Lágrimas

Para un proyecto de publicidad tuve la oportunidad de investigar un poco sobre la historia del perfume, que por cierto es fascinante, y que me permitió conocer también un poco sobre el ser humano.

Desde los tiempos más remotos de la historia del hombre, las sustancias aromáticas han fascinado. Desde los chinos, egipcios, romanos hasta las civilizaciones mesoamericanas como los Mexicas o Mayas, el perfume está presente. Hubo una edad oscura donde se prohibió el uso del perfume. Un periodo de más de 400 años donde era pecado impregnarse de un bálsamo aromático y por la simple sospecha eran las personas acusadas de brujería. Fue en la Edad Media que entre sus víctimas por la peste bubónica y la falta de higiene se llevó a la tumba a un Rey que se negó toda su existencia a bañarse porque era de seres impuros y pecadores el bañar al cuerpo. Otras personas se bañaban con una tela o fondo para no verse “sus partes nobles”.

Existen sustancias muy refinadas y difíciles de conseguir que –en una adecuaada mezcla de notas—, conforman una creación de la perfumería. De todas las presentaciones que ofrece la perfumería son los llamados extractos lo que verdaderamente y técnicamente son perfumes. El extracto o ·parfum de parfums” es lo más excelso y una gota como lágrima sirve para crear un agradable sensación que permanee por más tiempo en el cuerpo. Así la cabeza, el cuerpo y la estela o memoria del perfume tienen una mayor fijación y deja los más gratos recuerdos.

Pero para mí también existe un perfume del alma.
Siempre he pensado que las lágrimas sinceras son un extracto puro de los sentimientos. No me refiero a lacrimosa forma de chantajear de ciertas personas que a la mínima provocación estallan en un llanto inundando su rostro de lágrimas para lograr un objetivo mal intencionado.

Las lágrimas que brotan del sentimiento real, de una amorosa expresión de la emoción es una forma maravillosa de manifestar lo que duele, emociona, estimula y manifiesta nuestro íntimo sentir.

Las lágrimas pueden ser expresión de felicidad, de haber logrado una meta, de haber compartirdo la risa con el grupo de amigos o familiares, de sentirnos enternecidos al escuchar una melodía, al leer una poesía o texto, o ver una escena en el teatro o en el cine.

Normalmente a las lágrimas de la felicidad no les damos el mismo valor que a las lágrimas del dolor. Dolor físico o moral, la pérdida de un ser querido, el recuerdo de una etapa de la vida ya consumada, el dolor de ver la agonía o la enfermedad de nuestros seres más amados.

La lágrima que derramamos ante el rompimiento emocional de una relación e inclusive las lágrimas que se vierten ante la desaparición o la ausencia de alguien como es en el caso de las prácticas criminales que escuchamos desde que el hombre es hombre y que en este mundo se practican como los secuestros, crímenes, torturas por motivos políticos o bélicos, etc.

Una lágrima pura, noble y sincera es un extracto que muestra la bondad del ser que la derrama. Es la manifestación de que sentimos, amamos, recordamos, deseamos, etc.

Es la más bella forma de mostrar nuestra ternura y es el “perfume” que sólo cuando se produce en sincera armonía con el sentimiento interno le podems asociar con nuestra gran capacidad de amar.

Senderos

Cuando vas por el campo, de pronto encuentras lo que comúnmente se le llama senderos o veredas. Algunos de estos caminos se nota que son más transitados que otros pero al final de cuentas alguien ya pasó por ése camino y seguramente hubo alguién que por primera vez abrió la brecha, dejando el camino para que otros lo puedan transitar.
 
Así es la vida.
 
Es que desde pequeños nos encontramos con seres que nos muestran el camino o que por su experiencia, nos tratan de enseñar la vereda.
Algunas veces hacemos caso de sus observaciones y las tomamos como enseñanzas de vida pero en muchas otras nos negamos a escucharles y preferimos darnos el frentazo caminando por la ruta equivocada.
 
El aprendizaje nos exige a veces tener que caminar por el sendero equivocado, regresar, rectificar y encontrar el camino adecuado.
 
Existe una frase popular que dice: “No dejes camino real por vereda”. Se sobreentiende que es el camino seguro y el más conocido el que recomiendan que uno transite para no se arriesgarse por el camino desconocido.
 
Sin embargo, la naturaleza indómita del adolescente y del joven, se rehusa a seguir los canones de los adultos y se arriesga a emprender las rutas riesgosas e impredescibles.
 
Todos alguna vez tuvimos el arrojo de experimentar y desobedecer lo que nos sugerían los mayores. Y quizás muchos de nosotros no nos arrepentimos de haber desafiado las áreas de comodidad o de comfort para incursionar en la aventura de lo desconocido y que todos nos auguraban como el fracaso.
 
En mi vida como en la de muchos de ustedes, el saldo final de ésa rebeldía fue positiva. Sin embargo, hay muchos otros que prefirieron alinearse a los canones establecidos.
 
