El Ahau de Yo’ki’b(1) estaba muy molesto. Noticias recientes le informaban de que había disturbios severos en Dani Baá (Bonampak).(2) El sabía que de ninguna manera era un Imperio hegemónico y eso le imposibilitaba como monarca intervenir abiertamente en los acontecimientos de otras ciudades-estado. Aunque la ciudad de Yo´ki´b era una de las más poderosas de la cuenca del Río Usumacinta y su rivalidad con Yaxchilán se había acrecentado, le preocupaba el futuro de Dani Baá. La cercanía de Yaxchilán con Dani Baá era de escasos dos días caminando por la selva o de un día en canoa, si se navegaba por el río, lo que facilitaba la injerencia comercial de una ciudad con otra. Lo que era insoportable es que estuvieran intrigando al Ahau de Dani Baá porque eso provocaba un desequilibrio político en la región.
Mandó llamar a Aal Chaac (hijo de relámpago), un hábil espía que le era útil para investigar e informar rápidamente de lo que estuviese pasando en otra ciudad. Hijo de relámpago tenía grandes cualidades lo que le permitía pasar desapercibido entre los enemigos. Sin ser muy joven, Aal Chaac poseía la seriedad y vitalidad necesaria para hacerse pasar como un comerciante o porteador de alimentos. Aal Chaac se relacionaba fácilmente con la gente, cambiaba el tono de voz, poseía amplio vocabulario para asimilarse en cualquier poblado y tenía la experiencia de un jaguar para olfatear el rastro más insignificante, allegarse información y así dar con el enemigo.
El avesado espía llegó a entrevistarse con el Ahau y después de rendirle los honores que le corresponden como gobernante, escuchó con detalle la misión que se le encomendaba. Acordaron que se haría pasar por un mercader de pinturas y joyas.
Las pinturas que vendería serían de dos tipos: las que usualmente se utilizan para el decorado de muros y frescos —muy apreciadas por los arquitectos y artesanos— así como las pinturas que se utilizan para decorar cuerpo y rostro. Estas últimas servían como ornamento de nobles, sacerdotes, guerreros y se les aplicaba a prisioneros de alto rango que fuesen a ser sacrificados. La joyería que vendería sería a base de jadeíta, y “xixim” (conchas y caracoles de mar) que se utilizan para los grandes rituales.
A la mañana siguiente, cuando apenas iniciaban su canto las aves y la niebla de la selva húmeda se elevaba, Aal Chaac salió con su cargamento de mercancía. Lo acompañaba su vasallo, un mudo que le era muy útil en este tipo de misiones. Se embarcaron en el cayuco de madera de una sola pieza y comenzaron a remontar el río. El viaje les llevaría varias jornadas desde la “Gran Puerta” de Yo’ki’b(2) hasta Dani Baá.
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(1)Yo’ki’b («La Entrada» o «La Gran Puerta» ).
(2)Las poblaciones Mayas eran ciudades-estado gobernadas por una casta noble y mantenían su hegemonía a través de alianzas, relaciones comerciales y en ocasiones vínculos matrimoniales.
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El río lucía hermoso, sus aguas diáfanas y cristalinas eran muy diferentes de las ocre y turbulentas en la época de lluvias. En ciertos tramos, la fronda de los árboles hacía un arco que mitigaba con su sombra los lacerantes rayos del sol. Los dos navegantes pasarían forzosamente por Yaxchilán donde tendrían que aparentar ser comerciantes de Toniná y perder un día mercadeando para así no levantar sospecha alguna. Así lo hicieron y en la siguiente jornada pudieron llegar sin contratiempos a su destino.
En el embarcadero, después de librar la garita de vigías se dirigieron al barrio de comerciantes y pidieron anuencia para mercar tal y como estipulaban los protocolos entre los Mayas. Rápidamente se enteró Aal Chaac que un cruento levantamiento había sucedido hacía unas semanas y ahora un usurpador se ostentaba como el nuevo Ahau. Se trataba de Chan Muwan II (pequeño búho) que con un grupo de sediciosos guerreros había sorprendido al joven e inexperto Ahau que gobernaba Dani Baá.
Veintinueve nobles de la corte del depuesto Ahau habían sido sacrificados sin misericordia ni ritual. El Ahau había sido hecho prisionero y su destino era un enigma en ese momento. Por más que preguntó el nombre del depuesto gobernante nadie se atrevió a decírselo ante el temor de irritar a la nueva clase dominante que había decretado llamarle “el innombrable”. Su simple mención irritaría en especial a Chan Muwan II que se esforzaba por legitimarse. Chan Muwan II sustentaba su poder en el apoyo militar que estratégicamente le había dado su cuñado, el Ahau de Yaxchilán.
