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Gratitud

Existe una feliz coincidencia entre las religiones y las culturas que a pesar de ser tan diferentes tan diferentes en todo el planeta, las unifica: Es precisamente el concepto de gratitud.

Para los protestantes y ortodoxos el “Día de acción de gracias” reviste una importancia relevante en sus festejos.

La gratitud en las religiones Hebrea, Islámica, Shintoísta, Budista y Católica también son fundamentales.

La gratitud en los países orientales se expresa adicionalmente al lenguaje verbal, a través de gesticulaciones o lenguaje corporal. Es muy importante observar las pequeñas reverencias que los orientales hacen para agradecer algo.

En el seno de todos los hogares se inculca a los niños pequeños que deben saber dar las gracias. Son de las primeras palabras que nos piden que aprendamos: “¡Ándale, da las gracias! Y el infaltable: “¿Cómo se dice? ¡Gracias!”.

La etimología latina viene de “gratus” que significa agradable.

Y es que el sentimiento de gratitud normalmente lo expresamos hacia aquellas personas que han tenido un detalle, acción o gesto amable o agradable hacia nosotros.

También es común que vayamos olvidando dar las gracias a quienes nos sirven con pequeñas acciones como sería el tendero, mesera o el encargado del estacionamiento.

Me divierto mucho cuando dejo mi auto en un estacionamiento o valet parking y el empleado, acostumbrado a los malos tratos de los usuarios y a la prepotencia de los que se asumen más ricos o poderosos y me dicen:

–¿Algo de valor que desee manifestar?

Y observo su cara de sorpresa cuando les digo:

–¡Sí!

Hago una ligera pausa y continuo la frase: “Usted, ud. es valioso, porque ud. es un ser humano que cuidará de mi auto, lo demás son cosas materiales”.

Invariablemente, siempre sonríen y por lo tanto, cuidan mejor mi automóvil.

El otro día nos reunimos los ex compañeros de la licenciatura y en el convivio nos acompañó uno de nuestros maestros icónicos: Francisco “Paco” Prieto.

Resultó muy agradable ver la alegría con la que fue recibido el maestro y las muestras de afecto que le prodigamos. En verdad hay profesores y maestras que en nuestras vidas dejaron un sentimiento de gratitud por lo mucho que nos enseñaron, guiaron, toleraron y hasta cómo nos divirtieron.

Pero también lo hermoso es agradecer a los compañeros de banca que fueron compañía de nuestros años escolares, de nuestros sueños y de nuestros angustiosos exámenes.

Existen estudios de las neurociencias que han demostrado que a través de la gratitud se aumenta nuestra sensación de bienestar y que ésta sensación es recíproca, es decir el bienestr lo siente quien expresa su gratitud como quien lo recibe.

La gratitud contribuye al manejo del estrés, es últil cuando se atraviesa un periodo de depresión o de ansiedad, curiosamente favorece la calidad del sueño y nos ayuda a mejorar nuestras relaciones sociales al impactar positivamente nuestras vidas y al mostrar nuestro reconocimiento hacia los otros. En pocas palabras: Mostrar nuestra gratitud es parte del fortalecimiento de nuestra humildad y autoestima, nos inspira a seguir siendo generosos y creamos un ambiente de amabilidad tanto en el hogar, como oficina o en nuestras interacciones en la vía pública.

Una práctica sana es hacer una lista de las personas que uno debe especial agradecimiento. Hacer un recorrido mental por todas las etapas vividas y enumerar a las personas que tuvieron ese gesto amable, esa acción memorable, ese acompañamiento que ha sido indispensable para nuestra existencia.

Conforme uno la va escribiendo va creciendo hasta parecer interminable y al final de ella no debemos de dejar de poner una línea más que diga: “Gracias a otros”.

Sí,  a los otros que –a pesar de no tenerlos presentes en este momento—, contribuyeron a hacernos más grata nuestra existencia.

Abandono

Los niños pequeños no tienen cierta la noción del tiempo y cuando su madre se aleja les produce una angustia que es precisamente el sentimiento de abandono. Ahí es cuando aprenden ésa sensación de estar aislados y sin la atención del ser más próximo y querido.