La emoción (adrenalina) que siente uno en una exploración en el bosque o en el campo es precisamente cuando te enuentras frente a la bifurcación de dos caminos y tienes que elegir por cuál camino continuar.
 
Eso mismo pasa con las amistades o con la pareja.
 
Yo a veces lo explico con el ejemplo de un árbol cuyo tronco que parecía sólido y único, llega un momento en que se ramifica en dos brazos o ramales. Y uno de esos brazos se va alejando del otro en búsqueda de la luz, el sol, el aire y de su propio desarrollo.
A veces los senderos de la vida te plantean la necesidad de alejarte de alguien que pensabas nunca te habrías de separar, de una relación que pensabas iba a ser para toda la vida, y que sin embargo te ves en la imperiosa necesidad de no asfixiarte y buscar tu propio sendero. Muchas veces una relación se vuelve tóxica y es desgarrador pero necesaria la separación.
 
Eso mismo pasa con los amigos, con las empresas o con los empleos.
 
En múltiples ocasiones se me han acercado personas con brillantes trayectorias, en el arte, los negocios o el espectáculo y me plantean que se encuentran en una encrucijada y afortunadamente mis consejos les fueron útiles con desenlaces felices pero el denominador común de mis recomendaciones siempre ha sido darles la energía de que se atrevan y se lancen por el sendero que parece riesgoso y finalmente al hacerlo, encuentran que había un mejor horizonte para lo que pensaban era un camino sin final.
 
Cuando voy a las zonas arqueológicas Mayas me encanta encontrar los llamados Sak-be (Sacbej (también sakbej), plural: sacbejo’ob o sacbés, es un camino recto, elevado, sin desniveles y pavimentado construido por los mayas prehispánicos que unen a varias ciudades estado).
 
Los Sak-be tienen una magia muy especial porque aún a pesar de que fueron construidos hace más de mil cien años, siguen transitables, sin deterioro, manteniendo la posibilidad de unir un destino con el otro.
 
Recuerdo también que me cautivaba ver fragmentos de las carreteras empedradas en el camino hacia Cuernavaca, en medio de la montaña , bajando de tres Marías. O el tunel abandonado en la antigua carretera a Acapulco. O varios puentes coloniales que se llegan a ver desde la carretera México-Querétaro. Son senderos del pasado y que –aún cuando lucen abandonados–, tienen la energía de haber conducido vidas y emociones por sus rutas.
 
Las veredas de la vida nos permiten arriesgarnos y descubrir la felicidad –que es un estado de tránsito en equilibrio–, la homestasis por la que debemos existir.
 
Arriesgarnos al goce y disfrute de la aventura, alejarnos de las quejas y la comodidad agonizante que nos producen los miedos y que nos paralizan. Lamentarnos o quejarnos de todo solo nos envenena.
 
La felicidad debe ser continua, aún ante los episodios dolorosos de las separaciones, debemos encontrar la paz y la armonía. Entender que las veredas, los senderos están hechos para avanzar, para llegar al destino que nos propusimos y que en ése camino podemos ir junto con otros o de forma individual pero siempre, constantemente seguros de que son nuestras propias decisiones las que dirigen la ruta y no las decisiones de otras personas.
 
Cuando nos dejamos llevar por los otros, siempre caminaremos con cierto grado de frustración y enojo, con cierta inquietud de que no estamos haciendo lo que deseamos o necesitamos sino lo que los demás quieren que nosotros hagamos.
 
La vida es nuestra, el sendero que elijamos por arriesgado que sea, es el nuestro y la felicidad será nuestra compañera. No debemos de pensar que la felicidad como las zanahorias sólo se encuentran al final del camino.
 
No.
 
La zanahoria debe estar siempre junto a nosotros durante todo el recorrido y no al final del sendero.

Errores

Todos sabemos que los humanos somos falibles, que cometemos errores.

A pesar de que es universal el conocimiento de que los humanos no somos perfectos, cuando uno comete un error suceden procesos mentales que alteran nuestra conducta.

Lo primero que nos sucede cuando nosotros descubrimos la falla es una reacción de sorpresa. Se turba uno.

Después aparece el coraje. Es un sentimiento de ira contra uno mismo. Llegamos inclusive a expresarlo diciéndonos: ¡Pero que tonto soy, cómo hice ésa burrada!

Posteriormente al exabrupto pasa a una fase de tratarnos de explicar el por qué cometimos el error, tratamos de buscar la forma de enmendarlo y finalmente nos queda una sensación de frustración.

Si observamos bien el proceso que seguimos al cometer un error nos explica cómo funciona nuestro sistema neurológico.

Las emociones se generan en el hipotálamo y amigdala, digamos que es la puerta de entrada al cerebelo y es la que primero reacciona ante los estímulos nerviosos.

