De mapas y reinos imaginarios

En el Renacimiento, después de la epidemia de peste se acuñó una palabra en latín: Imago Mundi. Es la imagen del mundo que es precisamente detonada por el descubrimiento del nuevo continente por parte de Cristóbal Colón.

Como todos sabemos, el cartógrafo Américo Vespucio fue sin querer el culpable de que su patromínico se adoptara para el nuevo continente. Lo llamaron: América.

Los mapas empezaron a cobrar relevancia mucho antes del Renacimiento. Ya los podemos ver en los códices prehispánicos, en la antigua China y en un sinfín de muestras gráficas donde los humanos nos vemos necesitados de plasmar en alguna superficie, los espacios, los destinos, los recovecos geográficos que nos rodean.

Junto con los mapas, se crea un ilimitado y fértil campo de la imaginación humana donde se inventan reinos fantásticos rodeados de leyendas que han cautivado a toda la humanidad.

Así nacieron Cíbola, Quivira, Shangrilá, Tiguez, Totonteac y California, entre muchos otros. No olvidemos Amazonas y el Jardín del Edén. Son lugares de la imaginación como lo ha sido el Paraíso o Aztlán y en nuestros tiempos actuales Harry Potter o El Señor de los Anillos son referentes inevitables de esos reinos, lugares o santuarios donde todo es posible.

La utilidad de los mapas siempre se centra en buscar la forma de ubicar a los seres humanos.

California fue y es un lugar apartado que siempre h resultado ser atractivo para la imaginación.

 

 

 

 

 

Así como los mapas del tesoro que fueron muy profusos en las historias de Piratas y que sonaban a nuestra fantasía de aventureros infantiles como algo maravilloso, llegar al sitio donde está un cofre repleto de tesoros, monedas, joyas o dinero a fin de cuentas: Lo material.

 

 

 

 

 

 

 

Con la tecnología, hemos desplazado los maravillosos mapas del National Geographic por el Google Maps o el Waze. Instrumentos digitales para ubicarse y en muchas ocasiones perderse o meterse por sitios complicados para llegar a un destino.

En el campo de la psicología y metafísica se habla de Mapas Mentales y Constelaciones familiares. Herramientas subjetivas que contribuyen nuevamente a ubicar a las personas.

¿Cuál es la angustia subyacente de todo esto?

Es el miedo a perderse, a extraviarse, a no encontrar nuestro destino. Regresamos entonces a la infancia y cómo nos sembraron ése miedo infundado a través de Hansel y Gretel, Alicia en el País de las Maravillas, Robison Crusoe, Viaje al centro de la tierra o las 200 leguas de viaje submarino.
Es precisamente el miedo a lo desconocido lo que nos impulsa a aferrarnos de algo que nos ubique, que nos haga recuperar la tranquilidad y la confianza. Ese satisfactor es el mapa de cualquier tipo y es una forma muy realista de ubicarnos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por el otro lado, nuestra manía de “inventarnos” los reinos mágicos o fantásticos contribuye siempre a una necesidad de escapismo, de huir de alguna realidad y fabricar el lugar de ensueño, el sitio idílico.

En síntesis, los humanos por un lado queremos estar bien plantados con los pies  la tierra y ubicados (mapas) pero por el otro, nos engañamos con fantasiosos paraísos que nos prometen aquellas cosas que no poseemos en realidad (reinos imaginarios).

Cuando nos encerramos en nuestra mente, o en nuestro hogar y nos vemos constreñidos a enfrentarnos con nosotros mismos, descubrimos por un lado la realidad para lo cual nos puede resultar trabajar los mapas mentales olas constelaciones familiares y explicarnos un poco lo que somos y por qué somos así pero por el otro lado, la incertidumbre de no saber cuándo y cómo voy a salir de mi prisión voluntaria, nos aparece la angustia nuevamente y buscamos calmarla, paliarla imaginando que muy pronto saldremos sanos y salvos al mundo feliz que todos deseamos tener y que infelizmente nunca encontramos porque no nos hemos dado cuenta de que el reino mágico está dentro de nuestra capacidad de ser y amar.

