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¿Existen los vampiros?

Con el advenimiento de las series por “streaming” se han vuelto a visibilizar las narrativas sobre vampiros. Claro, ya muy alejados de los textos que dieron origen a esta historia con la novela de Bram Stocker: “Drácula” y las primeras creaciones cinematográficas con “Nosferatu”.
Mi primer acercamiento al tema ya de una forma más racional se dio a raíz de que el entonces flamante director de la licenciatura en comunicación, mi estimado Francisco Javier Martínez Rivera, quien me invita a impartir ciertas materias y me encarga organice un seminario de tesis para resolver el grave cuello de botella que existía de alumnos que no habían podido recibirse. Fueron 96 tesis las que estuvimos encausando para aligerar la morosidad que una burocracia de catedráticos había generado y de la cual yo había sido también víctima. A ellos les había convenido entorpecer el proceso pues uno de los requisitos para ser profesor era precisamente estar recibido.
Una de las alumnas que se inscribió en este programa de tutoría de tesis fue Teresa. Una chica culta, talentosa en artes plásticas y acuciosa en su trabajo terminal. Acordamos que haría su tesis sobre el género cinematográfico de ficción sobre vampiros.
Tanto ella como yo nos pusimos a documentar lo más posible sobre las leyendas en torno al vampirismo. Evidentemente llegamos a la historia del Príncipe Vlad IV de Transilvania y el origen de la leyenda que se debe a la sangrienta batalla que tuvo contra el ejército Otomano y el empalamiento de cientos de prisioneros que agonizaron clavados en estacas. La misteriosa desaparición de Vlad Tepes también conocido como el Conde Drácula (dracule, de dragón por su heráldica) sirve de inspiración para que Stocker construyera un ícono novelístico y que muchas décadas después la cinematografía rescatara con el filme “Entrevista con el vampiro”, cuya autora literaria Anne Rice desarrolló en una serie de novelas sobre el tema a raíz de su silenciosa espera en el hospital mientras su pequeño hijo se debatía en la lucha contra la hemofilia y ella se debatía a su vez en una lucha con la pérdida de su fé católica y la búsqueda de la reconciliación.
Visualmente se han satanizado los murciélagos vampiro, conocidos con su nombre científico como Desmondontinae y la especie Desmodus draculae. El novelista uruguayo Horacio Quiroga logra un maravilloso cuento inspirado en esta especie tropical en su cuento: “El almohadón de plumas”.
Pero el concepto encierra el mito y misterio de la vida eterna, la sangre como alimento para mantenerse en una juventud continua y el erotismo que se ha construido a partir de la succión del cuello de hermosas mujeres vírgenes.
Los mosquitos, garrapatas, pinolillo, las rémoras y sanguijuelas son algunas de las especies que identificamos como chupadores de sangre. La sangre es la más visible forma de comprender que la energía vital requiere de ella.
Todo aquel ser que roba la energía del otro es identificado como vampiro. Es un parásito que vive a expensas del otro.
Alejándonos del cine de ficción o de las historias de terror, cabría preguntarnos si entre los humanos existen los vampiros. Quizás no como la figura mítica del que sale en la noche de su ataúd repleto de tierra y cenizas para convertirse en un elegante individuo de capa negra que clava sus puntiagudos colmillos en la fresca y virginal carne de un cuello humano.
Un caso de espeluznante similitud lo conocí un día. Era una mujer muy bella que tenía dos jóvenes hijos, un varón y una doncella. Ella casada con un hombre también muy guapo. Era la familia perfecta. Matrimonio bello con hijos bellos y prósperos económicamente.
Un buen día, el marido se empieza a recluir en su oscura habitación presa de tremendas migrañas y depresión. Después de varios meses es internado de emergencia en el sanatorio debido a que su aorta se ha reventado y a las pocas horas muere.
La bella viuda se queda con sus hijos y una pequeña fortuna. El hijo decide casarse en contra de la voluntad de la madre y procrea a un hijo. A su vez, la hija contrae nupcias. ¿Qué pasó con ambos matrimonios? Es una incógnita pues al poco tiempo, los hijos se separan de sus respectivos cónyuges y retornan a vivir a la casa solariega.
Pasaron muchos años, la fortuna se fue consumiendo. Los hijos se avejentaron de forma impresionante y la madre, aunque otoñal, lucía hermosa. A tal grado que si uno los llega a conocer hoy en día, no pensaríamos en que son sus hijos sino sus hermanos mayores. La hija es una decrépita anciana de encorvada figura, un rostro reseco cargado de cicatrices y sus escasos cabellos cenizos le forman una cabellera de aspecto “brujeril”. Por su parte el hijo, también semi-calvp, plagado de arrugas y verrugas en su rostro, ojos desorbitadamente saltones y aspecto cadavérico.
La energía de esos jóvenes fue consumida por una madre dominante, controladora y castrante que se impuso en las vidas de ambos.
Ahí es donde nos salta la duda, y nos preguntamos si no es que verdaderamente existen los vampiros pero no los de las novelas, sino seres parasitarios que consumen la energía de los otros.
Nos los encontramos en las oficinas, en las empresas o instituciones de gobierno, en el vecindario y en infinidad de lugares. A veces nos los tropezamos en nuestras vidas y se convierten en extenuantes relaciones tóxicas que consumen la energía, si no es que la sangre, pero que les podemos considerar como verdaderos “chupasangres”.
¿A cuántos vampiros te ha tocado conocer en tu vida?
Fotos de internet

Ver e imaginar

En el salón de clases, cuando nos sentaban por apellido, siempre me tocaba la fila de atrás.  Eso tenía muchas ventajas: Me permitía ver a todo el salón, al maestro o maestra a la distancia y al grupo de compañeros pero también me permitía poder echar a volar a la imaginación.