A esta región del cerebro se le denomina popularmente ”cerebro reptiliano” y como su nombre lo indica, muestra la típica reacción de un reptil (víbora, lagarto, etc.) es impulsivo, irracional, ya sea que ataque o por lo contrario huya.

Cuando empezamos a discurrir y se trata de explicar el error es cuando llegamos a la denominada zona gris del cerebelo que es la parte racional.

Nuestras reacciones serán mucho más críticas y exageradas cuando el error no lo detectamos sino que nos lo hace saber otra persona.

Ya sean nuestros padres, nuestros maestros, compañeros del trabajo o nuestra pareja.

La sorpresa se mezcla entonces con vergüenza. Nos sentimos apenados además de turbados. La confusión puede hacernos reaccionar reptilianamente y trataremos de agredir a quien nos está indicando el error y en muchas ocasiones nos negaremos a aceptarlo.

Pero pensando en que somos seres equilibrados y admitimos nuestro error, seguiremos los pasos intermedios hasta llegar a racionalizarlos. Un gesto de calidad es que uno admita públicamente su error y eso dice mucho de nosotros.

Lo que si nos puede alterar demasiado es que cuando a uno se le ha señalado el error y uno ya lo admitió y hasta pidió disculpas, se vuelve insufrible el que la persona empiece a sermonearnos, a machacar una y otra vez nuestra falta o se burle de nosotros. Eso rebasa nuestros límites de tolerncia.

Por eso es muy importante que si estamos educando a un niño, o si damos alguna asignatura en la escuela e inclusive en cursos que demos a personas que estemos capacitando, nunca abusemos de los errores de los demás, no seamos crueles ni nos burlemos y menos reiteradamente estemos repitiendo que el otro se equivocó.

Los errores son parte de nuestros procesos de aprendizaje pero también son una llamada de atención para reducir nuestro egocentrismo, es como un aviso para recordarnos la importancia de ser humildes y de cobrar consciencia de que todos los humanos cometemos errores.

Especies en extinción

Llevamos ya varias décadas siendo informados sobre las especies animales en extinción.

Hay dos tipos de grupos ecologistas: Los que realmente están haciendo algo por salvar a las especies y hay otros grupos que se han convertido en parásitos y manipuladores del tema ecologista para ascender en la visibilidad pública y en muchas ocasiones, recibir donativos o pagos por parte de gobiernos, empresas e instituciones a nivel mundial.

Los grupos sociales se enfurecen cuando ven el impacto del cambio climático en nuestro planeta y los ciudadanos entran en psicosis ante las contingencias ambientales en las ciudades. Ahora nos alarmamos de ver las oleadas de plástico que inundan los cauces de ríos, lagos y mares. Es verdaderamente angustioso ver la deforestación, los incendios y cómo los daños que está sufriendo la región del Amazones viene a repercutir en la invasión de sargazo a las playas caribeñas de la Ribera Maya mexicana.

Ya desde mis años universitarios tuve una confrontación con el que supuestamente iba a dirigir mi tesis pues consideró que el tema de la “Contaminación ambiental” no era relevante para México. Nunca olvidaré el eco de sus torpes palabras en un cubículo universitario.

Hoy estoy convencido que la especie que más peligra en el planeta es el hombre. Somos los seres humanos quienes destruimos a la naturaleza, impactamos a los seres vivientes sean animales, vegetales o deterioramos los recursos naturales.

Y para mí la razón es simple: Tenemos en fase terminal nuestra capacidad de amar.

Sí. El amor está agonizando dentro de millones de seres. Me refiero al amor verdadero no al amor por el dinero o las cosas materiales que deberíamos verbalizar como “la ambición por el dinero” pues dista mucho de ser amor.

El amor había sido por siglos un tesoro innagotable que daba energía a la vida de los seres humanos. Desde los orígenes del lenguaje humano las expresiones de afecto son las primeras frases construidas y deviene luego la poesía cargada de palabras que se refieren al amor, luego vendrá la música y las otras obras de la creatividad y en gran parte de su narrativa se expresan sobre el amor y el desamor.

Las célebres cartas de amor e inclusive los epitafios sobre las lápidas se refieren al potencial inconmensurable que teníamos los humanos de la capacidad de amar.

¿Qué ha pasado?

Que trastocamos la dimensión del amor por los convencionalismos sociales, por nuestras limitaciones educativas y lo convertimos en un pasatiempo fugaz que sin darnos cuenta lo fragmentamos hasta asfixiarlo. No me refiero al matrimonio o a las relaciones de familia, me refiero a la cosificación del amor donde se dan las relaciones de interés, ya sea económico o de posición social. Se verbaliza con “búscate una pareja de un mejor nivel” o “ése no es un partido para ti, tiene x o z características que no van con tu estatus”. En fin uds. conocen las mil frases descalificadoras.