La esposa mayor o sea la mujer principal de Chan Muwan era la señora Chaak Conejo y habían vivido muchas jornadas ocultos en Yaxchilán ambicionando el poder. Finalmente lo consiguieron al avecindarse en Dani Baá y así orquestaron el golpe de estado. Aal también se enteró de que el primer acto de gobierno del nuevo monarca usurpador había sido ordenar construir sobre la gran pirámide un edificio anexo —de tres cámaras o habitaciones— cuyos portales daban a la plaza principal. El edificio estaba colocado a propósito en una de las plataformas superiores de donde gobernaría a la vista de todos. La obra avanzaba rápidamente.
Esa misma noche, después de que terminaron las actividades comerciales, Aal fue a buscar a Ek Ku, un antiguo amigo suyo que pertenecía a la nobleza. Era oriundo de Dani Baá. Un hombre muy respetado por sus conocimientos en astronomía. El encuentro fue muy grato.
—¿Qué te trae por estos lares amigo?
—Comercio, comercio…
—Siempre tan ocurrente, por eso yo veo y callo.
—Necesitaré de tu ayuda…
—Sabes, Aal Chaac, que siempre cuentas conmigo—.afirmó Ek.
Y gracias a sus recomendaciones, Aal pudo contactarse con los arquitectos que estaban construyendo para el usurpador. Les vendió con suma facilidad pinturas para el decorado del complejo arquitectónico. Eran pinturas, que además de ser de excelente calidad, ofrecían una variada gama de colores. Con la anuencia de los constructores, Aal tuvo oportunidad de entrar a ver las cámaras reales cuyos muros estaban ya aplanados y los artistas estaban trazando los dibujos ornamentales que cubrirían la totalidad de techos y paredes. Permaneció por largos ratos viendo cada uno de los tres aposentos. Su memoria fotográfica no perdía detalle. Su paciencia se asemejaba a la del Jaguar que observa con sus ojos penetrantes antes del felino ataque.
Las cámaras reales eran construcciones convencionales con sus techos en arco triangular —el llamado arco falso— pero los murales eran una obra monumental donde el Ahau pretendía legitimarse como gobernante narrando su historia y asumiéndose como protegido de los Dioses. En la segunda habitación observó a un Ahau vencedor… triunfante… sometiendo al joven prisionero. Ahí se detuvo a observar más tiempo. Volvería a tener más visitas al lugar que le darían la oportunidad de descifrar todos los mensajes contenidos en esas paredes.
Su llegada no había sido más que oportuna. Los dibujantes y arquitectos quedaron fascinados con los materiales que les ofrecía. Tal fue el revuelo causado por las nuevas mercaderías que el mismo Chan Muwan II lo mandó llamar y le compró pinturas corporales y joyería que ofrecía el supuesto comerciante de Toniná.
Hijo de Relámpago descansaba en la noche cuando escuchó ruidos afuera de la choza, pensó que seguramente era su vasallo que había tirado algún cacharro. Sin embargo, le pareció extraño ese descuido por lo que se bajó de su hamaca y, a través de las rendijas de los otates, se asomó. Vió que había llegado una anciana que trataba de darse a entender con el vasallo sin percatarse de que era mudo. Al ver que no había peligro, Aal salió al encuentro de la mujer.
—Buenas noches, venerable anciana, ¿Acaso la lechuza la orientó para llegar hasta aquí?
—No, gentil señor—repuso la desdentada vieja para continuar hablando mientras su lengua salpicaba saliva—me trae aquí una grave aflicción. Sé que uds. los comerciantes tienen formas de enterarse de muchas cosas por lo propio de su oficio.
—No siempre, no siempre, repusó Aal con su estilo de repetir dos veces la misma frase.
—Ha de saber que fui la nodriza del pequeño Balam, al que ahora lo tiene prisionero el traidor Chan Muwan II. Este tirano ha tenido la osadía de marcarlo como “innombrable” quitándole toda su dignidad de Ahau. Pues bien, yo sé que el Ahau de Yo’ki’b le tiene bastante afecto a mi amado Balam. Temo por su vida y quisiera ver si ud. tiene forma de mandarle aviso para que ayuden a rescatarlo. Mucho se lo ha de agradecer el corazón de esta anciana que su vida se desgrana como la mazorca del sagrado maíz.
—¿Pero dónde lo tiene oculto? Es tanto el temor que infunde el Ahau Chan Muwan a la población que nadie revela nada. ¿O acaso las lenguas de las serpientes son tan veloces que no hay ojo humano que se percate de ellas?