El reino imaginario lo encontramos con el sencillo mapa que nos conteste las preguntas básicas:

¿Quién soy?

¿Cómo soy?

¿Por qué soy así?

¿Por qué reacciono así?

¿Cómo quiero ser?

Y …¿Cuál es mi fin en ésta vida?

Recupera tu ternura (taller de 14 módulos)

Puedes descargar los PDF´s del taller: recupera tu ternura.   Espero te sean de utilidad. Pronto tendás disponible la versión en Podcast (audio)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1 Recupera tu ternura Módulo 1

2 Recupera tu Ternura Módulo 2

3 Recupera tu Ternura Módulo 3

4 Recupera tu Ternura Módulo 4

5 Recupera tu Ternura Módulo 5

6 Recupera tu Ternura Módulo 6

7 Recupera tu Ternura Módulo 7

8 Recupera tu Ternura Módulo 8

9 Recupera tu Ternura Módulo 9

10 Recupera tu Ternura Módulo 10 El abandono

11 Recupera tu Ternura Módulo 11 Las palabras

12 Recupera tu Ternura Módulo 12 Los prejuicios

13 Recupera tu Ternura Módulo 13 La voz

14 Recupera tu TernuraMódulo 14 Los colores

 

 

 

Simplicidad

Escucho frases como: “Cuando éramos felices”

Otras que recuerdo y que me impactaban de nicho “Habla consigo mismo, debe estar loquito”.

Lo que podemos aprender en estos días de encierro es que la vida debe ser muy simple y ya nos la habíamos complicado demasiado. Ya noi la vivíamos.

Estar vivos es lo más preciado que tenemos.

Estar vivos y sanos es un doble tesoro.

Amarnos, estar vivos y saludables es sensacional.

Tener a quién querer, amarnos a nosotros mismos y darnos cuenta de lo valioso que es la vida y la salud es realmente lo máximo.

Después de que haya pasado esta pandemia hay gratas noticias. Un estimado científico amigo mío me dice que es el último virus que falta por descifrar de los generadores de las gripes /influenza. Considera que la vacuna estará lista para fines de septiembre y que en 15 años no habrá pandemia alguna.

Lo que tenemos que aprender a cuidar más es a nuestro entorno. Tener un hogar super limpio, frecuentar ambientes limpios y hacer más simples nuestras rutinas tanto de trabajo como de vida en el hogar y en el esparcimiento.

Tenemos que aprender a no acumular lo innecesario. Tener habitaciones minimalistas, roperos con lo realmente aprovechable, libreros con los libros que realmente vamos a leer o apreciamos y les tenemos apego para re-leer. Así las tareas de aseo en el hogar serán más fáciles y nos deshacemos de los cacharros.

Debemos tener menos juntas de trabajo, más productivas. Procurar que las juntas sean más conferencias a distancia y así optimizar el tiempo, evitando tráfico y traslados.

Uno de los principales estresores de la cuarentena actual es que tenemos que hablar con nosotros mismos, tenemos que aprender a conocernos más ya que el trajín de antes ya no existe. Eso nos desconcierta. Luego nos vemos forzados a enfrentarnos a un espejo donde nos reflejamos y tenemos que analizarnos.

Eso para muchos es muy difícil.

Asimismo, por el confinamiento tenemos que convivir con los demás que están en la casa y aprender a dejarles su espacio para que ellos a su vez hablen consigo mismos y estén solos. No abrumar a nuestros co-habitantes es fundamental.

Así entenderemos que la frase de que estamos loquitos los que hablamos ensimismados en introspección, era una falacia barata.

Claro, habrá muchos argumentos sobre dinero, economía, trabajo, empleo, etc. No es necesario ponerse a discutirlo. Simplemente cuando tienes vida y salud, emociones que te hacen energéticamente positivo, lo demás es buscarle y ponerte a trabajar. Pero recuerda: Házlo que todo sea simple, no te lo compliques y aprende a ser humilde.