Pero el amor empieza por uno mismo. Y al carecer de nuestra autoestima, autorespeto vamos dilapidando la capacidad de amar. Vemos con asombro cómo las personas se refieren despectivamente a su propia persona, a las otras personas, a su país y eso es sinónimo de no amar a su terruño. Al no amar a su tierra no se puede amar a la naturaleza y empezamos a deteriorar nuestro ambiente. A festinar la desaparición de las especies animales. A presumir el desarrollo civilizador a ultranza.

Pavimentamos la tierra para sepultar materialmente la vida.

La única forma de salvar a las especies animales y vegetales es convivir con amor al prójimo, el amor a sí mismo y el respeto por conservar los tesoros emocionales que poseemos.

Varias veces nos tacharán de “románticos trasnochados”. Pues sí, debemos admitirlo. Somos cursis, melosos, anticuados. Nos pueden marcar con todas las etiquetas de las baratas de primavera-verano. Lo que no debemos permitir es que la presión social nos asfixie la virtud de amar.

Quien no se ama a sí mismo no puede amar al otro. Quien no ama a los otros no puede amar a la Naturaleza. Y si no amas a la Naturaleza no puedes amar al ser supremo en quien posiblemente crees.

Finalmente:  Quién no ama, no vive.

¡Salvemos a nuestra especie en extinción!

Reír

¿Cuántas veces has reído hoy?

Esta mañana fui a un restaurante a desayunarme. Una de sus especialidades son los “pies” o tartas.

Me atendió un mesero delgado, jovencito y moreno. La placa en su uniforme decía que se llamaba Casiano.

Se esmeró en atendernos. Al final nos dio la carta de los postres. A mí en lo personal me encanta el pie de Nuez. El menú decía la palabra en inglés: “Pecan pie” o sea un pie de nuez pecana. Para no parecer demasiado presuntuoso le ordené una rebanada de “pie de Nuez”.

Después de algunos minutos, llegó el Gerente del restaurante. Su rostro reflejaba angustia y sus palabras nerviosismo.

–Disculpe señor. Tenemos una amplia variedad de “pies” que –como ud. sabe–, es nuestra especialidad. Hemos tratado de complacerlo pero el chef nos dice que no podría tener el pie que ordenó.

–¿Cómo?—inquirí con sorpresa.

El gerente muy serio me respondió:

“Sí, es que no tenemos la receta del pie de res”

–¿De res? Exclamé extrañado.

–Si,–contestó—Pie de Res.

–No, hay una confusión,– le dije, desternillándome de risa, –¡Lo que pedí es un pie de NUEZ!

Y a todos los presentes nos ganó la risa.

La risa y el sentido del humor son inherentes al ser humano.

La risa significa alegría y felicidad en las más diversas culturas y pueblos de todas las épocas en la historia de la humanidad. La expresión de las emociones son de la misma manera en todos los hombres y con gran frecuencia reímos cuando se dan confusión en las palabras.

Los chistes y las situaciones absurdas, o juegos de palabras son los que más se dan en los chistes y los que más efectivamente detonan la risa. Básicamente los chistes se construyen a partir de situaciones absurdas lo que provoca el buen humor y finalmente la risa. Los gestos son innatos añaden más humor y es una capacidad universal de la comunicación humana.

Desde que nos cuentan un chiste hasta que nos reímos atravesamos por una serie de procesos cerebrales. La resonancia magnética y las nuevas tecnologías de imágenes cerebrales nos permite ver que se activan las áreas de nuestro cerebro y así vemos cómo se procesa el sentido del humor. Se activan las mismas áreas del cerebro que se usan para procesar el lenguaje.

Se utilizan las 3 capas del cerebro.

Procesamos en una capa de la corteza cerebral las palabras recibidas con lo cual nos damos cuenta de que lo escuchado o lo leído no tiene ninguna coherencia, no tiene sentido.

La otra capa es donde se activa la emoción placentera ante lo absurdo y en la tercera capa es donde se produce la alegría, risa y carcajada.

El sentido del humor requiere de una mente ágil y flexible.

Se sincronizan muy rápido los procesos de entender el chiste para encontrar lo divertido del asunto y así reírse.

En primer lugar escuchamos o leemos las palabras. Los receptores de la vista o el oído envían los datos al cerebro. El hemisferio izquierdo comienza a ordenar los datos y se trata de acertar el final lógico de la historia de los datos recibidos.

Simultáneamente se activa una parte pequeña del hemisferio derecho que nos permitirá imaginarnos la historia narrada desde una perspectiva absurda. Para entender ése absurdo usamos dos zonas implicadas en el procesamiento del lenguaje.

Para contrastar lo imaginado y el restultado final necesitamos usar la memoria de corto plazo.

Es crear una red neuronal que encuentra lo lógico e ilógico en lo absurdo y eso es lo que lo hace divertido. Para ello, en el área media posterior frontal del cerebro existe un área denominada “central de alerta de errores” la que nos permite detectar errores y obtener una recompensa emocional. Para producir el sentimiento de emoción, de diversión y generar la carcajada es necesario que se active esa zona.

