Artículo de Juan Antonio Rosado publicado en la revista Siempre! Sección:Cultura en México Fecha:28 febrero, 2015
El 8 de abril de 2014 falleció a los 89 años el historiador alemán Karlheinz Deschner, tal vez el crítico de la Iglesia Católica (y del cristianismo en general) más importante del siglo XX. En una ocasión, la Iglesia lo llevó a juicio por difamación, pero el erudito, quien leía en varios idiomas y fundamentaba sus argumentos en pruebas fehacientes, ganó el alegato, aunque la Iglesia y sus seguidores le impusieron el ostracismo. En España se publicó, entre otras obras, su Historia sexual del cristianismo, La política de los papas en el siglo XX y un buen número de su monumental e inacabable Historia criminal del cristianismo, que constó de diez volúmenes, sin siquiera llegar al siglo XII.
¿Cómo descubrí al “incómodo” Deschner? Corría 1994 y me hallaba en Mérida realizando una investigación para lo que años después sería el Diccionario de literatura mexicana (siglo XX), que coordinó Armando Pereira. Entré en la librería del Centro Cultural Dante y vi el primer volumen de la Historia criminal del cristianismo: Los orígenes, desde el paleocristianismo hasta el final de la era constantiniana. Lo ojeé y quedé impactado por las decenas y decenas de páginas de bibliografía y hemerografía especializada. De inmediato supe que no era uno de esos libros de aficionado o “todólogo”, sino la obra de alguien que había entregado su vida a develar los crímenes del cristianismo y a luchar contra la ignorancia. Una de sus frases: “El que no escriba la historia universal como historia criminal se hace cómplice de ella”. Mayor fue mi sorpresa cuando vi que el libro había sido reeditado en México. Jamás lo volví a ver aquí, a pesar de que en esa época yo recorría librerías y bibliotecas de varias ciudades del país. En Madrid, volví a toparme con la Historia criminal…: misma editorial, pero una edición mucho más bella. Compré cinco volúmenes y después encargaría otro. Devoré volumen tras volumen y quedé asqueado de tanta inmoralidad, crímenes y violaciones que el cristianismo cometió durante sus primeros siglos de vida, pues la historia no llega ni siquiera a la terrible Inquisición. Lo más interesante fue haber corroborado una vieja intuición que cualquier inteligencia puede tener sin necesidad de leer a Deschner, a Michelet o a otros tantos. Si los politeístas romanos eran tolerantes con todas las creencias mientras no se metieran con el imperio, e incluso había un libro que describía las religiones practicadas en Roma, ¿por qué en un momento dejaron de serlo con los cristianos? Muy sencillo: porque fueron los cristianos (y no los romanos) quienes empezaron a derrumbar estatuas, burlarse de los “paganos”, matar, violar, robar, quemar bibliotecas y miles de libros de particulares, hasta que todo eso culminó con el cobarde asesinato de Hipatia de Alejandría, filósofa, matemática y astrónoma muy tolerante, quien había dirigido la Biblioteca de esa ciudad. Deschner no era ningún “positivista” que inventaba cosas, sino un investigador en pos de la verdad. La lectura de su obra debería ser una obligación para quien busque los hechos y no la mitificación.
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