—Descuide ud. que para el corazón de una mujer que amamantó a una criatura, aunque no sea su hijo, no hay miedo ni misterio que la detenga. A Balam lo tiene encerrado en la gruta del Cenote seco—. afirmó con voz temblorosa —Está fuertemente vigilado por los hombres que vinieron desde Yaxchilán, esos que yo le llamo traidores de Yaxchilán—. afirmó con un dejo de odio.
—Vaya a descansar, admirable madre, yo habré de mandar al propio con el gran señor de Yo´ki´b para pedir su ayuda—, concluyó diciendo Aal mientras le daba unas palmaditas a la vieja y le rendía las caravanas de respeto —que nuestra madre Ixchel y los señores de la noche la guíen y acompañen.
La anciana se desvaneció en medio de la niebla que servía de cortina a la oscuridad de la selva.
Despuntaba el amanecer cuando el ruido de las chachalacas alertaban ya del veloz vasallo que había salido con rumbo a Yo´ki´b. Embarcó en un cayuco y se fue vadeando el río, contracorriente, un esfuerzo grande para un solo hombre. Muchas jornadas le esperaban antes de llegar con el críptico mensaje escrito en un pergamino de amate para el Gran Señor. Por su parte, Aal continuaba haciéndose el proveedor favorito de los constructores y a la vez del Ahau Chan Muwan II. Visitaba a los pintores para asesorarles sobre cómo mezclar los materiales. En la noche anotaba los detalles observados de los murales tratando de descifrar las claves de lo que expresaban paredes y techos. Los trazos estaban ya terminados en tinta roja, a excepción de un espacio central en la segunda cámara que extrañamente permanecía en blanco. Los artistas iban rellenando de color, con una velocidad digna de admirarse, combinaban la riqueza cromática de las pinturas suministradas por Aal con una narrativa que aparentaba ser muy explícita en cuanto a propaganda política se refiere y que sin embargo encerraban un gran misterio. Aal se obsesionaba por descifrar las pistas que señalaban el propósito de esta obra singular. A solas, en la oscuridad de su choza y bajo la parpadeante luz de las antorchas, iba reuniendo las evidencias.
Primer cámara: Procesión de sacerdotes y nobles. Los nobles charlan entre ellos. Una orquesta se despliega, tocan trompetas de madera, tambores e instrumentos diversos. Unos guerreros con manos de crustáceos verdes acuden al encuentro.
Conclusión:
Confabulación – preparan evento, pudiendo ser guerra o acometida militar. Acontecimiento consumado: Golpe de estado al Ahau Balam.
Segunda cámara: La guerra en su apogeo. Prisioneros con deformación craneana diferente a la de Ahau Chan Muwan II. Presumo son de la estirpe del Ahau Balam derrocado. Se les han arrancado las uñas como forma de tortura y se percibe que los preparan para el sacrificio. Al centro está el Ahaw Chan Muwan II triunfante, se exhibe como enlace de los Dioses y los hombres terrenales, hay un espacio sin dibujo ni pintura. Enigma a descifrar.
Conclusión:
La acometida fue de un gupo de insurrectos, compacto, bien pertrechados. Rompieron las nobles reglas de la guerra. Mataron sin piedad ni efectuaron los rituales de sacrificio aceptados entre nuestros pueblos – Faltaron el respeto a los señores dioses. Ahau Chan Muwan II muestra su soberbia prepotente como usurpador. No hay presencia del Ahau Balam.
Tercer cámara: Ceremonia festiva. Celebran triunfo los usurpadores con bailarines ricamente ataviados, usan máscaras de dioses. Se ve la familia gobernante haciendo autosacrificio de gratitud, se punzan lengua con agujas de maguey y sangran. Las mujeres se introducen mecates en los orificios de sus labios. Fechas numerales y nombres de los participantes. Está entre ellos el Ahau, la Señora Chaak Conejo y la suegra. Hay en un costado del muro otro espacio sin terminar.
Conclusión: Ahau Chan Muwan II conmemora el único evento militar importante de su vida, erigiendo estos aposentos para legitimarse y a la vez se hizo pintar divinizado.