Así se activa un área en la tercera capa del cerebro donde se produce la hormona de la dopamina o también conocida como la hormona de la felicidad.

Esta hormona estimula el interruptor central del sistema de recompensa que tenemos en el cerebro y al activarse, se envían señales de felicidad a la corteza y con ella se genera la reacción eufórica.

Los hombre y mujeres procesamos de diferente manera la risa y el humor.

Las mujeres activan más dos regiones del cerebro: el área del lenguaje y memoria de corto plazo. Aunque los hombres cuentan más chistes, las mujeres disfrutan más con el humor. Las mujeres se ríen más. El cerebro femenino integra mejor el conocimiento con la emoción. Esto produce una respuesta muy alta a lo agradable.

En cambio, el cerebro masculino espera la recompensa a partir de lo absurdo del chiste. Ya que no integra tanto el conocimiento con la emoción.

Encontrar algo muy divertido es muy personal y depende en gran medida de la intensión de la emoción provocada.

El ejercicio mental de la risa y del buen humor favorece el desarrollo de la memoria a corto plazo. El sentido del humor aumenta si tenemos una inteligencia fluída y creativa.

Científicamente se ha demostrado que reír es muy saludable, produce la aceleración del ritmo cardiaco, un aumento del aporte de oxígeno al cerebro, ayuda a un mejor manejo del estrés, disminuyendo la tensión, por lo que las personas con buen humor tienen un sistema inmunitario más sano, sufren un 40% menos de infartos y viven cuatro años y medio más que el promedio.

La risa es una herencia de la parte más antigua del cerebro, la parte responsable del control de las emociones primitivas como son el miedo o la alegría (cerebro reptiliano).

La felicidad consiste en llevarse bien con uno mismo con su medio ambiente. El sentido que le des a tu vida y la forma de relacionarte con los demás contribuirá a que seas más feliz.

Si uno puede reírse de uno mismo, de las cosas absurdas cosas que uno hace o encuentra de la vida y de los enredos en los que nos vemos de pronto inmersos, es señal de que podemos superar los problemas y enncontrar la forma de ser más felices.

El poder sonreír, reír y expresar una carcajada nos ayudará a bajar la tensión, relajarnos, oxigenarnos, mejorar nuestro sistema inmunológico para que esté más sano, optimizar la memoria y finalmente descubramos que tenemos un cerebro feliz.

A un cerebro feliz le dará lo mismo que le sirvan un “pie” de Nuez o se lo cambien por un “pie” de Res.

Madre ausente

En estos días que se celebran a las madres y la euforia que esto causa en casi toda la población vamos a reflexionar sobre el concepto de: “Madre ausente”.

No me refiero a la madre que ha partido y que cada persona vive en su duelo muy personal ni a la icónica canción de Juan Gabriel (Amor Eterno).

No.

Madre ausente es un concepto más inquietante y quizás mucho más doloroso. Es una ausencia que deja huella de por vida.

Mi abuelo materno me contaba que fueron 13 hijos los que procreó su madre. Aunque eran de una posición económica privilegiada (su padre tenía la fábrica de aceites que proveía del combustible para la iluminación de la Ciudad de México aprox. 1895).

La casa familiar adjunta a la fábrica en la calle de Buen Tono y Ernesto Pugibet junto al Mercado de San Juan. Por ser el mayor de los hijos, le tocaban sus habitaciones al extremo de la finca y contaba hasta con un patio propio. Alejado de las habitaciones de sus padres. Materialmente nunca convivió con su madre ya que permanentemente la mujer estaba embarazada u ocupada con un bebé en brazos, encerrada en su oscura habitación. Ésa era la imagen que mi abuelo tenía de su madre.

Durante sus primeros 15 años mi abuelo fue criado y educado por su nana Paz, que también había sido su nodriza. A ésa edad, la mamá de mi abuelo murió y en unos dos años más también su padre muere quedando huérfano y encargado de sus 12 hermanos. Siendo yo niño conocí a la nana de mi abuelo pues a sus 100 años ella aún vivía. Yo acompañaba a mi abuelo a llevarle una mesada mensual con la que vivía la ancianita. Mi abuelo ya estaba encanecido. Me repetía de vez en cuando: “Paz me quiso más que mi madre. Y yo quiero más a Paz que a mi madre fantasmal, siempre ausente”.

La madre ausente es una figura que se da con cierta regularidad. Es la madre que procrea a demasiados hijos y no tiene tiempo para ser realmente una mamá. También la que tiene que trabajar y delega la maternidad a la abuela o suegra o a la guardería.

Hay otras mamás que detestan ser madres y delegan esa actividad a las sirvientas, enfermeras (cuando son económicamente posibles de pagar).

En las familias ricas y muy comprometidas en actividades sociales he visto que la madre ausente siempre tiene comidas, cenas, juega cartas, hace obras de caridad, son voluntarias en hospitales de personas adineradas, ayudan en la iglesia o templo y materialmente dejan el nido vacío de su presencia.