¿Y la felicidad? La felicidad está sentada junto a nosotros, todo el tiempo, de forma tan simple que hasta podría darnos un “pellizquito” y decirnos: “Estoy aquí contigo, siempre he estado contigo, estás vivo, estás sano. ¿Qué más necesitas para ser feliz?”

 

 

Imagen: Fotolia

Emily

En estos días de encierro por razones de salud pública, muchas personas comienzan a fastidiarse después de tres o más semanas. Se quejan de que todos los días son iguales y que no hay diferencias de los días entre semana y los de fin de semana. Hasta hay personas que ya han perdido la cuenta de en qué día viven.

Es natural. Nuestro encéfalo (también conocido como cerebro) posee un complejo sistema de redes neuronales y lo hemos acostumbrado a lo largo de nuestras vidas a ciertas rutinas, horarios y patrones de comportamiento. Eso explica nuestro disgusto con los cambios de horario de verano. El cuerpo no obedece a los intereses financieros o bancarios que en un país como el nuestro, no se hace necesario estar cambiando los horarios por la posición geográfica que nos encontramos. El fastidio es dañino.

Cuando nuestras conexiones neuronales en ciertas áreas del cerebro están sin usarse y por motivos de ahorro de energía, existe un proceso de destrucción de ellas para que no se desperdicien los nutrientes necesarios para las otras actividades. Se les conoce como neuronas asesinas. La creatividad neuronal se va extinguiendo si uno se convierte en un ser rutinario y desperdicia el uso de ciertas secciones neuronales. Eso explica el por qué hay personas que envejecen su cerebro más rápido que otras.

En el aislamiento en que nos encontramos debemos reorganizar nuestras actividades y darle variedad a nuestra vida interior. La realidad es que no estamos acostumbrados –la mayoría de las personas–, a vivir con nosotros mismos y menos a vivir realmente con las personas con las que convivimos en nuestro hogar.

Nuestra vida interior se ha deteriorado por el bullicioso trajín de la vida moderna y frenarnos hasta detenernos, limitar nuestra movilidad y pasar semanas en casa nos causa ansiedad, angustia y hasta miedo.

Pero hay solución. Lo podemos explicar con una poetisa norteamericana del siglo XIX, Emily Dickinson (Amherst, 1830 – 1886) que durante sus 56 años de vida nunca salió de su hogar paterno y en la intimidad de su recámara se dedicó a escribir casi 2,000 poemas y cartas que nunca fueron publicados con su nombre mientras ella vivió. Los poemas estaban escritos en pedazos de papel, cartones y atesorados en una maleta vieja. A partir de cuatro años de fallecida se descubren y se inicia su publicación. Fue hasta 1924 cuando se le empezó a reconocer como una de las más importantes poetas de los Estados Unidos.

¿Qué hizo esta mujer educada con una rigurosa disciplina calvinista?

Construyó su universo interior y descubrió su vocación literaria llegando a ser magistral su producción. En lenguaje de las neurociencias podemos decir que estimuló sus conexiones neuronales haciendo fértil su creatividad e imaginación hasta lograr la excelsitud poética. Su obra se destaca por especial sensibilidad y misteriosa profundidad. Algo muy similar se podría encontrar en Teresa de Ávila. Feminista, llega a crear poesía metafísica y amorosa, volcando ese amor hacia la figura de D-os. Se nutrió de grandes escritores como Ralph Waldo Emerson, Harriet Beecher Stowe, Henry David Thoreau y Nathaniel Hawthorne.

Su aislamiento fue la clave de su intensa obra poética y pródiga complejidad intelectual. Podemos dividir su obra en temas claramente definidos: Vida, Naturaleza, Amor, Tiempo, Eternidad y Muerte. Su poema “Muerte y vida” aborda la angustiosa discusión que hoy en día nos ocupa a todos nosotros con la sana distancia y el quédate en casa.

