El Beso fugado

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Había sido una triste vida de infortunios. Resignado por la comodidad que le daba la fidelidad, el beso había optado por la rutina de la monogamia.
Escasamente afloraba con un «buenos días» y terminaba con un «buenas noches, que descanses».
Un día ya no pudo más. Se armó de valor y se escapó de su propia oscuridad.
Deambuló sin destino fijo prodigando sorpresas, pasiones y encendidos arrebatos.
Todos los días fueron diferentes. Gozaba de una exquisita sensualidad y sin arrepentimiento alguno aceptó su nueva condición de promiscua infidelidad asumiéndose simplemente como un «beso fugado».

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