Domesticar

La palabra DOMESTICAR viene del latin “domus” que significa techo, casa. Por siglos se ha utilizado para explicar el acto de acostumbrar a una especie, vegetal o animal, a convivir en el habitat humano, es decir, en la casa de los humanos.

De ahí se derivan los animales “domésticos” que son aquellas especies que se han acostumbrado a vivir en nuestros hogares y que han perdido su forma de vivir silvestre y hasta cierto grado han dejado su ferocidad para convivir en forma más empática con nosotros. El caso más cercano lo vemos en nuestras mascotas, sean perros o gatos, que conviven armoniosamente con nosotros y podemos considerar también a ciertas especies de aves como los loros o pericos.

Aunque hoy en día ya no tenemos en nuestro entorno doméstico la posibilidad de tener caballos, asnos, chivos u ovejas, estas especies semovientes también fueron domesticadas para alternar armónicamente con los seres humanos.

La domesticación de las plantas y vegetales cobró gran relevancia en el desarrollo de la humanidad. Esto permitió el suministro en cantidad y calidad de los alimentos. Las mujeres desempeñaron un papel fundamental en la domesticación de las plantas, ya que ellas, con una vida mayor sedentaria al cuidar la crianza tenían menor movilidad, asimismo debían estar alimentando al fuego y comenzaron a asociar los calendarios lunares con sus periodos menstruales y conforme sus procesos de gestación. Esto les permitió ver cómo germinaban ciertas semillas, cultivar esas plantas e iniciar su domesticación. En mesoamérica y específicamente en la región de Tehuacán, Puebla se domesticaron el maíz, frijol, calabaza, jitomate, cacahuate, entre otras plantas. El cultivo del algodón en América se ubica en la región de Veracruz y fue utilizado para confeccionar textiles de uso doméstico.

Una bella alegoría de la domesticación la vemos en el cuento de “El Principito” escrito por Antoine de Saint-Exupéry en donde narra la conversación entre el niño y el zorro que le dice:

—No puedo jugar contigo —dijo el zorro—, no estoy domesticado.

Y el principito le pregunta:

—¿Qué significa «domesticar»?

a lo que después de una conversación el zorro le explica:

—Es una cosa ya olvidada

—dijo el zorro—, significa «crear vínculos… »

—¿Crear vínculos?

—Efectivamente, verás —dijo el zorro

—. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito

igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros

semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo…

Continuando la conversación, el zorro llega a decirle:

–Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás.

En su plática, el zorro le suplica:

—Por favor… domestícame —le dijo.

—Bien quisiera —le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.

—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro

—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!

—¿Qué debo hacer? —preguntó el principito.

—Debes tener mucha paciencia —respondió el zorro

— Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca…

El principito volvió al día siguiente.

—Hubiera sido mejor —dijo el zorro— que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes

a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón… Los ritos son necesarios.

—¿Qué es un rito? —inquirió el principito.

—Es también algo demasiado olvidado —dijo el zorro

—Es lo que hace que un día no se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los jueves entonces son días maravillosos en los que

puedo ir de paseo hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo

no tendría vacaciones.

De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue

acercando el día de la partida:

—¡Ah! —dijo el zorro—, lloraré.

—Tuya es la culpa —le dijo el principito

—, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique…

—Ciertamente —dijo el zorro.

—¡Y vas a llorar!, —dijo él principito.

—¡Seguro!

—No ganas nada.

—Gano —dijo el zorro

La historia continúa hasta el día en que el zorro domesticado y el Principito se despiden:

—Adiós —le dijo.

—Adiós —dijo el zorro

— He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : sólo con el corazónse puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.

En base a esto, podemos decir que al establecer los vínculos entre nosotros, los seres humanos, debemos establecer ritos que nos permitan “domesticarnos” y generar emociones previas, durante y posteriores a nuestros encuentros. Si cada semana escribo y hay gentiles lectores que cada semana me leen, estaremos creando un vínculo que nos acerca y ritualmente ambas partes sabemos que tendremos un encuentro semanal.

Si por algo, yo no cumplo mi palabra o mi apreciado lector no acude al rito de encontrarnos, poco a poco nos iremos alejando hasta que un día, lo que yo escriba no será importante para ti y el que me leas, dejará de ser importante para mí.

¿A cuántas personas has domesticado y ahora les has abandonado?