Conforme maduren, irán superando el manejo de esa sensación. Sin embargo, todos los seres humanos –aunque ya seamos adultos—, volveremos a padecer en ciertos momentos de nuestra vida la sensación de abandono.

Esto lo vemos claramente con nuestras mascotas especialmente los perros que cuando viven con un estrecho apego a nosotros, se sienten desolados cuando no estamos presentes y reaccionan de diferentes maneras. Unos aúllan, gimen, otros se deprimen y otros siguen conductas de rebeldía como morder muebles, objetos e inclusive orinan en los lugares diferentes a los que normalmente lo venían haciendo.

Después de la alegría de comprar o regalar un perro o gato, muchas personas abandonan al animal ya sea en una azotea, en el patio con condiciones de inclemencia o lo echan a la calle. Es una práctica recurrente que es muy notoria en las ciudades después de las temporadas de fiestas navideñas o de fin de año.

El abandono es muy visible en las casas o construcciones que no son habitadas o que se les descuida el mantenimiento. No se diga de los jardines, los patios que visiblemente se muestran abandonados.

En el hogar o la oficina, cuando pasamos por un estado depresivo, de estrés o estemos faltos de interés por trabajar o habitar en ése lugar, se empieza a resentir con unas claras muestras de abandono.

Algunos, en relación al lugar del trabajo abandonado le denominan “síndrome o ceguera del taller”. Esta ceguera de taller se presenta cuando el desorden o desaseo nos resulta tan normal y cotidiano en el entorno y fácilmente perdemos de vista la importancia del orden, armonía o limpieza del lugar.

Pero quizás el abandono más grave es el de las personas y sus emociones. Cuando un matrimonio lleva ya varios años de establecido y se ha procreado una familia, la rutina puede convertirse en hartazgo si no se sabe estimular el apetito de amar y estar permanentemente siendo creativo para avivar la felicidad que debe dar ésa relación. El afecto se debe detonar para que cada día sea un día emocionalmente esperado y diferente.

Cuando uno de los miembros de la familia incurre en un rompimiento de los votos de fidelidad y es descubierto, el impacto de la traición conduce a que la pareja o cónyuge quede por decirlo así: “estupefacto” y en los primeros momentos no dé credibilidad a lo que acontece con la persona que le juró amarlo “eternamente”.

Después del “shock” de la sorpresa inicial, el lejano recuerdo de la infancia se hace presente como si fuera una cicatriz que nunca ha cerrado. En ese momento la persona vivirá nuevamente la sensación de abandono.

El golpe más terrible sobreviene cuando la persona infiel le comienza a narrar aspectos de su otra relación e inclusive le manifiesta que han sido muchos los años que mantuvo engañando u ocultando la relación. Le expone las diferencias positivas que tiene la otra pareja comparándolas con la relación o con la persona que por muchos años ha sido su pareja o cónyuge “oficial” (socialmente visible) a la cual le atribuye todos los defectos o deficiencias encontradas y así justifica su infidelidad.

L@s infieles verbalizan frases hirientes como: “Con ella (o con él) soy muy feliz”, “Encontré el verdadero amor con la otra persona”, “Nos entendemos mejor” y procuran bajarle la autoestima a la persona traicionada para ganar terreno en las futuras negociaciones de una separación o divorcio. Con baja autoestima la persona que está sintiendo el abandono será mucho más vulnerable.

El abandono se da también con uno mismo. Cuando dejas de apreciarte, cuando encuentras todos los defectos en tu persona ya sea defectos del orden físico (gordura, vejez, calvicie,etc.) o defectos de nuestras capacidades (soy un inútil, qué torpe soy, siempre hago mal las cosas, etc.) entras en un letargo y te abandonas. Posees baja autoestima.

El decir “te abandonas” significa que dejas de hacer ejercicio, no tienes entusiasmo por iniciar cada día, te desarreglas físicamente en tu peinado, vestimenta, higiene, etc.

O bien, dejas de comer o comes en demasía alterando tu homeostasis o equilibrio de la salud física y mental.

También existe el abandono de personas. Es muy frecuente verlo con las personas en senectud donde los familiares dejan de visitarle, atenderle y poco a poco lo van olvidando. Se dan casos en que los familiares ancianos, enfermos o empobrecidos no son atractivos para los demás miembros de la familia y los descuidan. Los abandonan.