Hay tristes casos de madres ausentes por el alcohol y las drogas. Los hijos crecen en una permanente agonía ante una madre tambaleante, vociferante de maldiciones o rodeada de vómitos y orines.

No olvidemos las madres ausentes por depresión. Con patologías mentales graves que viven ensimismadas en sus “mundos” y dejan a sus hijos a la “buena de dios”. La abuela, la suegra, la tía o el ama de llaves o la muchacha que se encargan de que los niños vayan a la escuela, hagan las tareas, merienden y se acuesten. Madres ausentes por la migraña que piden sepulcral silencio en el hogar porque sufren de terribles dolores de cabeza y les molesta la luz el ruido de los niños.

Recuerdo a un amigo de la escuela que vivía en una lujosa mansión. Su madre siempre estaba encerrada en su recámara. Un día la vi pues ella había dejado la puerta entreabierta. Estaba sentada en un sillón —en la penumbra de su gran habitación— y arrullaba a una figura de un niño Dios (quizás de cerámica o porcelana). Mi amigo terminó suicidándose.

La “madre ausente” genera carencias afectivas muy difíciles de subsanar.

En años recientes he notado un fenómeno que va en aumento y es el de los “Padres solteros”. Por lo menos ya conozco a más de 10 hombres que son abandonados por sus mujeres y les dejan la custodia de sus hijos. Hombres que de un día para otro se transforman en Papás-Mamás de sus propios hijos y deben adaptarse a una dinámica diferente. Tan angustiante y diferente cambio de vida como puede ser el tener toda la responsabilidad de la crianza, vestido, alimentación e inclusive ir a los Festivales del Día de la Madre y convivir con las mamás y abuelas de los compañeros de sus hijos. Los hijos de esos hombres son hijos de “madre ausente”.

¿Cómo le explicas a un chiquitín que su madre los dejó?

¿Cómo les dices a los niños que ésa mujer que está encerrada en su mundo debería ser una madre común y corriente a la que todo mundo adora y celebra en estos días?

¿Cómo perciben los hijos a la madre que aún estando físicamente presente se ha ausentado de sus vidas emocionales?

¿Qué sentirán los hijos de madres ausentes cuando ven los comerciales cargados de emociones afectivas que se transmiten por televisión en estos días?

No todos sienten la ausencia de su madre frente a una tumba o una fotografía. Algunos sienten la ausencia de su madre aunque este a escasos centímetros de sus propios brazos.

Los amigos

La vida es como un viaje en tren.

Nos subimos en una estación y podemos viajar en determinado vagón pero también podemos ir al vagón comedor o al vagón dormitorio e inclusive al vagón mirador.

Sabemos que tendremos que bajar en cierta estación dependiendo de nuestro boleto y de que llegue el operario, nos revise el billete y nos indique el momento preciso de nuestra parada final.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ahí en el vagón viajamos varios tipos de pasajeros. Durante nuestro trayecto vamos a tener tres tipos de pasajeros que les llamaremos amigos:

  • Mejores amigos
  • Amigos intermitentes
  • Amigos ocasionales o fugaces

Los mejores amigos son los que nos acompañarán durante todo el viaje, desde que los conocemos se establece una relación sólida que es para toda la vida.

Los amigos intermitentes son los que estaremos viendo, conversando y conviviendo por intervalos. Aparecen, se pierden y luego reaparecen. La amistad es firme pero la recurrencia no lo es.

Los amigos ocasionales son las amistades que se hacen en la escuela, en el vecindario, empresa o por proyectos en donde coincidimos. Sentimos que van a ser grandes amigos pero cuando uno cambia de escuela o se muda del vecindario o termina el proyecto, la relación se va difuminando hasta desaparecer. Son fugaces.

Una de las grandes ventajas de los amigos es que uno los elige y uno los cultiva. Es decir, nadie te los impone contrario al caso de los familiares que forzosamente unos los tiene.

Con los amigos tampoco hay obligación de frecuentarlos. Uno por su propio gusto disfruta de su compañía y surge una necesidad de buscarlos, de verlos y de mantener el vínculo.

Poco a poco, los amigos considerados “mejores” van encontrando mayor afinidad con nosotros, es una empatía verdadera y hasta cierta forma se mimetizan con uno.

Son los amigos que guardan las confesiones íntimas, a los que se les puede manifestar nuestras angustias, miedos o sueños y que no nos criticarán.

Los amigos ocasionales pueden ser relaciones sinceras o relaciones que mantienen cierta conveniencia o interés. Y la fragilidad del vínculo depende en gran medida en que se compartan los beneficios mutuos. Son esos amigos de la preparatoria o de la universidad con los que hacías tus trabajos de grupo o con los que se prestaban los apuntes y se reunían para estudiar en temporada de los exámenes. Asimismo son los colegas de trabajo con los que vamos a comer, tenemos fiestas o reuniones y parece que se construye una sólida amistad hasta que uno de ellos cambia de posición laboral y por sus múltiples ocupaciones se va olvidando de nosotros.