Mientras tanto, a Yo’ki’b había llegado ya el vasallo mudo. Presuroso fue al palacio real a entregar el pergamino. Casi de inmediato lo recibió el Ahau. Estaba en su trono sobre pieles de lince y jaguar. Al leer el mensaje se puso de pie y sus puños se crisparon mientras continuaba leyendo el pergamino. Su semblante cambió de aspecto mostrando una ira incontenible. En el acto mandó reunir a sus nobles guerreros. Formó una brigada que habría de pertrecharse para salir de inmediato hacia Dani Baá. La encomienda era clara: rescatar al Ahau Balam prisionero. Para ello no podrían navegar cruzando por Yaxchilán. A una distancia razonable habrían que remontar la selva y montaña, literalmente rodeando a Yaxchilán y llegar a Dani Baá por la parte posterior y atacar a los guardias del Cenote seco, de tal suerte que liberaran al prisionero por sorpresa y se replegaran. Después vendría la gran guerra contra el usurpador y los traidores de Yaxchilán. Los guerreros se retiraron haciendo reverencias y preparándose para la encomienda. Al vasallo mudo le encargaron llevar nueva mercancía y aparentar su rutina normal navegando por el río.
Hijo de Relámpago salió de los aposentos con gran desesperanza. Aal deducía que no transcurriría mucho tiempo para que el Ahau Balam fuese sacrificado. La ayuda desde Yo’ki’b dilataría tanto como el doble de las jornadas que su vasallo hubiese tardado en llegar con las noticias. Había que articular una estrategia de emergencia que pudiese salvar al joven gobernante depuesto. Pero, “¿Cómo? ¿Cómo burlar la vigilancia tan estrecha? ¿Cómo engañar al usurpador para que pudiese escapar sin ser sorprendido?”
Esa noche le revoloteaban los pensamientos como el enjambre de moscos que, sedientos de su sangre, zumbaban en su cabeza. Desesperado, Aal salió de su choza y fue en busca de su buen amigo Ek Ku. Ek era un hombre rico y su residencia constaba de diversas chozas circundantes a una plaza solariega.
Desconcertado por la sorpresiva llegada de Aal, Ek salió de sus aposentos y para que no fueran escuchados, se alejaron hacia la cocina. Junto a una agonizante hoguera conversaron en voz baja. Aal explicó la urgencia de rescatar al Ahau Balam ante la inminente conclusión de los murales que sería motivo para celebrar y buena razón para su sacrificio.
—¿Tienes idea del riesgo que significa liberarlo?
—Lo sé amigo Ek, se desatará la ira de Chan Muwan II y de los jerarcas de Yaxchilán— repuso Aal —sin embargo, de no intentarlo, yo fracasaría en mi misión.
—Déjame pensar— y Ek bajó la mirada hacia la fogata sosteniéndose la barbilla con su mano derecha. Aal lo miraba fijamente, confiado en que la sabiduría y experiencia de Ek pudiera proponer una estrategia conveniente. Pasaron varios minutos hasta que Ek esbozó una sonrisa maliciosa y dijo:
—¡Ya sé lo que podemos hacer! Organizaré un festejo para Chan Muwan y su corte. Su debilidad es beber Balché* y Saká* por lo que podré distraerlos y quedarán en un estado que difícilmente tendrán raciocinio al día siguiente. ¡Ja,Ja,Ja!
—¿Pero y los guardias del cenote seco?¿Cómo los burlamos? Preguntó angustiado Aal.
—Debemos conseguir a una mujer que les ofrezca pozol con adormidera para facilitar la huída.
—Conozco a la madre de crianza de Ahau Balam, ella sería de confianza. Además por ser anciana no despertaría sospechas.
—Me parece bien. Hoy hago los preparativos para la fiesta de Chan Muwan II y tu debes aleccionar a la anciana. Te mando avisar cuando todo esté convenido.
Aal salió reanimado al sentir que aún brillaba luz de esperanza. A media mañana se dio a la tarea de buscar a la anciana y explicarle todo el plan. Ella debería preparar un delicioso pozol con adormidera y asegurarse que todos los guardias del cenote seco lo ingirieran. Ella debería esperar a que se le dijera el momento idóneo. Sin embargo, ella propuso hacer lo que acostumbra para eliminar los nidos de ratas:
—Las ratas mandan a la más anciana a buscar bocado. Si la rata regresa sana o no es atrapada, es señal de que el alimento es bueno y no hay peligro— dijo la anciana—. Así lo haré desde éste crepúsculo, pasaré por el cenote viejo llevando mi guaje con pozol sin adormidera, habré de escanciarlo a los jóvenes guardias. Así los acostumbraré a que confíen en mi y daremos tiempo para que el día del gran festín en homenaje al Ahau Chan Muwan se lleve a cabo.
—No cabe duda, madrecita, que la sabiduría de Ixchel te ilumina como la luz de la luna amorosa excita a las semillas y plantas para crecer frondosas.
—¡Déjate de zalamerías, Aal! Véte a cosechar más chismes de esos que pintan los presagios de la muerte de mi niño Balam y celebran al usurpador.
Y así lo hizo Hijo de Relámpago.
