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La lamentable historia del término “comunicólogo”

La licenciatura en “Ciencias y técnicas de la comunicación” fue creada por el padre jesuita Jesús Sánchez Villaseñor en la Universidad Iberoamericana. Con gran precisión diseñó una carrera para la creciente industria de la comunicación masiva en los medios electrónicos como la radio, televisión y otros medios masivos como el cine y periodismo. Su ideario claro y puntual se basaba en formar comunicadores con valores éticos. Posteriormente se le cambió de nombre a “licenciatura en comunicación”.

La licenciatura entró a llenar un hueco profesional con gran éxito a tal grado que hoy en día hay infinidad de instituciones que imparten dicha licenciatura.

Lamentablemente, hoy vemos que los valores y la ética fue lo único que no trascendió en dichas generaciones. Nuestra sociedad se ve plagada de corrupción y de decadentes contenidos sin valores éticos o morales en los medios de comunicación y ha adquirido proporciones inimaginables con la era digital. Adicionalmente, hay un inmenso grupo de desempleados. Así que cada vez que me preguntan si es conveniente que un joven decida estudiar dicha carrera procuro hablarles con la claridad de lo que he observado y no alentarlos a un espejismo.

En la universidad se nos enseñó que el término “comunicación” provenía del latín, una conjunción de “cum” (unión) e “icare”(convertir en), agrgando el sufijo “ción” que es (acción o efecto de). Por lo tanto comunicar es la acción de convertir o compartir información, difundir conocimientos (logos) hacer común los conocimientos.

El maestro Froylán López Narváez nos lo definió como: “el proceso de mutua afectación que implica un mensaje que parte de un emisor hacia un receptor y la retroalimentación de dicho mensaje como respuesta por parte del receptor para que el emisor tenga un acuse de recibo de su mensaje, todo en base a códigos y marcos de referencia común, contemplando también la interferencia o ruido”.

Otras definiciones de la palabra «comunicación» lo atribuyen al latín communicatio y significa «acción o efecto de transmitir y recibir un mensaje».

Siendo yo coordinador del subsistema de Publicidad, relaciones públicas y mercadotecnia en el departamento de Comunicación en la Ibero, el entonces director Francisco (Paco) Prieto me pidió que atendiera a dos ejecutivos de la agencia de publicidad Eulalio Ferrer que habían pedido cita. Los recibí en una pequeña sala de juntas. Uno de los individuos comenzó la charla con cierta prepotencia:

“Nos envía Don Eulalio Ferrer porque desea negociar con uds. que se le otorgue un Doctorado Honoris causa.”

Dicho este inicio, me sacudió la mente recordando los diversos comentarios que destacados personajes de la publicidad me habían dicho de la dudosa trayectoria del mencinado publicista inmigrado de España. La argumentación que esgrimían era que el mentado Sr. Ferrer había acuñado el término “comunicología” y su derivación a un negocio que ofrecía de “comunicología aplicada”. Ellos en cambio ofrecían financiar la publicación de libros de texto que escribieran en nuestro claustro los profesores.

Me sentí indignado y les dije claramente que la Universidad Iberoamericana no se prestaba a vender doctorados y menos aceptar sobornos que sonaban a corrupción. Los despedí negándoles la posibilidad de contemplar que su petición prosperara e informé al director. Después de escucharme, asintió y me respondió: “Hiciste bien”.

A los pocos meses, con gran difusión noticiosa, el personaje en cuestión recibió el doctorado de la Universidad complutense de Madrid y logró que la Real Academía Española de la Lengua incluyera en su diccionario dicha terminología. Desconozco el monto de sus donativos.

A mi siempre me ha parecido aberrante que en dicha terminología y en su definición se validen dos crasos errores:

  1. Al hacer comunes datos o información (logos) ya lleva implícito el concepto y es redundante o quizás hasta cacofónico agregarle el sufijo “logía”.
  2. Definirlo como “ciencia” es otro de los graves errores, aún cuando Sánchez Villaseñor lo hubiese consagrado en el nombre original, ya que no es rigurosamente comprobable el comportamiento humano ante la recepción de mensajes y su retroalimentación. Es una técnica para estructurar y producir mensajes pero nunca tendrá los atributos de la ciencia. El Padre Villaseñor explicaba que la comunicación echaba mano de las ciencias como la psicología, la sociología y otras disciplinas que sí pueden ser rigurosamente comprobables.

No cabe duda que la ignorancia cundió e infinidad de veces me encuentro con jovencitos que se definen como “comunicólogos” y se me pone la piel como cuero de gallina: chinita.

Rechazo ésa etiqueta y les pido que utilicen mejor el término “comunicador”.

Lo demás es anécdota para la historia.

 

 

 

La bella arrinconada

Pintura de Saturnino Herran

¿Cuántas veces no hemos visto a una persona verdaderamente bella y notamos que su vida está cargada de desdichas, fracasos amorosos, rechazo social y abandono?  Eso mismo pasa con una de las expresiones artísticas más sublimes que existen pero que siempre se encuentra en situación marginal.  Me refiero a la Poesía.

