la famosa güera. Se negoció que siguiéramos abriendo la escuela siempre y cuando existiera un contrato donde reconocíamos su propiedad.
Mi abuela materna me ayudó llevándome al notario y pagando los costos. Firmé un contrato de “comodato” para ello, llegó a firmarlo a la notaría Neoma y su marido, un hombre alto, más joven que ella. Vivían en Suiza ya que él trabajaba como representante de México ante los organismos internacionales, era Jorge Castañeda de la Rosa.

“La güera” se tranquilizó con el contrato. De vez en cuando pasaba a darse su «vuelta» y verificar que las ruinas y terrenos no fuesen invadidos. Uno de esos sábados andaba inspeccionando su propiedad cuando en el camino de terracería se acercó un auto negro conducido por un chofer. Del auto bajó un joven de cabello entre rubio y naranja, piel blanca salpicada de pecas y edad indeterminada.
La»guera» sorprendida salió a su encuentro. Hablando en inglés se saludaron con familiaridad. La mujer le preguntó la razón de su visita y el individuo respondió –también en inglés–, pensando que no le entenderíamos:
–¡Vengo a ver cómo viven los sucios mexicanos! (I came to see how the dirty mexicans live!)

Era Jorge Castañeda Gutman. Años después lo vería “lambisconeando”a Cuauhtémoc Cárdenas junto con Adolfo Aguilar Zinser. Después se le conoció más cuando como “canciller¨ profiorió la célebre ofensa a Fidel Castro del “comes y te vas”.
Luego ha pretendido ser presidente de México y recientemente impulsaba la idea de ser candidato “independiente”.

Evidentemente jamás crucé palabra con él porque los “sucios mexicanos” no podemos hablar con los “buenos y limpios”.

Transcurrieron varios meses más en nuestra labor docente hasta que un día al regresar de la jornada escolar y querer abordar nuestro auto –que teníamos que dejar a la vera del camino–, vimos que nos habían ponchado dos de las llantas.

Todavía regresamos un par de semanas más a La Concepción. Los chicos temerosos nos decían que nos cuidáramos porque se oían chismes de que nos querían matar.

Años después, ya con la carretera asfaltada llegué a “La Concha” como invitado a una boda. El derruido casco estaba reconstruido y la huerta lucía esplendorosa ahora con jardines bien regados. Ahora se alquila para eventos el lugar.
Vinieron a mi mente muchos recuerdos.
La emoción me invadió al descubrir la escuelita reconstruida y verla bardeada con un letrero oficial que dice “Escuela preescolar 30 de abril”.

Seguía viva la escuela donde tratamos por primera vez enseñar a leer y a escribir a unos niños de mirada hermosa, ávidos por descubrir las letras y que disfrutaban de dibujar con los lápices de colores.
A la antes abandonada escuela de desvencijada construcción le cambiaron el nombre pero en mi mente le seguiría llamando “Titiní”.

***

Nota: Originalmente a esa zona se la llamó Titiní, transformándose después en Barrio de Titiní y posteriormente se le denominó “La Concepción” con la llegada de los Jesuitas .
Pertenece al municipio de “Tepotzotlán” cuyo origen Náhuatl viene de Tepotzotli o Teputzotli, que significa joroba y, “Tlan”, entre; así el significado es “Entre Jorobados”.
El Escudo del Municipio está integrado por los siguientes elementos:
I. El templo de San Francisco Javier;
II. Los Arcos del Sitio del Acueducto de Xalpa;
III. Un Tractor;
IV. Una Industria; y
V. El Glifo del Jorobado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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