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*El balché, «vino sagrado» producto de la corteza de un árbol. Saká, «pozol sagrado»; árbol y maíz, plantas sagradas, significan vida y fertilidad. Utilizadas aún hoy en día en ceremonias como ofrendas para pedir ayuda y dar gracias al Dios Chaak por la lluvia en la milpa y la protección de los animales.
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Fue a las construcciones y al entrar a la segunda cámara vió que estaban construyendo una especie de banqueta o trono pegado a la pared. La parte central tenía una oquedad y aparentemente tendría una tapa de basalto labrada. Vendría a ser el trono propiamente dicho. Aal se preguntó a sí mismo: “¿Para qué el hueco?”
Los murales estaban ya casi terminados. La técnica seguida a base de cal aguada pigmentada daba un bello aspecto a todos los dibujos. El maestro pintor y sus ayudantes daban los últimos toques aunque permanecía el espacio en blanco a los pies del Ahau Chan Muwan. Se veía el yeso fresco, sin trazos ni pintura.
—¡De todas las ciudades que en que he mercado, en ninguna he visto tan hermosos apostentos! — exclamó Aal.
El maestro pintor cambió de semblante mostrándose gratificado y respondió:
—Son para mostrar la grandeza del Ahau Chan Muwan que es predilecto de nuestros señores los dioses.
Cuando Aal estaba por retirarse, llegó un emisario del Ahau para suplicarle fuese al palacio real pues su señor le requería. Aal tomó sus bultos con las mercaderías y siguió al emisario.
El Ahau se mostraba eufórico y lo recibió rompiendo el protocolo, como buen usurpador que no fue educado para ser rey.
—¡Amigo Aaal…el noble Ek Uk me ofrecerá un agasajo por mi asunción al mando y me urge contar con pinturas para decorar mi cuerpo!
—Gran señor Chan Muwan II sus deseos son órdenes para éste humilde mercader. Permítame mostrarle estos pigmentos que son los usados para festividades sociales.
Hijo de Relámpago desplegó sus mantas y colocó las vasijas mostrando la amplia gama de colores. El Ahau empezó a elegir como si fuese un niño pequeño.
De pronto, tomó un grupo de pinturas cuyos colores eran los utilizados para ungir a las víctimas de sacrificio.
—Señor nuestro, esas pinturas no son adecuadas para una fiesta. Son las que usamos para pintar a nuestros prisioneros en las ceremonias de sacrificio— dijo Aal en voz comedida.
También quiero de éstas—. Repuso tajante Chan Muwan.
Aal lo observó discretamente y vio en su rostro una expresión de engreímiento.
—Entonces también deseará Chak kancab (cinabrio)—. afirmó categórico Aal.
—¡No! No necesitamos Chak kancab para acompañar en su viaje a los muertos de mi estirpe. Aquí no tenemos nobles que hayan muerto recientemente, ni espero que haya un deceso en años.
Y con un ademán supersticioso alejó la vasija que contenía el pigmento funerario. Parecía como si hubiese visto a una ave de mal agüero o tratase de alejar al mal de ojo.
Terminó la transacción y ya en un estado más afable el Ahau Chan le invitó para el festín que habría de celebrarse en dos días.
Los dos días le iban a resultar eternos a Hijo de relámpago. Hacía los cálculos sobre el viaje de su vasallo y la posible llegada de los refuerzos. El tiempo estaba muy justo. Lo que le preocupaba más era el interés del Ahau por hacerse de las pinturas corporales que se usan para untar los cuerpos de los sacrificados. ¿Y el rechazo del Chak kancab? ¿Por qué enfatizó tanto en rechazarlo? ¿Acaso piensa retener por largo tiempo al prisionero y de esa forma atenuar el recuerdo de su reino? ¿O significaba que aún no tenía planes para sacrificar al Ahau Balam o posiblemente como lo calificaba de “innombrable” pretendía inhumarlo sin ningún respeto a su investidura?
La anciana madrecita le fue a ver a su choza y le informó que todo iba como lo habían planeado. Diariamente pasaba con su bule de pozol, se los ofrecía a los guardias del cenote seco y se los servía en jícaras. Ellos mostraban ya su aprecio a la bondadosa anciana y el recelo que pudiesen tener ya se había desvanecido.
—En dos días habrá el festín, venerable madre.
La anciana sonrió mostrando su boca desdentada.
—Ya aparté la mejor adormidera de la región. Los muchachos van a dormir como si estuviesen en el xibalbá (inframundo).
Los dos rieron de buena gana.