En los primeros años escolares nos hacen sentir que la poesía es algo superfluo, complementario, aburrido, soso y hasta cursi.  Nos obligan a memorizar poemas para los festivales del día de la madre o para cierre de cursos. Repetimos como merolicos los versos y añoramos el momento que termine la tortura de un parloteo de rimas anticuadas.  Pocas veces tenemos la verdadera oportunidad de que se nos enseñe a gozar de la lectura poética. Y difícilmente podemos tener a la poesía como tema de conversación en nuestras pláticas sociales.

La poesía nos brinda una gran oportunidad para obtener plasticidad neuronal, avivar nuestra imaginación, despertar nuestras emociones y abrir un horizonte maravilloso de experiencias.En mi caso, la experiencia anteriormente descrita es similar y resulta que cuando cursaba la maestría en literatura y creación literaria tuve la fortuna de cursar una materia de poesía con una maravillosa maestra: Patricia camacho Quintos.Ella tuvo la paciencia de soportar mis primeros poemas que regresaban con acotaciones y comentarios que me espoleaban a superar mi manía de regresar a las rimas de la escuela pre-escolar y a tratar de hacer versos de hace más de dos siglos de involución.

Descubrí que el primer paso para escribir poesía es dejar de pensar en la métrica y permitir que fluyan las emociones sin ningún freno. Al fluir las palabras se empieza a encontrar la música oculta de las letras –que al igual que las notas musicales– pueden armonizarse o convertirse en acordes, pasajes de tersura iinfinita o combinaciones discordantes que dan fuerza a los versos.  Antes de escribir poesía, debemos dosificar la lectura de los poemas que más nos evoquen imágenes o recuerdos.  Con anterioridad al curso con mi maestra de poesía, solo dos maestros previamente en mis estudios de licenciatura, llegaron a tocarme con el análisis de la poesía. Francisco “Paco” Prieto nos impresionó con uno de los poemas del libro YERMA de García Lorca. Se llama Thamar y Amnón. Es un poema fuerte y estrujante pero de una calidad increíble. Otro maestro, cuyo nombre he olvidado desafortunadamente, nos dio un semestre entero la disección del poema: “Muerte sin fin” de José Gorostiza. Una joya de la literartura poética. Renglón aparte está la obra de Pablo Neruda: 20 poemas de amor y una canción desesperada. Elixir para los momentos que tienes corazón de pollo y las mariposas revolotean en tu estómago.  Como no deseo intoxicarlos de datos, les invito a que conozcamos un fragmento de un poema anexado a esta publicación.

La bella arrinconada está habitando quizás muy cerca de ti. En un estante del librero de tu casa o en las miles de búsquedas de internet, puedes empezar a beber el afrodisiaco veneno de la poesía.  Y después de gozar de la poesía, no dejo de preguntarme:  ¿Por qué se venden poco los libros de Poesía?

El silencio de las Palabras

Acabo de ver la película de Paul Morrison “Little Ashes” (Pequeñas Cenizas) que trata de la amistad estudiantil de tres grandes “gigantes” de la cultura universal: Luis Buñuel, Salvador Dalí y Federico García Lorca. Es un filme bien documentado, sensible, bellamente tratado y que nos muestra las afinidades y diferencias de los nacientes genios en cada una de sus especialidades. Independientemente de la trama nos permite ver el ascenso del fascismo y el horrendo crimen que se cometió con Federico García Lorca al ser ejecutado por los seguidores de Francisco Franco.
La cinta me puso triste y a reflexionar sobre la proclividad de los seres “no pensantes” e “iletrados” por acallar a los seres de pensamiento. En mis años universitarios, tuve el placer de conocer parte de la obra de García Lorca gracias a mi maestro Paco Prieto (Francisco Prieto) cuya erudición supo contagiarme la admiración por el gran poeta.
El arte poético lamentablemente se convierte en enemigo de la intolerancia y García Lorca es un ejemplo de lo que acontece a la inteligencia cuando se enfrenta a la brutalidad del fanatismo. Sus asesinos materiales pasaron al olvido histórico y hoy vemos a la España convulsa que ha vuelto a ser presa del ultraderechismo. México recibió un caudal de grandes hombres y mujeres españoles que a raíz de la Guerra Civil española fueron acogidos por nuestra patria. Se hermanaron y aportaron gran riqueza mental a nuestra propia cultura. Por ello, entristece ver que un hombre de la dimensión de Federico García Lorca en su juventud plena, fuese acallado con las balas asesinas. Sus bellas palabras que enriquecieron la literatura universal fueron silenciadas. Un silencio momentáneo porque el eco de las mismas palabras, plasmadas en sus poemas, ensayos, cartas y obras de teatro, seguirán resonando para la eternidad.

Para ver más sobre García Lorca haz click en http://youtu.be/qUTQOCoDF-M