Suicidio

La palabra sacude. Nos estruja la mente pensar en ella. Sin embargo, es importante hablar de eso.
Existen dos clases de suicidio para mi punto de vista.

1. El suicidio “trágico” que es el comete un individuo ante una severa crisis emocional al no saber manejar determinadas situaciones de su vida ya sea ante un agudo estado de depresión, a un recurrente estado de fracasos de la expectativas que se auto-impuso, e inclusive el suicidio que se comete por un arrebato amoroso o pasional, etc. (https://www.inegi.org.mx/default.html https://www.medigraphic.com/cgi-bin/new/resumen.cgi…)
La tasa más reciente de suicidios que se ha informado es cercana a la de 5.2 por cada 100 mil personas. Por lo que cada año en México se deben estar quitando la vida más de seis mil doscientos cuarenta personas.

2. El suicidio médicamente asistido es atendiendo la voluntad de la persona ante un inevitable deterioro de su salud y que –por las intervenciones médicas o terapéuticas– su vida se ha convertido en una verdadera tortura. También existe la llamada voluntad anticipada donde las personas podemos establecer por escrito los tratamientos que autorizamos y aquellos que no deseamos recibir llegado el momento en que nos encontremos ante la incapacidad de poderlo manifestar. Existe valiosa información al respecto por parte de organismos no lucrativos como es el caso de “DMD Por el derecho a morir con dignidad, A.C.”. (https://dmd.org.mx/ https://2020choicesattheendoflife )

Quizás algunos de nosotros ha estado cerca de un suicidio entre nuestros conocidos y por seguro nos han dejado una impresión o huella indeleble.
En mi caso he conocido el triste suicidio de un niño de 11 años, el de un amigo que tenía una severa enfermedad mental, el de un destacado hombre que podría calificar “atrapado en el romanticisimo de siglos pasados” que se quitó la vida por el rechazo de su mujer amada y recientemente fui a las honras fúnebres del hijo de un amigo muy querido.
En el caso de suicidio asistido y de voluntad anticipada conozco tres casos cuyo tránsito podría yo decir que fueron felices y afortunados.

Cada uno de estos casos me ha dejado además de la huella emocional una lección que he aprendido y les comparto resumidamente.
El niño se suicidó ante un a situación de destrucción del tejido parental: padre divorciado, madre ausente y cuando estaba presente era acosadora del pequeño. Los que estábamos relativamente cerca de él no supimos “leer” las señales de auxilio que normalmente niños y adolescentes manifiestan. No debemos pasar por alto esos “avisos” que nos dan los chicos y que pueden ser vitales para asistirles psicológicamente.
En el caso de mi amigo que padecía esquizofrenia y que algunos médicos le habían diagnosticado como bipolaridad. Fue el descuido de su entorno familiar lo que derivó en ese desenlace. En lugar de aceptar su padecimiento y acompañarlo en la supervisión de la medicación prefirieron esconder el problema, evadirlo hasta llegar a la situación extrema.
La moderna psiquiatría tiene extraordinarios remedios para medicar y controlar estas enfermedades mentales, desgraciadamente sin el apoyo de la familia, el desenlace será de un permanente y trágico caos. Tenemos que promover en nuestros círculos sociales y familiares la idea de que ir al psiquiatra* o al psicólogo* no es sinónimo de estar loco sino muy al contrario, es estar más sano de aquellos que no aceptan sus desórdenes mentales.
*(adrede pongo la P de Psiqué)

En el personaje romántico que refiero, confluyeron los excesivos celos que le habían convertido en un controlador asfixiante de su pareja. Ante la opresión, la mujer huye con su hijo a refugiarse en casa de una hermana y cuando finalmente él la localiza, ella se niega a salir aduciendo que ya tiene otra pareja. El hombre explota. Entra a la casa iracundo y le dispara primero a ella hiriéndole solamente. Pero al darse cuenta de su absurdo acto se mete un tiro en la cabeza.
La mayoría de los casos patológicos de celos son indicadores potenciales de desenlaces violentos. Podemos salir a la calle a denunciarlos pero también debemos ir al interior de los hogares a sanear las dinámicas violentas, soterradas y aniquilantes de la parentalidad qeue ha entrado en un estado de deterioro o destrucción total.

Finalmente, ver el desgarrador cuadro de los padres ante el súbito suicidio de su hijo de 30 años. Un joven exitoso, socialmente apreciado, querido por sus familiares, con un hogar armónico desde su infancia y sin explicación alguna se suicida. Este caso es el más desconcertante porque no existe racionalidad alguna para explicarlo. Pero el daño que deja a sus padres y a sus seres queridos es terrible. No solo se suicida la persona sino que los llena de sentimientos de culpa, de interrogantes que nunca tendrán respuesta y el plantearse una incesante e infructuosa búsqueda de explicar esa causa.
En pocas palabras un hijo suicida “mata” la vida de sus propios padres. Otro día platicamos del suicidio médicamente asistido y de la voluntad anticipada.

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