En la tarde, Aal se encontraba descansando en su hamaca cuando llegó un enviado de Ek Uk para participarle que le invitaban al festín que habría de ofrecerse en honor del Ahau Chan Muwan II. Aal agradeció la invitación y se puso a escombrar su vivienda. Le quedaban pocos días en Dani Baá. Al poco rato escuchó que alguien se acercaba. Se asomó y vio a su vasallo que llegaba cargado de mercaderías. Le dio mucho gusto el rencuentro lo que anunciaba buenas noticias. Aal abrigaba la esperanza de que todo saldría muy bien. Se metieron a la choza y a señas, como siempre se entendían, el vasallo le explicó que el Ahau de Yo’ki’b estaba muy molesto y que había ya mandado a un grupo de valientes guerreros al rescate del Ahau Balam.
Eso confirmaba que su estrategia caminaba a la perfección.
Desesperado, Aal le pedía que le dijera los días que faltaban para que llegaran los refuerzos. El vasallo calculó que debido a la desviación para no pasar por Yaxchilán llegarían en dos o tres días.
Aal deseó con el corazón que fuesen los dos días para que coincidiera con el festín y así, ya embriagados los nobles, adormecidos los guardias, pudiesen escapar con el Ahau Balam.
Cuando ya habían transcurrido los dos días sin novedad. Aal se alistó para ir donde se realizaría el festín. Era la residencia de Ek Uk y ahí llegaría el Ahau Chan Muwan II acompañado de su corte y todos los invitados.
Al llegar, Ek Uk estaba en el pórtico de la entrada que daba a la plaza solariega. Muy solemne recibá a los huéspedes y con la misma solemnidad lo hizo para con su amigo Aal.
Ya estaban apostados los guardias que se encargaban de la seguridad del Ahau.
Había una tarima construida en la plaza y sobre ella estaban los tronos de madera para que presidiera el vento el noble gobernante y sus mujeres. El trono principal estaba cubierto con una hermosa piel de jaguar. Se habían dispuesto sillas de bejuco por toda la plaza con mesas pequeñas para los comensales invitados. Dejaron al centro un espacio libre para los bailes y en un templete ya estaban los músicos instalados afinando sus instrumentos.
Iban llegando los dignatarios lujosamente adornados y ocupaban distintas esteras. Había nobles, comerciantes importantes, militares e invitados que se sentaban alrededor de la plaza. El trajín en la cocina era intenso. En unos grandes recipientes se preparaban las bebidas: Balché* y Saká*.
Cuando llegó el Ahau Chan Muwan II sonaron unas trompetas de madera y los tambores empezaron a tocar un ritmo solemne. Apenas se vio al Ahau, todos los músicos empezaron a tocar las melodías propias de la ceremonia de bienvenida, un ritual protocolario. Los incenciarios empezaron a despedir el aromático humo del copal. Los chamanes estaban encargados de alimentar los incensarios de barro con figuras de los dioses. Los incenciarios eran de una altura casi similar a la de un humano adulto. De una esquina salieron los danzantes acompañados de enanos que hacían malabares, festejando la llegada del gran señor.
La fiesta era por demás fastuosa.
Aal sabía que no sería pertinente acercarse al Ahau mientras éste no diera la señal de aceptar que los súbditos convivieran con él. Solo permitían subir a la plataforma a sus allegados y al anfitrión Ek Uk.
La oscuridad se había adueñado del entorno y sólo las antorchas —como iluminación de la propia fiesta— permitía ver a la concurrencia. Con la luz que proyectaban esas antorchas se reflejaban sombras de los asistentes sobre las fachadas de los edificios que eran de piedra caliza color blanco.
Entre la penumbra, Aal trataba de observar al Ahau. Iba lujosamente ataviado con un enorme penacho similar al que estaba plasmado en uno de los muros de los aposentos. De su cintura pendían joyas, ornamentos y telas. De pronto, vio que de su capa traía aderezado el cráneo de un descabezado. Eso se estilaba para mostrar como trofeo a un prisionero vencido en la batalla.
Se le erizó la piel a Aal sospechando lo peor. La deficiente iluminación no le permitía ver más. El Ahau y su corte empezaron a comer y beber. Los sirvientes prodigaban ricos y variados platillos que iban desde faisán en pibil, venado, poc chuc de jabalí, frutos de la selva, tamales, frijoles y bebidas en abundancia como los embriagantes Balché* y Saká*. Aparentemente Ek Uk se encargaba de hacerlos beber con profusión.