¿Porqué no haces un recuento de ellos y buscas recuperar esa “domesticación”?

Si lo hacemos, podremos descubrir que el mejor antidoto para la soledad, la tristeza o la depresión, es permanecer cerca de nuestros amigos, los “zorros” que hemos y nos han domesticado.

Los Maestros

Hay tres tipos de maestros:

Los que te forman en la escuela.
Los que te forman en la vida.
Los que pasaron nadando de muertito.

Los que te forman en la escuela, contribuyen a reforzar los valores que te inculcaron tus padres y familia. Te aportan estructura mental para organizar tus pensamientos y buscar la información certera. Ellos te moldean para el bien ( como humano, como ciudadano y como profesionista o trabajador).

Los que te forman en la vida, son los maestros que por ciertos extraños designios, te los ponen en tu camino y te acogen como su aprendiz o discípulo. No te dan calificaciones ni reconocimientos, no están incorporados a ninguna institución oficial ni académica, no cobran sueldo ni te piden nada por tantas enseñanzas que te dan como herramienta de vida.

Los maestros que pasaron nadando de muertito son aquellos que sin enjundia ni pasión, cumplieron el programa sin dejarte huella. También en este grupo están los acosadores, los tiranos, los torturadores que en lugar de enseñar te hicieron sufrir cuando más indefenso eras. Son grandes maestros porque aprendes a lidiar con el mal, a sobrevivir de sus agresiones, a tener RESILIENCIA y salir avante.

En suma, los MAESTROS son fundamentales en tu desarrollo y existencia. Ojalá que todos tengamos nuestra lista con los nombres de cada uno de ellos y al grupo al que pertenecen. de seguro te sorprenderás que es el balance de estos tres tipos de maestros, los que te permiten sonreír hoy, mostrar tu gratitud y aprender a PERDONAR a los que te hicieron perder el tiempo y lastimaron tus emociones.

Día del Chamaco

En nuestro país se estila celebrar el 30 de abril como el día del niño. Frecuentemente en el habla cotidiana escuchamos la palabra “chamaco” para referirse a los niños.  Se exteriorizan frases como: “Déjalos, aún están chamacos”, “Son muy traviesos es que son chamacos”.  A veces también se refiere uno como: “Era yo muy chamaquito” en relación a la edad.

La palabra viene del nahuatl: Chamacoatl.

Significa el niño que aún no tiene definido su sexo o su papel en la sociedad. Para los Mexicas, los niños (no importando fuesen varones o mujeres) eran considerados como asexuados y al ser chamacoatls debían permanecer con las mujeres para su crianza.

 

 

 

Generalmente tenían a los chamacos en el hogar, donde preparaban los alimentos, en las cocinas de esas viviendas o se les permitía jugar en los patios . En compañía de las madres, abuelas y otras mujeres, esperaban la edad de 13 años para mediante una ceremonia, asignarles sus funciones y obligaciones.  A partir de los 13 años eran ya considerados hombre o mujer.  Las tareas u oficios dependerían del linaje y el estamento social. Podían ser enviados a los colegios dependiendo del rango familiar (el calmecac era el centro educativo para la élite y el telpochcalli o casa de los mancebos era el lugar a donde iban los hijos del pueblo).  Los plebeyos que iban al telpochcalli se preparaban para oficios, para la guerra y generalmente su oficio correspondía a la actividad que realizaban sus padres o abuelos.  Los hijos de los nobles se preparaban para ser caballeros águila o caballero tigre, así como la iniciación al sacerdocio en algunos casos. Las edades para ingresar a esas escuelas oscilaba entre los 14 y 15 años. Al finalizar su instrucción ya podían contraer matrimonio.

Como mencionamos, el cambio de chamaco a joven o jovencita que era a partir de los 13 años obedecía a los caracteres sexuales secundarios. Esto lo veremos muy semejante en las culturas judías con el Bar Mitzvá y su derivación cristiana con la primera comunión y la confirmación donde se asume que ya el niño es joven y es “pecador”.

Así que celebrar el día del niño es asumir que los “chamacos” pueden dar rienda suelta a sus juegos, disfrutar de golosinas y ser consentidos porque aún siguen siendo menores y no son responsables de sus actos, pero eran y son severmente castigados. Una contradicción conductual.

