Sexualidades ajenas: Una reflexión de Juan Antonio Rosado

Mi Maestro, el Dr. Juan Antonio Rosado Zacarías, catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM) y de Centro Cultural Casa Lamm, fundador de FILOPALABRA, nos comparte su artículo semanal en la revista Siempre!

Sexualidades ajenas

Por Juan Antonio Rosado

Hay muchos tipos de libertades, pero todas se conquistan y a menudo con dolor. Derechos y obligaciones cambian, pero el espacio íntimo de cada individuo es inalienable y sagrado. En el terreno sexual, hemos padecido en México a una oleada de retrógradas que meten sus narices en la sexualidad ajena sin analizar la suya propia, a menudo estropeada por tabúes, prejuicios, culpabilidades, cinismos, doble moral, hipocresías y “mentiras piadosas”. Como todo aquí, la libertad sexual llega tarde, y cuando llega, los conservadores sienten el impulso de “salvar” a la sociedad y a la familia de todo comportamiento “anormal”. Sin respetar el libre albedrío que tanto pregonan, meten sus narices y otras cosas en la vida ajena, como si la sexualidad de los demás fuera para ellos un impedimento para vivir; como si de verdad les perjudicara lo que hace el vecino en la intimidad y sin forzar la voluntad de nadie.

Siempre he creído que un adulto es libre de hacer lo que desee mientras lo haga con otro adulto en la intimidad y sin forzar la voluntad del otro. En lo personal, entre otras muchas cosas, hay una que siempre me ha importado un reverendo bledo: la sexualidad de los demás. Lo que cada quien haga con su vida es asunto suyo mientras no perjudique directamente a quienes le rodean. Neonazis, católicos extremistas y ultraconservadores se hallan lejos de un pensamiento tan evolucionado. Se sienten muy bien siendo controlados y ejerciendo control sobre el prójimo. En México, país de madres solteras y miles de niños expósitos o no deseados, la tradicional doble moral del catolicismo hincó sus raíces hasta lo más hondo. En este ambiente, la ultraderecha “defiende” la familia y evoca a la Biblia, célebre libro lleno de incestos, poligamia, resentimientos y venganzas. ¡Qué hermosa familia! Y el Nuevo Testamento nos presenta a un dios soltero que perdona y da la otra mejilla, pero también seca una higuera, les destruye sus mercancías a unos comerciantes, les introduce demonios a unos cerdos que ni la debían ni la temían, y les dice a sus discípulos que abandonen a sus padres para seguirlo a él. ¡Qué hermosa familia! Hay un cúmulo de contradicciones ya analizadas por Bertrand Russell en su ensayo ¿Por qué no soy cristiano? A pesar de ello, persiste la fe, ¡y qué bueno que así sea!… mientras no pisoteen los derechos de los demás ni se anden preocupando por la sexualidad de los otros para condenar, por ejemplo, a homosexuales con el fin de “defender la familia”. He ahí su argumento de oro: “la familia”, o mejor dicho, el modelo de familia que les ha impuesto el negocio de la Iglesia (no la poligámica familia bíblica).

Sin embargo, mientras piadosamente hablan en favor de la familia, cientos de curas “célibes” que no se responsabilizan por hijo alguno, destruyen las vidas de miles de niños (¡ahora falta que los ultraderechistas nieguen la pederastia que, como el cáncer, se ha expandido en la Iglesia). Y mientras hablan en favor de la familia, otros miles de curas producen madres solteras, hijos naturales a veces abandonados en basureros. Esta gente no sabría educar a un hijo, ni siquiera proveerlo de lo mínimo. Ellos viven entre hombres, así como las mujeres (monjas) viven entre mujeres. ¡Qué hermosa familia! Y lo hacen con sus manías, sin preocuparse de un hijo enfermo, y cuando lo hacen (a medias), lo llevan a la publicidad, como aquella señora de Calcuta a quien todos conocemos. Esta gente no cree en el karma ni en las energías ni en la reencarnación; por tanto, puede hacer lo que le venga en gana. Si al final de sus días se arrepiente, será absuelta por su dios misericordioso y se irá derecho al cielo, aunque haya violado o producido madres solteras. ¿Tal es la civilización de quienes defienden la familia? ¿Por qué mejor no defender las libertades? Los conservadores deberían abrir un poco su mente y convencerse de que cada quien puede salvarse o condenarse si así lo desea. Y si dos o más personas deciden convivir juntas en un hogar y sienten que su convivencia es estable, aunque no sean una familia “normal”, ¿por qué atentar contra su felicidad? Habría que aconsejarles a los acomplejados que primero analicen su propia sexualidad y la de sus psicóticos ministros antes de meterse con la sexualidad ajena.

 

 

 

 

 

Ilustración cortesía de Carlos Muñoz