De Emily Dickinson podemos aprender que nuestra reclusión voluntaria por cuestiones de salud, no forzosamente debe llevarnos a estados de desesperación, depresión y angustia o violencia doméstica.

Debemos crear una nueva disciplina de vida estos días. Imponernos el horario para levantarnos. Los que tenemos trabajo en casa de la oficina, seguir nuestro horario de lunes a viernes. Arreglar un espacio en nuestro entorno doméstico donde sea nuestra área de trabajo. Eso mismo lo debemos hacer para nuestros hijos. Asignarnos una hora para leer, la hora de gimnasia o ejercicio, una hora para jugar, un tiempo dedicado para un “hobbie” o mantenimiento de la casa, o convivir con los demás que habitan la casa, tener nuestros horarios plenamente marcados de desayuno-comida-cena, establecer nuestros planes de fines de semana que sean diferentes a los días laborales, etc. cada persona es diferente y nuestras necesidades y actividades deben ser a modo de nosotros mismos. Pero nunca dejarnos sumergir en la depresión, la abulia o el fatalismo.

Tenemos que renacer, como renació nuestra humanidad después de la peste en la edad media. Llegó el maravilloso renacimiento con una explosión de creatividad. Ocupemos estos días para encontrarnos con nosotros mismos, para recuperar el amor y la ternura de nuestros seres amados, descubramos la profusa herencia de cultura, conocimientos y talentos que han enriquecido a la humanidad, como lo hizo Emily Dickinson en su aislamiento voluntario.

Los dejo con un fragmento de la poesía de Emily Dickinson:

En mi flor me he escondido

En mi flor me he escondido
para que, si en el pecho me llevases,
sin sospecharlo tú también allí estuviera…
Y sabrán lo demás sólo los ángeles.
En mi flor me he escondido
para que, al deslizarme de tu vaso,
tú, sin saberlo, sientas
casi la soledad que te he dejado.

Ensueño

Para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más brioso y rápido corcel

Aun el más pobre puede hacerlo,
nada por ello ha de pagar:
el alma en el transporte de su sueño
se nutre sólo de silencio y paz.

 

La labor callada

En estos días aciagos donde los habitantes del planeta nos estamos descubriendo frágiles e imperfectos. Días de noticias falsas, rumores, mitos y descreimiento a priori. Debemos reconocer la labor callada de miles de mujeres y hombres que están trabajando y no pueden darse el lujo de guardar una cuarentena.

Esos seres maravillosos que vigilan día y noche a los pacientes internados en los hospitales, esos personajes que ocultan su rostro con frágiles mascarillas y cubre bocas, arriesgando la posibilidad del contagio. Son nuestros médicos y enfermer@s que están en pie de lucha por la salud de todos.

Esos personajes que conducen las ambulancias y en camillas transportan a las víctimas del enemigo sin rostro: Covid-19.

Pero también debemos reconocer a quienes desde la madrugada pasan a recoger la basura de nuestros hogares, los que afanosamente andan sanitizando el transporte público, el metro y los parabuses.

Asimismo los que transportan los alimentos y los que los tienen a nuestra disposición en mercados o supermercados. Hay miles de personas entregadas en una labor callada para que podamos enfrentar la debacle de la mejor manera.

Me da tristeza ver que hay otras personas no observan las reglas sanitarias que nos han recomendado para frenar la curva ascendente de la contingencia. Me da un profundo sentimiento de desprecio ver aquellas personas que se divierten mandando mensajes falsos, fomentando rumores e intranquilidad como si nuestra tragedia pudiera ser capitalizable para obtener votos o simpatizantes de aventuras políticas. No entienden que para la muerte no existen clases, ideologías, religiones o posiciones de poder. Para la muerte, todos somos iguales. Pero más me da rabia enterarme que rocían de cloro a una enfermera y agreden a médicos o amenazan con incendiar hospitales porque el miedo irracional los sobrecoge. Personas desquiciadas que alardean poner bombas, expulsar a turistas o señalar a ciertas razas como culpables de la pandemia.