Aal decidió salirse de la reunión y dirigirse hacia el complejo que estaba en construcción. Para ello, se hizo de una antorcha con la que iluminó su camino. Subió presuroso la escalinata. Al llegar a las nuevas construcciones, entró y se quedó estupefacto al iluminar los murales de la segunda cámara. Parecía estar ya terminado. El espacio que por semanas había permanecido en blanco estaba completamente dibujado y pintado. Mostraba el cuerpo inerte del noble Ahau Balam a los pies del usurpador. Recordaba que aparte de este mural, en el tercer aposento a un costado de la pared principal otra de las pinturas faltaba de terminar.
Sin embargo, ésta que era la principal, a los pies de Chan Muwan II la ilustración estaba concluida. Mostraba la imagen del hombre joven sacrificado. Aal se quedó pensativo y luego Aal alumbró hacia la banqueta. Vió que también ya estaba totalmente concluida. Descubrió que la loza del trono estaba recientemente colocada. Recargó la antorcha y con gran esfuerzo levantó la pesada piedra. Apenas si llegaba la tintilante luz, pr ello, con una de sus piernas acercó lentamente la antorcha para que iluminara mejor.
¡Había un cuerpo!
Era el cadáver de un hombre decapitado que se encontraba sepultado bajo. Observó que sus mandíbulas inferiores habían quedado adheridas a la piel del cuello. Los dientes estaban limados con incrustaciones de piedras preciosas que brillaban con la luz. Esa era la señal de que su linaje pertenecía a la nobleza. Junto al cuerpo había una urna de alabastro blanca que había sido atravesada a propósito con un cuchillo de obsidiana. Era como un mensaje críptico para decir que algo estaba destruido con toda la intención. Una xixim (concha de mar) rosada se encontraba en la sepultura sin cinabrio.
—¡Claro! — pensó Aal —¡No tiene Chak cankab porque no quiso encaminarlo al inframundo como noble sino como innombrable! Y el cráneo arrancado era el que pendía como adorno en su capa.
El cuerpo del hombre sin cabeza estaba ataviado conforme la usanza del ritual de sacrificio para los vencidos hechos prisioneros. Coincidía con las joyas y pinturas que Hijo de Relámpago le había vendido a Chan Muwan II.
Todas las sospechas indicaban que se trataba del cadáver del Ahau Balam.
En eso, Aal escuchó ruidos provenientes de un extremo de la plaza. Parecía que se aproximaban personas. Podrían ser guardias. Presuroso, Aal apaga la antorcha, sale y se desliza en la oscuridad escondiéndose detrás de los aposentos.
Pasado el peligro, se dirige velozmente hacia el cenote seco.
En el camino se tropieza con un bulto. Es un cuerpo humano. Trata de ver de quién se trata. Lo mueve y descubre que es el cuerpo de la venerable madre.
Una lanza le había atravesado por la espalda. Alrededor de la anciana estaban esparcidas sus jícaras y el bule tirado en medio de un charco de pozol.
Horrorizado, Aal continúa hacia el cenote seco.
No hay guardias ni rastro de algún prisionero. Revisa el lugar pero ya no hay nadie. Aal siente desfallecerse.
Súbitamente percibe que alguien se acerca al lugar pero él se encuentra totalmente en un descampado que no le permite esconderse. Descubre que quienes se acercan son su vasallo y viene acompañado de los guardias enviados por el Ahau de Yo’ki’b.
—Llegan tarde amigos. El Ahau Balam ha sido sacrificado—. Dice con profunda tristeza Hijo dell relámpago.
—Tuvimos que rodear con sigilo Yaxchilán, eso dilató nuestra llegada—. Contestó el hombre que comandaba el destacamento.
—Lo único que nos queda es atacar al usurpador pero desafortunadamente cuenta con mayor número de fuerzas militares que nosotros. Puede que para este momento ya estén embriagados, sin embargo son muy numerosos y a su guardia personal no se les permite beber por lo que estarán muy alertas.
—Si acepta consejo noble Aal, repleguémonos. Vayamos de regreso a Yo’ki’b y esperemos las instrucciones de nuestro monarca.
—Lo veo sensato pero sería mejor que yo permanezca aquí. Soy de mayor utilidad haciéndome pasar por mercader y obtener información clave para ustedes. Dile a mi señor Ahau de Yo’ki’b que estaré atento para orientarles en la estrategia y debilidades que tenga nuestro enemigo.
—No perdamos tiempo. Su voz se escucha y obedece.
Los guardias hicieron una reverencia y se retiraron.
Hijo de relámpago, acompañado de su vasallo, se dirigió hacia el lugar del convite. Iba descorazonado.
Entró al festín y éso era una locura. Nobles, militares y comerciantes todos embriagados. Unos aullaban, otros dormitaban en las esteras.
Aal se acercó a donde estaba Ek Uk. Lo notó extraño a pesar de que estaba completamente sobrio.