Para imaginar se necesita también además de ver, el poder transformar la realidad.  No en vano la palabra imaginación proviene del término imagen.

La imaginación es una narrativa que por lo general encierra poesía. Lamentablemente la poesía es un género literario poco concurrido en nuestro país. Esto se debe a que en a enseñanza primaria recurren a poesías del siglo XIX o principios del XX y obligan a los estudiantes a memorizarlas.  En las tertulias familiares no falta el pariente “bardo” que recita poesías acartonadas y en desuso.

Debo reconocer que a lo largo de mi formación académica conté con valiosos maestros que sembraron en mi un gusto particular por la literatura y unos cuantos en especial por descubrir la poesía ya entrado yo en años. Olvidé el nombre del profesor que nos dio un semestre completo el análisis de “Muerte sin fin” de José Gorostiza. En el curso de redacción y literatura Javier Martínez nos deleitó con Pablo Neruda. Ya en la Maestría,  Juan Antonio Rosado Zacarías nos hipnotizó con sus cátedras y mi querida Patricia Camacho Quintos me liberó de las ataduras métricas y me invitó a lanzarme al vacío para escribir poesía como una especie de catarsis en el manejo del duelo que me embargaba.

Para alguien como yo que desde pequeño fui miope y astígmata, el “ver” resulta un placer insospechado y si sumamos la traviesa inquietud de imaginar las cosas, la poesía resulta un grato ejercicio. La poesía en cada frase o párrafo encierra un mensaje críptico del autor y que es descifrado de múltiples formas por los lectores.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Triste mirada

1.

Vida fugitiva

Por instantes capturada

 

Reflejo en papel

de imágenes ausentes

Límpida sonrisa

que dibuja tu alma

Pero en esbozo

la miro, no engaña.

 

Tus ojos aleteo

besos mariposa

en ti clavé mi primer destello

ya cansada de labor y parto

tornaste lágrimas en vida.

 

Refulgente y joven

de tus marmóreos senos

aliento derramaste

transformando mi ser

en afectuoso vampiro

nutrido de egoísmo.

 

Aún eran tempranos losídas

en que fueras acechada

por miradas furtivas.

 

Abandonaste lisonjas

y ofertas de máscaras invisibles.

 

 

Brindaste permanente apego

a mi opaternal simiente

 

Férrea cubriste tus ojos con vendas

de indeleble fidelidad.

 

¿Qué hicieron de tu desbordada alegría?

Silenciosa cumplías con la carga:

Casa en orden, superficies limpias,

todo en puntual armonía.

 

Escanciabas alimento y néctar

Arropabas

Flores de un día con fatal destino

 

Capullo bañado de rocío al alba

 

Tímida luz matinal se asoma

luce refulgente en medianía

marchita su fugaz sombra y anuncia:

desahucio de esperanza.

 

2.

Triste ver a la mujer

Desgarrarse mes a mes

condenada a cumplir

la esper silenciosa

de yerma temporada.

 

Mujer gallina cobijaste polluelos

 

Como dulce de amaranto

aglutinaste en mieles de caricias

orgullosa progenie

 

Celosa de las manecillas

Tornabas elástico al tiempo

mientras alistabas escolares

y  abrevabas sus tareas

para terminar la función en cine

de blancas sábanas.

 

Vigía de etormentosas pesadillas

con la ternura de tu mano

mitigabas fiebres y resfriados,

empachos, descalabros.

 

Triste ver a la mujer sin alegría

demoronar su vida

 

Dulce de amaranto

enmudecido el llanto

Migajas al tiempo.

 

Hilvanaste sueños de familia

criando cuervos de oscuro vuelo

 

Tu callada labor siempre ignorada

confinada de almidones

piedra pómez, escamas

de cochambre y terquedad.

 

Triste ver a la mujer sin alegría

hueca alma en soledad

espirales de ecos infantiles

huérfana de caricias

que sólo tú sabes prodigar.

 

Despertaste de idílico sueño

enfrentada a cruel realidad

cunas de polvo

mesas sin comensal

retumbar de fatigados pasos.

 

Triste ver a la mujer sin alegría

¿Acaso tu sonrisa no puede volar?

Llagas supuradas de palabras:

sólo pide bálsamo.

 

Cuerpo de fatal trepidar

evocación de distante melodía

 

Teclado de marfil y ébano

sólo exiguo aire exhalas

en extravío de felicidad.

 

Pero ha llegado el momento,

mujer de triste mirada:

debes abandonar tu cuerpo.

Ya

Ya.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen: Detalle de Mujer mixteca por Raúl Anguiano (colección particular)