Los amigos fugaces son personas con las que de súbito tienes una comunicación muy fluida, parece que se comparten sueños o ilusiones, se buscan uno al otro por una breve temporada y después como por arte de magia desaparecen del mapa de por vida.

Una amistad fugaz puede ser un noviazgo corto o un amorío. Y normalmente no durará más que un par de días o cuanto mucho: semanas.

Conforme avanza el tren de la vida, los distintos amigos se van bajando en las estaciones y otros pasajeros pueden subir a nuestro vagón que se convertirán en amigos.

Contrario a lo que debería suponerse, la edad no es un elemento fundamental de la amistad y mucho menos podemos asumir que los amigos más jóvenes permanecerán más tiempo en el viaje del ferrocarril.

Hay muchos amigos más jóvenes que de súbito llega el operario y les avisa que tienen que descender en la próxima estación. Son esos amigos que tienen una enfermedad terminal y les acompañamos en el trayecto de su agonía hasta que se bajan en la estación asignada.

Otros amigos –no importando la edad—son arrojados de súbito del tren en marcha sin darnos un aviso previo. Llegan los encargados de seguridad, los toman a la fuerza, abren una compuerta y los arrojan sin piedad con el tren en movimiento. Son los amigos que mueren por un accidente, un ataque fulminante, un asalto o suicidio. Normalmente son los que decimos con sorpresa: “¿Quién se lo iba a imaginar? Si apenas hace un par de días lo vi muy sano, en todos sus cabales!”

Si. Así es esto del viaje en el tren de la vida. Vamos todos muy rápido sin darnos cuenta, subiendo o bajando, conociendo a los pasajeros, encontrando grandes satisfacciones y una que otra desilusión.

Lo relevante de los amigos es que sin ellos nuestra vida transcurriría en un monótono viaje por un túnel de depresiva oscuridad.

 

Para conservar a los amigos solo se necesitan dos cosas: Cultivarlos (procurarlos, estar atentos a lo que ellos necesitan) y agradecerles su compañía teniendo en mente que viajamos juntos y que en cualquier momento –imperceptiblemente- uno de los dos habrá descendido para siempre del tren de la vida dejándonos solo su recuerdo.

El orden de las cosas

A veces pienso que existen dos tipos de ORDEN.

El orden sistémico y el orden personal (orgánico o individual).

El orden sistémico es el orden que se da en los sistemas.

El más conocido por nosotros es el sistema solar. Hay un orden: El sol como centro, mercurio, venus, la tierra ,marte, etc.

Planets of the solar system, 3D rendering. The sources of the maps – https://svs.gsfc.nasa.gov/3615 and https://www.nasa.gov/sites/default/files/20140228_eclipse.jpg

El sistema del planeta Tierra lo explicamos como el sistema o reino vegetal, reino animal y mineral.

El comportamiento social es a base de un sistema y eso permite un orden para la convivencia humana. Sistema de gobierno, sistema legal, sistema civil, etc.

 

 

 

 

 

 

Por el otro lado es el orden que cada uno le ponemos a las cosas y a nuestra vida.

Es un orden de nuestro propio organismo. Lo que nos gusta hacer, el cómo organizar nuestras pertenencias, el sello que le ponemos a nuestro habitat y en donde guardamos o ponemos las cosas o pertenencias. Va desde un escritorio o ropero hasta nuestra casa, auto, etc. Es el orden individualizado, orgánico, personalizado.

Seguramente todos tuvimos algún altercado con nuestras familias o con nuestra propia mamá cuando llegábamos de la escuela y encontrábamos que nuestras cosas las habían acomodado.

Ella diría: “Te limpié tu cuarto y acomodé tus cosas”.

Nos poníamos furiosos, no encontrábamos las cosas, nos desquiciaba nuestro propio universo.

Cada ser humano genera su propio orden y su propio caos. Tenemos nuestro universo que armonizamos a nuestro leal entender y nuestros hoyos negros donde se da el caos de las cosas, donde se pierde el orden y donde se dan las ausencias que desequilibran nuestra armonía.

En la convivencia con otros seres (pareja, esposa, amigos, familia, etc.) se dan los choques de los sistemas de orden de cada uno y la tarea es “homologar”, hacer uniforme, comprender al otro y negociar un sistema de orden común.

Muchos de los rompimientos en las relaciones humanas se dan porque los sistemas orgánicos o individuales no logran empatar con el sistema del otro. Se llaman conflictos.

Escuchamos:

“Me gusta levantarme temprano pero a ella le gusta levantarse tarde”

“Yo soy muy desvelado pero en mi casa se acuestan muy temprano”

“No soporto como deja el baño después de bañarse”

“ Tiene hecha la recámara un caos”

“Tuve que poner un clóset para mis cosas porque el que compartíamos siempre era un desorden”.

