En estos tiempos que por intereses económico-bancarios cambian nuestros horarios de vida y nos alejan del horario de la naturaleza, reflexiono sobre el reloj del corazón. En nuestro interior hay un tic-tac que se encendió desde el momento de nuestra concepción y que invariablemente habrá de detenerse a nuestra partida terrenal.Es un reloj que generalmente marca los minutos y las horas percibidos a través de sus latidos, sin embargo tiene un dispositivo poco conocido.
Sí, el reloj del corazón también nos marca el ritmo con el que nos debemos enamorar, expresar nuestra ternura y preservar el ritmo de los cariños que vamos acumulando a lo largo de la vida.
Este curioso dispositivo nos acelera cuando descubrimos que alguien nos gusta o que le gustamos a alguien. En nuestros primeros años de mariposas en el estómago, nos late furibundamente e impulsa la sangre a nuestro rostro, provocándonos que nos ruboricemos. Nos sudan las manos y tartamudeamos al hablar con el objeto de nuestro deseo.
Ya en la intimidad, nuestro reloj del corazón se acelera en el bello ritual del amor.
Hay momentos en nuestra vida en que el reloj del corazón late lentamente al sentirse abandonado y no quisiera seguir con su monótono discurrir. Pero siempre encontrará la oportunidad para recuperar su ritmo y descubrir el nuevo motivo para latir con fuerza.
A nuestro reloj del corazón nadie puede modificar su horario. Por más que los funcionarios públicos o los banqueros hambrientos de jugar a la bolsa lo desearan, nadie podrá cambiar el ritmo que solo se detendrá inesperadamente cuando el que decidió darle cuerda, considere que ya dio lo que debía dar.
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