Errores

Todos sabemos que los humanos somos falibles, que cometemos errores.

A pesar de que es universal el conocimiento de que los humanos no somos perfectos, cuando uno comete un error suceden procesos mentales que alteran nuestra conducta.

Lo primero que nos sucede cuando nosotros descubrimos la falla es una reacción de sorpresa. Se turba uno.

Después aparece el coraje. Es un sentimiento de ira contra uno mismo. Llegamos inclusive a expresarlo diciéndonos: ¡Pero que tonto soy, cómo hice ésa burrada!

Posteriormente al exabrupto pasa a una fase de tratarnos de explicar el por qué cometimos el error, tratamos de buscar la forma de enmendarlo y finalmente nos queda una sensación de frustración.

Si observamos bien el proceso que seguimos al cometer un error nos explica cómo funciona nuestro sistema neurológico.

Las emociones se generan en el hipotálamo y amigdala, digamos que es la puerta de entrada al cerebelo y es la que primero reacciona ante los estímulos nerviosos.

A esta región del cerebro se le denomina popularmente ”cerebro reptiliano” y como su nombre lo indica, muestra la típica reacción de un reptil (víbora, lagarto, etc.) es impulsivo, irracional, ya sea que ataque o por lo contrario huya.

Cuando empezamos a discurrir y se trata de explicar el error es cuando llegamos a la denominada zona gris del cerebelo que es la parte racional.

Nuestras reacciones serán mucho más críticas y exageradas cuando el error no lo detectamos sino que nos lo hace saber otra persona.

Ya sean nuestros padres, nuestros maestros, compañeros del trabajo o nuestra pareja.

La sorpresa se mezcla entonces con vergüenza. Nos sentimos apenados además de turbados. La confusión puede hacernos reaccionar reptilianamente y trataremos de agredir a quien nos está indicando el error y en muchas ocasiones nos negaremos a aceptarlo.

Pero pensando en que somos seres equilibrados y admitimos nuestro error, seguiremos los pasos intermedios hasta llegar a racionalizarlos. Un gesto de calidad es que uno admita públicamente su error y eso dice mucho de nosotros.

Lo que si nos puede alterar demasiado es que cuando a uno se le ha señalado el error y uno ya lo admitió y hasta pidió disculpas, se vuelve insufrible el que la persona empiece a sermonearnos, a machacar una y otra vez nuestra falta o se burle de nosotros. Eso rebasa nuestros límites de tolerncia.

Por eso es muy importante que si estamos educando a un niño, o si damos alguna asignatura en la escuela e inclusive en cursos que demos a personas que estemos capacitando, nunca abusemos de los errores de los demás, no seamos crueles ni nos burlemos y menos reiteradamente estemos repitiendo que el otro se equivocó.

Los errores son parte de nuestros procesos de aprendizaje pero también son una llamada de atención para reducir nuestro egocentrismo, es como un aviso para recordarnos la importancia de ser humildes y de cobrar consciencia de que todos los humanos cometemos errores.