Es común ver en los asilos de ancianos a parejas jóvenes que llevan al abuelito o abuelita y los dejan cerca de la puerta, afuera del asilo. Los más caritativos les dejan unas bolsitas de mercado con sus prendas, otros ni eso, y con la excusa de que van a estacionar el auto o que van a comprar algo se alejan y los abandonan. Al caer la noche, los encargados de los asilos ya saben que ésas personas fueron abandonadas y los ingresan sin muchas veces tener datos de sus familiares que nunca volverán.

En una ocasión me tocó escuchar a una persona decir: “Mi padrastro ya tenía Alzheimer y era una carga para la familia así que sugerí lo abandonáramos en algún bosque por una carretera alejada de nuestra casa”.

Puede sorprendernos tamaña crueldad pero cuando tuve la oportunidad de colaborar como voluntario para el Bosque de Chapultepec, descubrí que cada fin de semana se encontraban a uno o dos ancianos con algún tipo de demencia senil, o personas con retraso mental, se hallaban bebés en los botes de basura, bancas o en los baños, todos ellos abandonados. El abandono de persona actualmente constituye un delito y se pena con cárcel por lo que los familiares más cercanos son considerados los responsables penalmente de dicho acto.

El abandono es un acto o una sensación que refleja lo más terrible de las relaciones humanas, sean de pareja, familia o con nosotros mismos.

Las personas no somos objetos de desecho ni los sentimientos que tenemos los debemos de cambiar como se cambia la muda de una ropa. Los vínculos amorosos o de amistad que establezcamos nos hacen responsables de evitar maltratar al otro y de siempre manejarnos con honestidad.

Si ya no hay empatía con el otro el diálogo y la negociación deben de prevalecer y ser manejados con mucho respeto y cuidado para no lastimarnos unos a los otros.

El hecho de romper un vínculo no necesariamente debe ser traumático y debemos evitar el abandono.

Analicemos aquellos actos u omisiones que realizamos y que generan algún tipo de abandono. Con pequeños ejercicios enmendemos las fallas para evitar nuestro propio abandono, el de los seres queridos, de los familiares y de nuestros amigos.

La Jaula Invisible 2a. parte

 

 

 

 

 

 

 

 

      

La mejor forma de liberarte de tu propia jaula es cobrando conciencia de cómo la construiste y cuáles son los barrotes que obstaculizan tu propia libertad.

Las culpas

La infancia es una difícil etapa de adaptación al entorno social. Muchos hablan de que la infancia es una etapa de goce y felicidad. La recuerdan desde la memoria romántica y por la lejanía de los acontecimientos pero en realidad, la infancia posee etapas de grandes dificultades de adaptación de incomprensión y crueldad.

Cuando eras pequeño, te encontrabas indefenso de muchas de las agresiones que los adultos cometen —inconscientemente en su mayoría—, pero que impactan sobremanera a la frágil mente del niño. Van desde el tono de la voz: Te tratan como si fueras un bobalicón, hacen bromas pesadas, te atribuyen travesuras que quizás no cometiste, te tantean haciendo como que te dan un juguete y te lo quitan para causarte desesperación y te siembran algo que resultará sumamente terrible para todos tus procesamientos mentales futuros: Te siembran el concepto de CULPA.

La mayor parte de nosotros, crecimos en un ambiente de moral judeocristiana. Ya seamos católicos, cristianos, protestantes o judíos, desde cualquier ideología religiosa, la culpa es una herramienta que va muy vinculada a los miedos. Si algo salió mal, se debe culpar a alguien.

Y a ti te meten en el cerebro que debes cargar siempre con una conciencia de culpabilidad.

¿Existió Adán y Eva?

Eso no importa, lo que importa es que cometieron un PECADO y miles de años, siglos, después, cuando eres niño te inculcan la idea de que tu eres responsable, es decir, eres culpable de lo que esos dos míticos personajes cometieron. Debes cargar la culpa. Recordarás los angustiosos momentos en tu hogar o en la escuela, cuando algún adulto enfurecido preguntaba a los niños sobre quién había hecho tal o cual cosa. También recordarás las respuestas en un coro de voces: “¡Yo no fui…yo no tengo laculpa!” Y cómo buscaban la forma de provocar miedo para que surgieran los delatores y señalaran o acusaran al supuesto culpable.