 

Matar a la pluma

En mis primeros días de preparatoria tuve la peregrina idea de preguntar el por qué en esa escuela no existía ni un periódico o revista donde pudiésemos escribir los alumnos. Yo venía de una escuela donde se facilitaba la creatividad literaria y periodística por lo que me parecía extraña la ausencia de ése tipo de publicaciones.Ni tardo ni perezoso formé un grupo de compañeros, eché mano del mimeógrafo manual que mi abuela me había regalado (lo usábamos para las travesuras que hacíamos en la colonia donde vivíamos) e imprimimos el primer numero de «La Fresa».

Desde las 7 de la mañana iniciamos la venta del primer número y llevaríamos escasamente unos veinte ejemplares vendidos en todo el plantel cuando de súbito apareció el prefecto en mi salón de clases. Llevaba un ejemplar del periódico. Lo mostró a los alumnos y dijo: «Esta publicación no está autorizada por la escuela y queda prohibida su circulación». Así fue salón por salón anunciando su prohibición. Fue un hecho afortunado pues las ventas del novel periodiquito se dispararon.

A media mañana estaba yo en un interrogatorio policiaco con el Director del plantel y en donde me pedían nombres de mis colaboradores, datos del financiamiento y la ideología que profesábamos los editores.

Me pareció ridículo el pobre hombre. Se notaban alterados porque habíamos venido a irrumpir un estilo de sometimiento escolar muy de los conservadores (callar y obedecer…prohibido pensar)

Yo no debía delatar a mis colegas que serían más frágiles ante la represión por lo que les di los apodos inventados de mis compañeros, aduciendo que yo era nuevo. El financiamiento era de mi mesada que me daban mis padres y la ideología era mía pues venía de una escuela que se acostumbraba que los alumnos tuviesen su propia revista o periódico. Sobre intenciones políticas les dije que no les entendía a lo que se referían. Ante la imposibilidad de hacer una cacería de brujas o de castigarme salí liberado con la amenaza de expulsión si reincidía.

El oficio de silenciar a quienes escriben es tan viejo como la aparición de la escritura en los grupos humanos. Sin lugar a dudas, los escritores y especialmente los periodistas han atravesado por periodos muy oscuros en las diferentes etapas de la historia del hombre y en los distintos países, sistemas políticos, etc.

La Inquisición, el Nazismo, los regímenes totalitarios del siglo XX, e incluive el Macarthismo de los Estados Unidos, todos sin excepción conculcaron la libertad de expresión. Basta decir que el índice del Vaticano donde se prohibían aquellos libros que eran considerados como anatemas o inductores del pecado apenas dejó de ser impuesto a mitad del siglo XX. El dictador Franco hasta su muerte exigía que todos los libros impresos en España debían ser antes censurados por un obispo. Ponían el sello de NIHIL OBSTAT.

México no ha sido la excepción, en tiempos de Miguel de la Madrid resurgieron los asesinatos de periodistas con el crimen de Manuel Buendía y la regresión que se dio a partir de Calderón con la primer persecución de Carmen Aristegui, que sería re-editada después por el hombre que no sabe leer pero se sienta en una silla como presidente, enfurecido ante la revelación de las CASAS BLANCAS (no es una, sino que son varios predios unidos amén de las de Videgaray en Malinalco, las 3 de Murillo en las Lomas, las de Osorio, etc.)

El incremento de asesinatos a Periodistas ha llegado a los excesos que hoy se padecen en nuestro país. Matar la pluma es el recurso más fácil, rápido y efectivo para callar a los que disienten, piensan o a los que no se les puede rebatir o argumentar con las ideas.

El mundo del pensamiento y la cultura pierde año con año, verdaderos tesoros de seres humanos sensibles, talentosos e inteligentes en manos de los “gorilas” que se hacen del poder y que se parecen mucho a los personajes de la serie de películas de “El Planeta de los Simios”.

Charles Chaplin, Ezra Pound, Mary Pickford, Douglas Fairbanks fueron algunos de los célebres creadores y actores de Hollywood y Nueva York perseguidos por el Macarthismo y cuyas delaciones fueron coordinadas por Ronald Reagan.

