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Vecinos y compadres

Imagina una construcción residencial con dos edificios o torres y en medio de ellas hay una construcción de menor tamaño, de tiempo compartido, donde habitan dos vecinos que a la vez son compadres. En la comunidad de vecinos, se le conoce a esta construcción con el nombre de: Substantia nigra.

Una de ellas es Soledad y el otro es Hambre. Cuando Soledad tiene compañía, sean visitas o familiares, enciende todos los focos y lámparas que tiene, haciendo que la construcción luzca esplendorosa. Curiosamente, irradia tanta luz que uno –a distancia–, no distingue cuál habitación es la iluminada y cuál no.

 

Soledad disfruta mucho de tener compañía pero raramente la tiene. Hambre en cambio posee una nutrida agenda cada día y por lo menos, enciende sus luces tres veces al día antes de comer. Eso no demerita la buena relación que tienen ambos vecinos y compadres.

Recientemente los expertos en neurociencias han comprobado que tanto Soledad como Hambre comparten el mismo hogar en el cerebro.

Diversos estudios han demostrado que las personas que se encuentran solas y apetecen o imploran compañía, iluminan la parte central del cerebro. Y ahora también han comprobado que cuando las personas tienen hambre iluminan la misma parte central del cerebro, justo en medio de dos de las torres o edificios que llamaremos hemisferios.Es la misma zona del cerebelo.

Como todos sabemos, socializar es una de las principales necesidades de los seres humanos.Y a la mayoría de nosotros os cuesta mucho trabajo estar solos. Nos entra ansiedad de tener compañía, de hablar con alguien, de tener la presencia física de una persona. Otra de nuestras habituales necesidades a satisfacer es el comer para mitigar el hambre. Y en los escanners o resonancias magnéticas del cerebelo, curiosamente se ilumina la misma parte de la soledad y la del hambre.¡Y con la misma intensidad!

Con estos estudios se ha llegado a la conclusión de que la soledad crónica es perjudicial para nuestra salud física y mental. Muchas personas que padecen soledad manifiestan no tener apetito y procuran no comer si no están acompañados. Al estar solos, no tener apetito o ganas de comer , se debilitan, pero lo más grave es que se perjudica también el sistema inmunológico. Es decir, se “bajan” las defensas en nuestro cuerpo.

El sistema inmunológico debilitado permite el desarrollo de bacterias que provocan enfermedades oportunistas, contagio de virus y en ocasiones, este desequilibrio detona o se vincula con la diabetes, las enfermedades mentales e inclusive la demencia.

Ante la pandemia de COVID 19 se forzó la necesidad de estar confinados o recluidos en casa y se ha presentado una crisis de soledad mucho más aguda que de la que ya existía. Por otro lado, las personas que se sentían solas o desacostumbradas a estar recluidas en casa buscaron de mil maneras permanecer conectadas con los demás. Eso explica el alto consumo de llamadas telefónicas, tiempo aire y enlaces via “zoom” u otra plataforma digital.

Muchas personas han perdido peso y otras han aumentado de peso, ambas situaciones son resultado del desequilibrio emocional. Algunos paliaron su ansiedad comiendo de más y otros en cambio han perdido las ganas de comer.

En la búsqueda de no estar solos, muchos individuos han forzado reuniones familiares o de amigos y con sus sistemas inmunológicos bajos, de golpe o en rebaño, se contagiaron todos los que estuvieron en dichas reuniones, aún más en sepelios o velatorios donde se juntaron para “acompañarse” en su dolor.

La interacción social resulta muy positiva para la salud mental, pero ante una pandemia como la actual y después de haber disminuido las defensas del cuerpo, es como darse un tiro de gracia para contagiarse rápidamente. No dudamos que es gratificante celebrar posadas, fiestas navideñas, Januka o de fin de año, pero más crítico será el panorama de iniciar un nuevo año intubado, enformo de forma crítica o inclusive muerto.

Comer, dormir y convivir son actividades altamente gratificantes. Pero la pandemia nos ha desequilibrado en nuestras rutinas y ese desbalance nos pone en riesgo. Innumerables personas se quejan de dormir mal y estar estresadas en estos meses. Todo está entrelazado.

Se sabe que la dopamina en nuestras neuronas se “ilumina” al sentirnos acompañados y apapachados. Se activan las conexiones neuronales, se despierta el apetito y deseamos festejar.

Las personas en extrema soledad, o con soledad crónica, serán las principales víctimas fatales en contagiarse cuando busquen estar acompañados. Por lo tanto debemos ser muy cautelosos en el manejo emocional durante estos días y hacer nuestra reintegración social con mucha precaución.

La substantia nigra que se encuentra en la mitad de los dos hemisferios cerebrales tienen como raíz común en su evolución la satisfacción de la convivencia social o la satisfacción del hambre y es donde debemos poner atención para cuidar el mantenernos en equilibrio y evitar el contagiarnos.

Cuando las personas nos vemos forzadas a estar en aislamiento, se da el mismo fenómeno que una persona hambrienta suplica, demanda o busca alimento. La soledad conduce invariablemente a la reducción de las defensas en el sistema inmunológico.

Así que “compadre no me ayudes”. Vamos a comer con sana distancia y evitar estar aglomerados aunque seamos vecinos muy próximos.