Recordemos esos terribles momentos que angustian a un niño. Cuántas veces, sin ser responsable del acto reprobado, terminabas castigado con el sentimiento de que era injusto pero que te habían acusado de ser culpable de algo.

Para los que se orientaron religiosamente hacia la creencia en Cristo, el sacrificio en la Cruz viene a ser precisamente el concepto que te inoculan para manejar más la culpa. Por eso en el lenguaje del día con día escuchamos: “Es mi cruz, debo cargar con ella”. “¡Tengo que pagar mis pecados…por mi culpa, por mi santa culpa!

A la culpa se le define como: Falta o delito que comete una persona de forma voluntaria. Es la responsabilidad o causa de un suceso o de una acción negativa o perjudicial que se atribuye a una persona o a una cosa.

«La culpa de que te echaran del instituto es únicamente tuya; el mal tiempo tuvo la culpa de que se suspendiera la regata” Y así vamos por la vida buscando culpables, causas que tengan la culpa, etc.El sentimiento de culpa es una vivencia psicológica que surge a consecuencia de una acción que causa un daño y que provoca un sentimiento de responsabilidad. También puede surgir por la omisión intencionada de un acto.

El sentimiento de culpa así como la manía de estar buscando las culpas en los otros y el temor a cargar emociones negativos por un determinado sentimiento de la culpa, frecuentemente contribuyen a que uno sufra de BAJA AUTOESTIMA:

Baja autoestima

Se le llama así a la dificultad que tenemos las personas para sentirnos valiosas o apreciadas tanto en lo profundo de uno mismo. Dificultad que se manifiesta en sentirnos indignos de ser apreciados, de ser respetados, de ser amados o al menos de ser reconocidos por los demás. Sentimos que no nos merecemos nada bueno.

Generalmente las personas con autoestima baja buscan la aprobación y el reconocimiento de los demás de una forma consciente o inconsciente. Esto los lleva a plantearse el tener dificultad para ser como son, el mostrarse tal y como son en realidad ellas mismas. Se tienen problemas para expresarse libremente sobre lo que piensan, sienten y necesitan. Tienden a enmascarar su real sentir y su forma de ser en sus relaciones interpersonales. Frecuentemente con la autoestima baja nos cuesta mucho trabajo poder decir “no” y si lo llegamos a hacer, nos invade un sentimiento de malestar y de culpa. Al tener baja autoestima, solemos auto-engañarnos con mecanismos de defensa (de negación, intelectualización o racionalización de las causas, fabricando fantasías, buscando culpables, protegiéndonos con un escudo de agresividad, o pretender aparentar lo que no somos, etc.) con estos mecanismos de supuesta defensa hacemos frente a los posibles rechazos sociales, a las ironías, o lo que es peor, a que creemos que se están burlando de nosotros, de que nos ironizan, de que se trata de un acoso y de que sus opiniones son críticas a nuestra persona cuando quizás el otro ni si quiera pretende eso.

La autoestima baja genera ansiedad cuando enfrentamos situaciones íntimadentes o de mayor carga afectiva.

Fabricamos barrotes para nuestra Jaula Invisible

Estos elementos y otros que no sabemos manejar o que se nos han impuesto por los seres que nos rodean, generan una necesidad de auto-protección que se traduce en fabricar los barrotes que servirán para construir una especie de Jaula Invisible en donde buscaremos escondernos y sentirnos seguros.

Los barrotes de nuestra imaginaria Jaula Invisible que vamos construyendo con la edad son muy fuertes y nos permiten resistir todo a costa de nuestra propia libertad y desarrollo. Se pueden enumerar los principales elementos de los que buscamos guarecernos:

  • Miedos
  • Culpas
  • Baja autoestima
  • Impotencia
  • Frustraciones
  • Celos
  • Envidias y muchos más.

De ahí que es fundamental hacer un análisis de los barrotes que hemos colocado en nuestra Jaula Invisible. Una forma sencilla y rápida es hacer una lista de los barrotes que consideremos nos han sido IMPUESTO por otros (personas o instituciones), luego enlistar aquellos barrotes que nosotros mismos nos hemos AUTOIMPUESTO.

