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Las dos primas
En el noticiero televisivo de la mañana informaban que debido a la pandemia y durante la cuarentena hay dos primas que se han mudado a las casas de millones de habitantes y han incrementado en un 34% sus malestares.
¿Cómo? ¿No sabían que uds. tienen a dos primas, –de esas incómodas –, que sin ser invitadas a su casa les caen por sorpresa?
Las dos primas juraríamos que son gemelas pero si las vemos ya a detalle encontramos las diferencias en ambas.
La prima Angustia la confundimos frecuentemente con la prima Ansiedad.
Angustia siempre provoca una crisis en uno, en cambio , Ansiedad es más dañina porque nos crea un trastorno difícil de reparar.
Apenas llegan a tu morada, la prima Angustia se vuelve desproporcionada, te paraliza y su presencia te genera síntomas psíquicos como la sensación de ahogo y peligro inminente y que nada tienen que ver con la realidad.
Es una necia entrometida que te desequilibra la paz en tu hogar. La causa de que se meta así –sin avisar–, es básicamente por los miedos que cobijas y alimentas alterando tus estados afectivos. Esta prima te provoca sufrimiento mental y tristeza, todo porque sientes incertidumbre o desesperación.
Antes de la pandemia, la prima Angustia la vinculabas más al miedo de separarte de algo que querías o necesitabas o que te causaban ciertas situaciones incómodas en la escuela, trabajo y hasta en tu propio hogar. Generalmente aparecía Angustia cuando tenías pensamientos irracionales…impulsivos.
A esta prima se le confunde frecuentemente con Ansiedad. Pero cuando te molesta la Prima Angustia en realidad tu problema es a nivel afectivo, emocional y hasta Freud lo describía y diferenciaba entre Angustia realista y Angustia neurótica. La primera obedecía a una situación o causa existente pero la neurótica ya era en el terreno de la enfermedad.
La prima Ansiedad siempre será relacionada con un trastorno. Te cambia la conducta y requieres de un tratamiento médico para que la saques fuera de tu casa (cuerpo-mente).
Y aunque la Ansiedad es parte de la existencia humana y todos sentimos algún grado moderado de la misma como respuesta adaptativa, cuando se vuelve trastorno ya no podemos controlarlo y se convierte en un estado continuo de agitación, inquietud y zozobra del ánimo. Se combinan problemas físicos con los mentales. Esa agitación que produce la prima incómoda nos mantiene en una desagradable inquietud, un estado de agitación que nos quita el sueño y vemos de forma anticipada un peligro, catástrofe inminente resultado de unir cuestiones mentales con alteraciones fisiológicas como cambios en nuestra respiración e inclusive en nuestro ritmo cardíaco. Sufrimos reacciones de sobresalto que nos impulsa a buscar soluciones al supuesto peligro y dejamos de percibir la realidad de las cosas con total nitidez.
Dicen que hay predisposición genética para tener a este tipo de parientes pero en el caso de la angustia también hay factores bioquímicos como son el aumento de la adrenalina y la reducción del ácido GABA.
Sin embargo la llegada de estas primas se agrava con el confinamiento social, la encerrada de tres meses que llevamos y de andar rumiando por los rincones de la casa la terrible sensación de incertidumbre. ¿Tendré trabajo? ¿Nos alcanzará el dinero? ¿Qué pasa si me contagio? etc.
Las ventanas
Siempre he pensado que existen tres tipos de ventanas.
La que primero se nos viene a la mente son las ventanas por las que podemos asomarnos hacia fuera, ya sea desde nuestra casa, del transporte, de una oficina e inclusive las ventanas que solo permiten que entre la luz sin mostrarnos el mundo exterior como pueden ser los vitrales o las ventanas cuyos vidrios son traslúcidos pero no transparentes.
Hay otras ventanas.
Las invisibles.
Son las que nos permiten vernos hacia dentro, reflexionar, escudriñar nuestra mente, jugar con nuestros pensamientos, obsesionrnos con nuestras angustias y emocionarnos con nuestra capacidad de amar y ser amado.
Las ventanas interiores son frágiles. No las debes abrir de golpe. Pueden dañar todo lo que tienes adentro. Para abrirlas con delicadeza existe la reflexión, la meditación y la oración. Procesos delicados que te permiten abrir tus ventanas interiores sin que el vendaval de las emociones arrasen con tus pensamientos. Otra forma de entrar a mirar tu interior, suavemente, es la psicoterapia que te lleva de la mano para que paso a paso descubras tu interior.
El tercer tipo de ventana son tus ojos.
Son solo dos, pero son tan maravillosas ventanas que te permiten ver todo lo que es posible ver en una vida.
Las abriste por primera vez para contemplar el rostro de tu madre. Te engolosinaste con ellas al aprender los nombres de los colores. Jugabas a combinar la plastilina, los crayones o los gises de colores gracias a esas curiosas ventanas ávidas por descubrir el mundo.
Coleccionaste estampitas de colores y te quedabas con la mirada absorta viendo las ilustraciones de tus cuentos infantiles. Si ahorita cierras tus ojos y tratas de recordar el cuento infantil que más te fascinó, de seguro recordarás las ilustraciones y sus bellos colores.
Tus ojos son las ventanas que te han permitido ver el mundo. Lo bello y lo feo de tu entorno. Las que registran en la memoria escenas de gran felicidad y también de la tristeza y abandono.
Si no existieran las ventanas, estaríamos ajenos a lo que pasa afuera de tu hogar, desconocerías la enorme riqueza que encierra tu alma y difícilmente gozarías de la belleza que nos rodea en todas su formas, matices y colores.
Cada día, cuando abras las cortinas –que son tus párpados—, y permitas ver a través de tus ojos que aún estás vivo, aprovecha ésos instantes para abrir las ventanas de tu alma y planea todas las cosas buenas que puedes hacer en ése día.
Luego ve y abre las ventanas de tu recámara o casa y observa el horizonte que te rodea y entonces te sentirás emociones indescriptibles al darte cuenta de que por un día más pudiste disfrutar de tu vida acompañada de ventanas.