Esa lección olvidada de la peste en la edad media, en la era feudal, donde los más humildes descubrieron que reyes, pontífices y príncipes de la iglesia eran tan mortales como ellos mismos. Se dieron cuenta que el poder no se los daba Dios sino la cobardía de un pueblo sometido.

Y fue la pulga que democratizó la muerte y gracias a la cual sobrevino el renacimiento, el florecimiento de las bellas artes y la inventiva humana explotó en mil descubrimientos. Un vil pulga saltarina que se montaba en el lomo de las ratas para acabar escociendo con bubas malolientes la piel de los humanos. Era donde el cuerpo se asociaba con el pecado, la limpieza era una práctica de brujería y el perfume era elixir del demonio.

La labor callada de todos los ciudadanos que han dejado la cuarentena de sus hogares para servir a los otros y salvar vidas, a esos maravillosos seres con vocación altruista debemos de mostrarles nuestro respeto y admiración. Darles una y mil veces las gracias porque sin ellos, hoy no tendríamos luz al final del túnel, sin ellos no abrigaríamos en nuestra mente la esperanza.

Gracias a ellos que están en su labor callada.

Las fugaces flores de primavera

Aunque son originarias de Brasil, las jacarandas se aclimataron en México. Un hombre de origen japonéss, el Sr. Matsumoto, las trajo y sembró con tan buena mano que ahora, — en gran parte del país—, engalanan nuestras calles.

Su floración de color lila, inconfundible, se da en el mes de marzo y abril. Generalmente coincide con la semana mayor. Es un bellísimo espectáculo y sus flores son tan fugaces que en un abrir y cerrar de ojos alfombran banquetas y avenidas de su color lila.

La fugacidad de su esplendor es como la vida.

De niño me fascinaba verlas y escucharlas ya que al pisar las flores tronaban ligeramente.

Ahora, las asocio siempre con despedidas de seres que han estado cerca de mi línea de la vida.

Un domingo en Cuernavaca, hace diecisiete años, fui a visitar a mi padre.

Llevábamos ya cinco años y medio de cuando me avisó que tenía metástasis en varias partes de su cuerpo. Era ya un lustro de luchar contra el cáncer desafiando los métodos ortodoxos de oncología. Cero quimioterapias. Le habían pronosticado tres meses de sobrevivencia. Yo le había preguntado cuántos años más quería vivir y el me respondió con su natural forma directa de decir las cosas: Sólo cinco años.

En noviembre del año anterior se habían cumplido los cinco años solicitados pero ahora ya se pronosticaba su etapa terminal. Nunca se quejó de dolor. Esa tarde me dijo que ya estaba cansado y que ya se quería ir.

Nos sentamos al borde de su cama con los albumes de fotografías y entre broma y broma hicimos un repaso divertido de su vida. Ya para irme, mi padre me pidió perdón por haber sido tan enérgico conmigo. Le dije que no tenía por qué pedirme disculpas ya que gracias a su estilo autoritario yo había forjado un carácter más desafiante y rebelde. Nos despedimos.

Al día siguiente, lunes 8 de abril, me llamaron para decirme que ya se había ido .

Hace tres años, a las tres de la mañana del 4 de abril, sonó mi teléfono. Era la angustiada voz de la esposa de un querido amigo: Ted. Estaba en el hospital y agonizaba. El día anterior había sido intervenido quirúrgicamente.

Dos días antes me había visitado en la oficina para comunicarme que se iba a operar porque en sus revisiones médicas aparecía una mancha oscura en el intestino delgado y sospechaban que era maligno.

Ya tenía 81 años y al acompañarlo hacia su auto me debatía en si era conveniente decirle que suspendiera la operación y que desafiara al pronóstico médico. Sentí que sería para él mejor seguir viviendo ya que no tenía molestia alguna. Pero no lo hice. Me dio las gracias por nuestra amistad, después un abrazo y subió al auto. No había querido perturbar la decisión de su familia.