Ya es clásico el comentario que se escucha de que: “…se divorciaron porque dejaba el tubo de la pasta dental siempre abierto”.

Y en efecto, nuestro sistema de orden debe compatibilizarse para lograr una convivencia armónica y pacífica.

El problema surge porque “Nos aguantamos y no decimos cómo quisiéramos tener un orden”. Hasta que llega el día en que nos colmamos la paciencia.

Para ello debemos anticiparnos al conflicto. La mejor forma es explicarle al otro cómo te gusta orgnizar tus cosas o cómo estás acostumbrado a poner tu propio orden y no tratar de obligar a la otra persona a que siga tu modelo. No. Para nada debes obligar a que todos tengan tu mismo sistema. Debes escuchar a la otra persona a que explique su modelo de orden y posteriormente negociar la forma en cómo podemos armonizar un orden común sin buscar el conflicto.

Parece sencillo y lo es.

El problema es un gusano que tenemos todos y que se llama ego. Ese gusano produce una enfermedad que se denomina “egoísmo”. Para inhibir al ego debemos aprender a usar al diálogo. El diálogo es un método de escuchar y expresar en forma circular para que cada una de las partes escuche al otro y exprese lo que piensa o siente. Finalmente al diálogo lo debemos aterrizar en acuerdos o negociaciones y de los acuerdos debemos proceder al respeto.

Respetar las reglas del orden convenido pone fin a la lucha por los territorios.

Si Mamá te hubiera dicho: “Voy a limpiar tu cuarto. ¿Quieres ayudarme? ¿Quieres que yo lo haga? Pero dime: ¿cómo quieres que te acomode tus cosas?”

Hubiera eliminado muchos conflictos y berrinches en tu infancia y adolescencia.

Aprendamos a construir sistemas de orden armónicos con los demás y eso mejorará nuestra convivencia. Pongamos el orden a las cosas y no lo impongamos a las personas.

Las miradas

Las miradas
 
Nuestros ojos son ventanas.
A través de ellos nos asomamos para ver al mundo. Ya sea nuestra mente o nuestra alma se están continuamente peleando por asomarse hacia fuera. Son como dos niñas caprichosas. Quizás por eso les llamaron: “Las niñas de mis ojos”.
 
Cuando se asoma la mente, ésta revisa todo, escudriña hasta el último de los detalles, analiza una y otra vez lo que ve. Hace pausas para repensar lo que acaba de observar y finalmente se forja un concepto de lo que descubrió afuera. Generalmente aprende y aprehende (de capturar, atrapar, poseer).
Siempre inquieta y nerviosa, la mente pone nervioso a cualquiera cuando a través de las ventanas se asoma y mira.
Puede ser que la mente solo se fije en los colores, o en las formas, movimientos, gestos y acciones de los otros con los que se va topando a cada instante. ¡Ah! Pero cuando nos examina, qué incertidumbre nos acecha. ¿Aprobé? ¿Me reprobó? Su mirada era fría, calculadora, impenetrable.
 
Cuando le toca el turno al alma la cosa es diferente. Se asoma con timidez y trata de ver lo que no se ve a simple vista. Sin alarde de movimiento lanza una luz que se transforma en mirada. En determinado momento baja y abre las persianas que son los párpados para que su intensa luz no hostigue a quien le observa. Si las dejara todo el tiempo abiertas nos cegaría.
 
El alma se asoma para sonreír o para acariciar con sus miradas. A veces seduce, en ocasiones simplemente coquetea y como si respirara en cada abrir y cerrar de párpados exhala amor o en ocasiones odio.
 
El alma se asoma para acompañarse de emociones. Van de la mano el amor y el odio, la indiferencia y la atracción, la envidia o la compasión. Son tantas las emociones que transmite el alma que no podríamos tener la capacidad de enumerarlas.
Simplemente cuando se asoma por esas ventanas que son los ojos, lo único que nos queda es expresar lo que percibimos de la sutil luz que de ella emana:
“Me sonrió con su mirada”
“Me miró con ojos de pistola”
“Vi su mirada y sentí una fuerte emoción”
“Era una mirada de odio”
“Con solo mirarme percibí que me envidia”
“Mira de una forma tan despectiva”
“Qué brillante se ve su mirada”
“Me encanta ver que me está mirando fijamente”
“Me miró con una ternura infinita”
“Me miró, sin palabras pero me dio entender que me quería”
“Abrió por última vez sus ojos, me miró fijamente y dejó de existir…pero aún conservo grabada su mirada”.
Las miradas son las palabras mudas. Son las caricias sin manos. Son los puñales sin acero. Son los abrazos sin brazos.
 
¿Y si contamos cuántas veces al día dejamos asomar por nuestras ventanas a la mente y cuántas otras se asoma el alma?

Pensar… un viaje maravilloso