 

 

 

 

 

 

 

 

Procedemos a calificar en orden de gravedad a aquellos barrotes que más daño nos han hecho. Junto a cada barrote ya jerarquizado, escribamos la forma en que creemos poder eliminarlo. Es el momento de empezar a trabajar para reducirlos o eliminarlos. Podemos señalar con una flecha, asterisco o marcador de color aquellos barrotes que consideremos más difíciles de eliminar por uno mismo y mientras definimos cuál sería la ayuda más cercana y útil que podemos conseguir para vencerlos, empecemos a eliminar los que sean más sencillos. A medida que quitamos barrotes vamos teniendo mayor fuerza y claridad para combatir los barrotes más difíciles.

Recordemos que esos barrotes se construyen con nuestra propia aceptación antes que nada, no son culpa de nadie. Y si nos fueron impuestos, los podemos eliminar al darnos cuenta del daño que nos hacen.

No debemos auto-engañarnos.

La Jaula es nuestra, es década uno de nosotros y es el enemigo interno que debemos reducir y eliminar. Solo cada uno de nosotros tiene su propia llave para abrir y salir de esa jaula.

¡Intentémoslo!

 

Mirar hacia adentro

Un muro o una reja siempre tienen dos lados visibles.
Las cosas se perciben diferentes desde el ángulo o lado en el que se miren.

 

Generalmente en uno de los lados se resguarda una casa, una mansión o un palacio.

Y del otro lado están los terrenos abandonados, basureros…lo más feo de la calle descuidada.

Debemos ver a nuestro país como un Palacio que posee las riquezas más insospechadas. Ver que a los que están del otro lado del muro y que presumían ser el modelo a imitar solo son espejismo que de un momento a otro se muestra como un páramo pletórico de miseria humana.

Lo importante es que nos enfoquemos para apreciar las cosas, ya que las rejas o los muros nos sirvan para invitarnos a mirar hacia adentro.
Nos permiten descubrir los valores que encierra nuestro hogar, las riquezas culturales que poseemos y los tesoros que la pródiga naturaleza nos ha regalado.

Lo que hoy nos sucede con el vecino incómodo es algo sumamente valioso. Para nosotros los mexicanos nos está sirviendo para despojarnos de nuestros complejos, saquemos la casta, dirijamos nuestra mente y corazón hacia adentro, hacia lo que somos y valemos.

Es el momento oportuno para que además de reflexionar nos motivemos a generar prosperidad con lo que tenemos, producimos y cosechamos. No en vano hemos dado al mundo el maíz, jitomate, cacao, amaranto, aguacate, frijol, cacahuate y tantos alimentos que nos distinguen orgullosamente.

Ahora es cuando debemos replantear el modelo económico, social y político del país.

Acabar de tajo con los corruptos (sean los nacionales o los extranjeros). Bandidos saqueadores que se han aprovechado de nosotros.

Despejemos los nubarrones que nos aquejan y hagamos conciencia de que tenemos muchas alternativas para salir avante, oportunidades que van desde reconstruir las refinerías, impulsar la producción agrícola y pesquera para que no falte combustible ni alimento a nadie. Incursionar en los mercados del sur, de oceanía y oriente. Tal y como hace siglos lo hacíamos con la legendaria Nao de China.

Debemos exigir al sistema que “dirige” al país que facilite la generación de empleos y reduzca el dispendio exorbitado en el que ha vivido la clase gobernante.

Impulsemos a nuestros científicos y técnicos. Apoyemos a nuestras universidades . Exijamos a los medios de comunicación que transformen su programación con contenidos que contribuyan a la educación,la cultura y al reforzamiento de valores que contribuyan a subir la autoestima de la población.

Motivemos a nuestros conciudadanos para que trabajemos con entusiasmo para el nuevo amanecer de la Patria.

Hagamos conciencia de que el muro más amenazante, el más peligroso, es el que construimos nosotros mismos con el miedo y la parálisis.
Miremos hacia adentro: Quitemos los barrotes del complejo de inferioridad que nos han autoimpuesto, levantemos nuestro rostro ante los desafíos temporales, tranformemos nuestra autoestima y erradiquemos todo aquello que nos impida la prosperidad, la libertad y la felicidad.