Al recibir esa llamada y colgar, me fui tan rápido como pude al hospital pero al llegar, Ted ya se había ido.

Todo ese día estuve asistiendo a la viuda en los trámites y en contratar los servicios funerarios.

Coincidentalmente las jacarandas estuvieron presentes desde la salida del hospital hasta el velatorio en el cementerio.

 

Fue otro amigo de toda la vida, Hugo. más joven que yo, y a quien le pronosticaron un tumor. Las últimas semanas ya no podía trasladarse por lo que pasé por él para invitarlo a desayunar. Fue un ritual de despedida. Platicamos de la vida, de su fugacidad y además de cómo había ya organizado su testamento y la repartición de sus bienes. De camino a su casa pasamos por una calle pletórica de jacarandas. Me dijo: ¡Qué lindos árboles son! Te fijas como se ve todo de morado. Al poco tiempo se fue.

La vida florece, nos inunda con sus vibrantes emociones como los colores de la naturaleza. Aprendemos, disfrutamos y pensamos que tenemos una eterna primavera. Pero no, no es así.

La vida es fugaz, como la flor de las jacarandas. Ahora que estamos todos decididos a enfrentar la pandemia, nuevamente florecen las jacarandas. Esta gran oportunidad que tenemos de re-encontrarnos a nosotros mismos, replantearnos la importancia de vivir la vida, lo que tengamos disponible de tiempo, pero que hagamos un giro total a nuestra existencia porque lo esencial de la vida se resume en pocas acciones:

  • Amar
  • Disfrutar lo poco o mucho que uno tenga
  • Cuidar nuestro cuerpo
  • Ser feliz y
  • Vivir siempre con agradecimiento.

Después de la prueba

Después de la prueba
 
¿Recordarás la angustia que tenías la noche anterior de los exámenes finales?
Luego hacias la prueba. Y otro tipo de sensación te quedaba. Quizás satisfacción, quizás zozobra o incertidumbre sobre tu calificación.
 
Es la misma angustia que hoy tenemos ante el COVID-19 y la sensación de vacío e incertidumbre de lo que vendrá. Todos tenemos responsabilidades que cumplir desde los pagos básicos de casa hasta nóminas, deudas y un sinfín de “pendientes”.
 
Mientras estés sano, vivo y con energía, lo demás podrás enfrentarlo y superarlo. Sin embargo, algo va a cambiar en nuestro futuro:
 
1. Vamos a re-valorar nuestra salud y la de nuestros seres queridos.
2. Aprenderemos a que es la ciencia y la medicina quienes deben orientar las decisiones colectivas y no el dinero, el tipo de cambio, las calificadoras y los índices macro económicos que nos endilgaron por muchas décadas. Lo fundamental de la vida es tener lo necesario para vivir feliz y no ser infeliz acumulando.
3. Empezaremos a cuidar y apreciar más nuestro entorno: el hogar, la naturaleza, los parques, nuestros mares, ríos y lagos. Estaremos más alertas de prevenir el deterioro.
4. Diversificaremos nuestras diversiones y entretenimientos. Después de las semanas de encierro y de intoxicarnos de series, streaming, programas de concurso, etc. voltearemos hacia la pila de libros que tenemos sin leer y comenzaremos a disfrutar de la lectura.
5. Tendremos que obligarnos a comer sin celulares y a sentarnos en la sala o sobremesa a platicar de nuevo y a conocer lo valioso que es una buena conversación. Y cuando podamos salir a convivir, ya no andaremos como «zombies» dando vueltas en centros comerciales sino que habremos despertado el apetito de ir a museos, galerías, parques y alamedas.
6. Departiremos en restaurantes alejándonos de la pose social y disfrutaremos de los alimentos y las bebidas. Ya no iremos a donde se exhiben las personas sino a los lugares acogedores donde se disfruta un buen servicio, un buen alimento y se acompaña con una buena bebida.
7. Aprenderemos a no vivir con prisas inútiles.
8. Cuidaremos más el dinero y en qué lo gastamos.
9. Habremos de diferenciar entre los buenos amigos y las relaciones tóxicas.
10. Tendremos un concepto renovado de la espiritualidad. Aquellos que practican una religión lo harán con mayor fé y los que tienen otra forma de concebir su espiritualidad se manifestarán más abiertos a la comprensión de que somos una triada básica: cuerpo,mente y alma o espíritu.
El mundo entero está sometido a la prueba. A una gripe común que solo mata a los que están inmuno-deficientes, con enfermedades crónicas o en la cuarta edad. La inter-conectividad aérea facilitó el contagio.
 
