Vamos conociendo a William…

¿Qué les cuento? Dentro de mis sanas locuras hace año y medio que me decidí estudiar una Maestría en Literatura y creación literaria. Ya mi tierna edad, regresé al pupitre, pero en esta ocasión, virtual, ya que es una Maestría en línea.
De todos modos ha representado un fuerte esfuerzo de humildad para después de haber sido catedrático en Universidades y hasta Coordinador de un subsistema, de pronto regresé a ser un humilde alumno.
Entre todas las materias que he tenido que ir estudiando, en este semestre me ha tocado: Shakespeare y el teatro Isabelino.
También significó una regresión a mis tiempos de primaria y secundaria. Pero vale la pena, con una visión adulta, regresar a visitar los temas y materias que anteriormente uno estudió bajo el estrés juvenil. Por eso, les invito a que vayamos conociendo a William o Guillermo o Billy, como ustedes más les guste.
A William Shakespeare lo conocí por primera vez en quinto de primaria cuando una rígida Maestra inglesa, Mrs. Martha DeVries nos platicó de él y leímos fragmentos de su obra. Imaginaba a Stratford-upon-Avon como un paradisiaco vergel de “cottages” o cabañas de tipo inglés, rodeadas de praderas y bosques verdes, cercos bajos con rosas trepadoras como enredaderas (de esas que les llaman “Romeos” porque cubren hasta los balcones).
Después, ya en la adolescencia, entramos de lleno a la lectura de Shakespeare y mi corazón juvenil descubrió las mariposas en el estómago al ir al cine y deleitarme con “Romeo y Julieta” en la versión de Franco Zeffirelli. Le vi, la volví a ver, compre el disco y supe lo que era estar enamorado del amor. En la madurez de la vida, he visto infinidad de sus obras en cine y pocas en teatro. Un día fui al estreno de “El Mercader de Venecia” con Al Pacino, Jeremy Irons, Joseph Fiennes, Lynn Collins dirigidos por Michael Radford. Como había ido a mi limpieza dental y obedeciendo a mi Odontólogo, prescindí de la Pepsi y opté por una infusión de Té verde. Me deleité con la película, regresé a casa y me enfundé en mis edredones disponiéndome a dormir. ¡Cuál sería mi sorpresa que no concilié el sueño!

Había algo que me perturbaba y que catalizado por el famoso Té energético, complicó toda la noche. En la película, hablaban de unas naves que venían con cargamento de oro y plata desde México. Eso me brincaba enormemente, porque si mal no recuerdo la época en que Shakespeare vivió fue del 26 de Abril de 1564 y fallece el 23 de Abril de 1616. En esa época, América ya había sido descubierta pero México era conocido como la Nueva España. Tomé la película de “Shakespeare apasionado” y la engullí en medio del insomnio. El sueño no se conciliaba. Me dirigí al librero y tomé mi grueso libro de “The Globe Illustrated William Shakespeare” y leí al Mercader de Venecia. En efecto, repetían que las naves venían de México. ¡Eso no era posible! En 1596 –fecha en que escribió esa obra– se le conocía como la Nueva España. Serían ya las 6 a.m. y tuve que arreglarme para iniciar mis labores. El efecto del Té me duró 48 horas. Pasaron varios veranos y compré un libro: The Reckoning: The Murder of Christopher Marlowe” por Charles Nicholl. No es un libro de literatura como lo enuncia el autor en el prefacio —es de criminalística— y describe con excelencia detectivesca las pistas de un asesinato cometido hace 500 años y en donde hace referencia de “El Judío de Malta” y su ríspida relación con William Shakespeare.
Fue entonces cuando William Shakespeare se convirtió en un complejo enigma del cual no he podido resolver del todo. Independientemente de la grandeza literaria de sus obras y lo escueto de la información existente sobre su vida privada, me parece un reto formidable el que nos pogamos a investigar más del afamado bardo inglés y indaguemos, en nuestra humilde perspectiva,lo que fue el personaje que más tinta se ha escrito en la lengua inglesa y en otros idiomas, quizás abundantemente. Los invito a que le vayamos sacando las pistas en futuras entregas dentro de mi blog y si alguien de los amables lectores que me visitan, desea enviar sus aportaciones personales que nos enriquezcan, apreciaremos enormemente publicárselas.
Mientras tant, vayamos conociendo a William.

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