La muerte de Federico García Lorca es el mejor ejemplo de crímenes contra la cultura y el pensamiento libre. Sin embargo su obra poética trasciende a los asesinos que lo ultimaron. Su caso es altamente doloroso pues su creatividad fue truncada. Lamentablemente en su historia se encuentran las terribles traiciones de sus dos mejores amigos: Salvador Dalí y Luis Buñuel. Distanciados de Lorca, producen el filme surrealista de “El Perro Andaluz”. Título explícito contra su ex compañero y amigo de los tiempos de la Residencia para Estudiantes en Madrid. Ahí se inicia el ataque contra García Lorca que lo llevaría finalmente a ser perseguido político y ultimado entre el 17 y 19 de agosto (fecha imprecisa y lugar de enterramiento desconocido).   Buñuel sale de España refugiándose en México y posteriormente en Francia. Se consagra como director de cine. Dalí —después de haber sido señalado como el amante de García Lorca–, se alinea al Franquismo, realiza su matrimonio con Gala y se consagra como artista plástico.

“Matar la pluma” es asesinar a las ideas, castrar a la creatividad, es pretender callar a la inteligencia y desafortunadamente es el pasatiempo de los mediocres.

Cada periodista asesinado en México o en cualquier lugar de la tierra es señal de que entre los Homo sapiens sapiens, andan muchos Neandertales aún sueltos.

Salvar a los niños

Frecuentemente vemos campañas para salvar delfines, ballenas, vaquitas marinas a punto de extinción. También vemos innumerablles asociaciones y personas nobles que ayudan a perritos o gatitos que viven en la orfandad.

Cuando yo era pequeño de edad veía en el Canal 5 de TV los avisos de personas extraviadas y me sobrecogía la idea de imaginar el perder a una persona, fuera anciano, débil mental o niño. Ahora veo la alerta Amber en el Canal 11. Todos los días se buscan personas en este país.

Recuerdo que el actual eje central de la Ciudad tenía un horrible nombre: «Niño perdido».

A pesar de verlos en las esquinas pidiendo limosna o haciendo de payasitos o limpiaparabrisas, los niños de la calle siempre son repelidos por nuestra sociedad. Existen ONG´s que se preocupan por ellos y no existen leyes en donde el gobierno debería de quitar la patria potestad a quienes comercian con sus hijos e inclusive a quienes chantajean con los menores cuando se entablan juicios de divorcio. No se diga de los bestias depredadores denominados pederastas.
Alejándonos de los casos más deprimentes que se dan en la infancia, detecto algo muy preocupante, me refiero a los niños que viven con sus padres, que van a la escuela y que aparentemente transitan en la «normalidad».

Los niños están indefensos y debemos replantearnos muchas conductas en sus procesos de formación para hacerlos resilientes y que puedan salir fortalecidos.

Para los papás es muy fácil hoy en día, darles una tablet o prestarles los teléfonos inteligentes a los chiquitos para «que no den lata». Los vemos en las cafeterías, sentados en las mesas absortos con los dispositivos mientras los adultos departen quitados de la pena. En otros sitios, los meten a esas áreas infantiles (verdaderos procesadores de niños) donde saltan, brincan y pelean. La tranquilidad de los padres radica en que los sacaron a pasear y jugaron divertidos en las albercas de pelotas.

Sin embargo, el daño que se les está haciendo es grave. Ensimismados en los juegos electrónicos violentos, transitando a toda velocidad por las autopistas digitales, estrellándose, bombardeando, etc. Se alejan del contacto humano, de la conversación filial, de la convivencia en una mesa, de aprender a comer y a estarse sentado mientras los demás comen. A escuchar. Sí, a escuchar, a no interrumpir, a poner atención en el otro, a considerar lo que el otro siente.

La parentalidad juega un fundamental papel al construir a los nuevos ciudadanos. Cada uno de nosotros debe estar muy atento de «salvar a los niños» de la orfandad humana en afectos y atenciones.

Recuperar la imaginación, los cuentos orales, las anécdotas de familia, la sana convivencia con abuelos, primos, tíos, papás, etc.
Los índices de depresión infantil crecen en cifras alarmantes y los suicidios en pre-adolescentes es realmente preocupante.

Y es tan fácil «salvar a los niños«, solo tenemos que:
1. Escucharlos
2. Observarlos
3. Estimularlos de forma positiva
4. Ponerles límites y enseñarles el respeto con el ejemplo.
5. Conversar con ellos
6.Hacerlos que disfruten de la música, de la lectura, de la danza, de los juegos.
7. Sacarlos de la vida sedentaria y enseñarles la naturaleza. Caminar con ellos, correr con ellos…brincar con ellos.
8. Regular el uso de los dispositivos electrónicos y las horas de TV.
9. Enseñarles que hay tiempos: para comer, dormir, divertirse y trabajar.
10. Platicar con ellos y narrarles nuestro linaje (de donde venimos, de quienes nos antecedieron y el por qué es importante tener nuestras propias historias)

¡Ah! Y no se olviden de darles un apapacho, un beso, una caricia, una palmadita…a veces es el mejor bálsamo para la depresión.