La prueba nos exige estudiar más lo que somos y dejar lo que aparentábamos ser.

Invierno en primavera

Llegó la primavera y nos hemos tenido que guarecer en nuestras casas.

No es para protegernos del frío sino del miedo.

Nos empezamos a ver recelosos unos a los otros. Planteándonos las interrogantes: ¿Estará infectado? ¿Portará el virus tan temido?

Deseamos una distancia que nos separe de cualquier intento de contagio.

Temor a incubar el virus que después de un largo peregrinaje desde los otros continentes llegó a tocar nuestras puertas.

Los abrazos, los besos y las caricias se han ido olvidando para darle paso a la frialdad del saludo lejano. Estamos viviendo un gélido invierno en primavera.

Enjaulados en nuestras habitaciones, ansiosos por predecir el futuro incierto, nos cobijamos en el gel, cloro y alcohol para untarnos de una ilusión sanitaria.

Algunas calles lucen vacías y otras, los enjambres de desquiciados compran rollos de papel sanitario y docenas de latas de atún que en su vida jamás se van a acabar. Los aciagos tiempos de una edad media que se carcome por la plaga de la cólera digital.

Si tan solo dejáramos de esparcir rumores, siguiéramos las sencillas reglas de higiene y entendiérmos que un recogimiento oportuno podrá minimizar el impacto de la pandemia.

Pero no.

Unos dudan, otros hablan de cifras maquilladas, otros creen que hay un complot, algunos más aseguran que es el apocalipsis.

Olvidamos que hemos alterado a la naturaleza, desafiado el orden y equilibrio de un planeta, abusado de los elementos químicos y alterado el orden de las cosas.

De esta lección que estamos cursando habremos de aprender solo una cosa: Nos creímos dioses y estamos descubriendo que somos mortales.

Frágiles y arrogantes que –con nuestra soberbia–, pensamos que todo lo podíamos hacer a nuestro capricho.

No todos lo entenderemos pero de seguro todos lo estaremos padeciendo.

Ahora nos toca esperar el examen y replantearnos muchas cosas, quizás la más importante será dimensionar el valor de nuestra vida, de nuestra existencia saludable.

Nadie de nosotros comprendía cómo y por qué estamos viviendo un crudo invierno en plena primavera.

 

Suicidio

La palabra sacude. Nos estruja la mente pensar en ella. Sin embargo, es importante hablar de eso.
Existen dos clases de suicidio para mi punto de vista.

1. El suicidio “trágico” que es el comete un individuo ante una severa crisis emocional al no saber manejar determinadas situaciones de su vida ya sea ante un agudo estado de depresión, a un recurrente estado de fracasos de la expectativas que se auto-impuso, e inclusive el suicidio que se comete por un arrebato amoroso o pasional, etc. (https://www.inegi.org.mx/default.html https://www.medigraphic.com/cgi-bin/new/resumen.cgi…)
La tasa más reciente de suicidios que se ha informado es cercana a la de 5.2 por cada 100 mil personas. Por lo que cada año en México se deben estar quitando la vida más de seis mil doscientos cuarenta personas.