—Noble amigo, fue demasiado tarde. El Ahau Balam ha sido sacrificado.
Ek Uk se le quedó mirando fijamente e hizo un ademán con la mano.
En ese momento se aproximaron unos guardias y sujetaron fuertemente a Aal.
—¿Qué pasa? — preguntó sorprendido Hijo de relámpago.
—Lo que pasa— rió Ek Uk —¡es que eres demasiado ingenuo! Nunca debes de confiar en tus amigos que como yo, vivimos cómodamente, cerca del poder y rodeados de riqueza. Pensaste que yo sería leal al Ahau de Yo’ki’b cuando mis intereses están aquí y para mí lo más fácil es estar detrás del trono de un usurpador, débil y borracho.
Aal lo miraba impávido.
Fue hecho prisionero.
Al día siguiente, como acto de tortura, fue llevado al aposento donde el maesttro pintor y sus ayudantes terminaban el tercer salón. Un prisionero suplicante se postraba a los pies del gran Ahau Chan Muwan II. En otro de los muros se mostraba al hijo heredero de la nueva dinastía, el linaje Muwan. A los seis días Aal fue ungido con sus propias pinturas para alistarlo al ritual del sacrificio y en la gran plaza de Dani Baá fue decapitado.
La noticia llegó pronto a Yo’ki’b y la ira del Ahau gobernante fue incontenible. Emprendió una feroz guerra contra las dos ciudades Yaxchilán y Dani Baá.Una serie de batallas conformaron esa guerra implacable que conduciría a la ruina y abandono posterior de Dani Baá. El heredero de Chan Muwan II nunca llegaría a gobernar.
La selva devoró a Dani Baá ocultando sus edificios y templos. Tuvieron que pasar muchos siglos antes de que los ojos humanos volviesen a ver de nuevo los murales del ignominioso reinado de un usurpador: Chan Muwan II.
Y fue hasta 2009 cuando los arqueólogos removieron una loza en el aposento número dos para descubrir a un hombre sepultado en una cripta debajo del trono. Era una tumba sin cinabrio, el polvo rojo-naranja que ayuda a conducir a los nobles muertos hacia el inframundo. El entierro era del hombre sin cabeza.
Juan Okie G.
Peritaje del hallazgo arqueológico de 2009:
- El linaje gobernante se identificó por sus deformaciones craneanas.
- 29 esqueletos de hombres jóvenes y maduros, del mismo linaje denotan haber sido sacrificados al mismo tiempo. Sus restos óseos nos muestran Osteoartritis como otro indicio de parentesco.
- Se sabe son nobles porque sus dientes están limados a la usanza de la nobleza de ese tiempo y además están adornados con incrustaciones de jadeíta, lo que denota un nivel jerárquico superior. Las incrustaciones en el maxilar superior, en 4 incisivos superiores es reflejo cultural de la alta élite gobernante.
- El esqueleto del Ahau depuesto fue hallado en un sepulcro bajo la banca o trono de loza ubicado en el aposento número 2. Una señal inequívoca de que el usurpador deseaba mantener su poderío sobre el espíritu del hombre sacrificado que está sin cabeza.
- El linaje derrotado es de la nobleza de Bonampak.
- Hay un claro indicio de la usurpación. La cabeza del usurpador y sus familiares no tienen la misma deformación craneana que la nobleza depuesta. Chan Muwan II consigue el trono en una batalla entre dos grupos muy reducidos por la toma de territorio o de prisioneros.
- Los prisioneros mostrados en el otro extremo del cuarto, sin uñas, están a punto de ser sacrificados o muertos. Su madre y esposa Yaax conejo, se les conoce por su caracol femenino. La esposa era hermana del Ahau de Yaxchilán “Escudo Jaguar”.
- Como eran reinos vecinos se denota una clara acción de expansión del área con la ayuda de un aliado poderoso. Sellado el pacto, el refugiado en Yaxchilán, gracias a su cuñado que le ayuda a obtener el trono, les permite dominar totalmente la región y los murales tenían el propósito de eternizar la gloria de su linaje.
- La Banqueta o Trono del salón 2 era para asuntos rituales o administrativos. Simbolizaba que eran intermediarios entre los pueblos y los dioses. Bajo el trono está la cripta de 60cm X 2m X 60cm.
El último cuarto (3) representa el inicio del reinado de Chan Muwan II con un ritual con maracas que dan poderes mágicos, el personaje principal está en un palanquín, hay elementos celestes del ritual maya. Las mujeres importantes, de la nobleza, están en autosacrificio. Se perforan la lengua y se pasan un mecate o soga, se sabe que una de ellas es la señora Yaax Conejo.
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