2. El suicidio médicamente asistido es atendiendo la voluntad de la persona ante un inevitable deterioro de su salud y que –por las intervenciones médicas o terapéuticas– su vida se ha convertido en una verdadera tortura. También existe la llamada voluntad anticipada donde las personas podemos establecer por escrito los tratamientos que autorizamos y aquellos que no deseamos recibir llegado el momento en que nos encontremos ante la incapacidad de poderlo manifestar. Existe valiosa información al respecto por parte de organismos no lucrativos como es el caso de “DMD Por el derecho a morir con dignidad, A.C.”. (https://dmd.org.mx/ https://2020choicesattheendoflife )

Quizás algunos de nosotros ha estado cerca de un suicidio entre nuestros conocidos y por seguro nos han dejado una impresión o huella indeleble.
En mi caso he conocido el triste suicidio de un niño de 11 años, el de un amigo que tenía una severa enfermedad mental, el de un destacado hombre que podría calificar “atrapado en el romanticisimo de siglos pasados” que se quitó la vida por el rechazo de su mujer amada y recientemente fui a las honras fúnebres del hijo de un amigo muy querido.
En el caso de suicidio asistido y de voluntad anticipada conozco tres casos cuyo tránsito podría yo decir que fueron felices y afortunados.

Cada uno de estos casos me ha dejado además de la huella emocional una lección que he aprendido y les comparto resumidamente.
El niño se suicidó ante un a situación de destrucción del tejido parental: padre divorciado, madre ausente y cuando estaba presente era acosadora del pequeño. Los que estábamos relativamente cerca de él no supimos “leer” las señales de auxilio que normalmente niños y adolescentes manifiestan. No debemos pasar por alto esos “avisos” que nos dan los chicos y que pueden ser vitales para asistirles psicológicamente.
En el caso de mi amigo que padecía esquizofrenia y que algunos médicos le habían diagnosticado como bipolaridad. Fue el descuido de su entorno familiar lo que derivó en ese desenlace. En lugar de aceptar su padecimiento y acompañarlo en la supervisión de la medicación prefirieron esconder el problema, evadirlo hasta llegar a la situación extrema.
La moderna psiquiatría tiene extraordinarios remedios para medicar y controlar estas enfermedades mentales, desgraciadamente sin el apoyo de la familia, el desenlace será de un permanente y trágico caos. Tenemos que promover en nuestros círculos sociales y familiares la idea de que ir al psiquiatra* o al psicólogo* no es sinónimo de estar loco sino muy al contrario, es estar más sano de aquellos que no aceptan sus desórdenes mentales.
*(adrede pongo la P de Psiqué)

En el personaje romántico que refiero, confluyeron los excesivos celos que le habían convertido en un controlador asfixiante de su pareja. Ante la opresión, la mujer huye con su hijo a refugiarse en casa de una hermana y cuando finalmente él la localiza, ella se niega a salir aduciendo que ya tiene otra pareja. El hombre explota. Entra a la casa iracundo y le dispara primero a ella hiriéndole solamente. Pero al darse cuenta de su absurdo acto se mete un tiro en la cabeza.
La mayoría de los casos patológicos de celos son indicadores potenciales de desenlaces violentos. Podemos salir a la calle a denunciarlos pero también debemos ir al interior de los hogares a sanear las dinámicas violentas, soterradas y aniquilantes de la parentalidad qeue ha entrado en un estado de deterioro o destrucción total.

Finalmente, ver el desgarrador cuadro de los padres ante el súbito suicidio de su hijo de 30 años. Un joven exitoso, socialmente apreciado, querido por sus familiares, con un hogar armónico desde su infancia y sin explicación alguna se suicida. Este caso es el más desconcertante porque no existe racionalidad alguna para explicarlo. Pero el daño que deja a sus padres y a sus seres queridos es terrible. No solo se suicida la persona sino que los llena de sentimientos de culpa, de interrogantes que nunca tendrán respuesta y el plantearse una incesante e infructuosa búsqueda de explicar esa causa.
En pocas palabras un hijo suicida “mata” la vida de sus propios padres. Otro día platicamos del suicidio médicamente asistido y de la voluntad anticipada.

Imágenes: pixabay.com

Pensar… un viaje maravilloso