Eso ayuda a «salvar a los niños«.

13-04-17

Niños sentados

El piloto de la mercadotecnia creativa

 

 

 

 

 

 

Sólo una vez había escuchado su voz. Fue durante una exposición donde nosotros –como proveedores—, habíamos diseñado un display para su empresa. Al hacer el recorrido de todas la exhibición, se detuvo y lo observó.

Preguntó: ¿Quién diseñó esto? Y le indicaron que nosotros, me volteó a ver con sus ojos azules y me dijo: –Le voy a recomendar a mi agencia de publicidad “global” que aprenda de ustedes. Acto seguido se fue.

Era el hombre más importante del área de mercadotecnia en la subsidiaria de México.

Un buen día, una colega de él y con la que teníamos más trato directo me comentó: “Ted se va a jubilar y está muy deprimido”.

Sentí simpatía por él. Sabía que le fascinaban los aviones porque en sus años mozos había sido piloto. Tomé un papel y le escribí una breve carta acompañándola con un avioncito a escala para obsequiáreslo. Era un avión de esos metálicos… de juguete.

Mi mensaje decía más o menos esto: “La vida es como los viajes en aeroplano. Se fija una ruta y destino, se carga combustible y se emprende el viaje. Al aterrizar en la pista aérea del destino se le da mantenimiento a la aeronave, se recarga combustible y se planea el próximo viaje.”

Apenas 15 minutos después de que el mensajero entregó mi misiva con el avioncito. Recibí su llamada. Fue directo al punto:

–¿Podemos ir a almorzar?—Quiero ser su amigo.

Así fue como se inició mi amistad con Ted. Siempre le gustó que le dijéramos Ted y no como su nombre: Edward Prescott Williams, oriundo de Nueva Inglaterra, avecindado en su niñez en Boston e hijo de una brillante mujer que en la década de los 30 decidió estudiar español e irse a España durante la República. Mujer bella, liberal para su época, confraternizó con los talentos literarios más destacados de esos años en Europa. Ella le inculcó el amor por el español y después de egresar de Harvard entró al mundo de la mercadotecnia en las grandes corporaciones como Procter, SC Johnson y finalmente Colgate.

Le apasionaba el mundo latino y llegó a querer a México pero especialmente, a su comida.

Pasaba a nuestra oficina, hacíamos proyectos creativos, nos compartía su sabiduría y decía que formábamos una “dupla creativa”. Hombre bueno, contaba sus anécdotas, año con año, me obsequiaba un calendario con fotos de Vermont donde por muchos años tuvo una casa en el campo que venía de la herencia de varias generaciones.

Me narraba un episodio muy curioso de cómo la historia de Estados Unidos de Norteamérica tenía imprecisiones ya que supuestamente Paul Revere, un platero de Boston, se le conocía como el jinete que había galopado para avisar a los sublevados de que el ejército inglés se aproximaba para atacarlos. Eso fue previamente a las batallas de Lexington y Concord.

Muy circunspecto me decía: “En realidad el que fue a caballo y alertó a los ejercitos independentistas fue mi tatarabuelo, el Dr. Prescott, que era amigo de Paul Revere. Lo que pasó es que Paul tenía una cita con una de sus amantes y le pidió de favor al Dr. Prescott que fuera a avisar. Así que mientras uno hacía el amor, el otro le hizo el favor de llevarlo hasta los libros de la historia”.

Un día nos reunió a todo el equipo para darnos una conferencia y mostrarnos varios artículos que coleccionaba. Los guardaba como recuerdo de su linaje y de sus aventuras como piloto. Nos mostró la bandera que bordó su tatarabuela para recibir en Boston al ejército triunfante después de la revolución de independencia, objetos de plata que había heredado de la familia Prescott, cartas de su madre sobre los grandes escritores españoles, franceses y americanos que ella iba conociendo en su estancia antes de la Guerra Civil Española, sus gogles y gorra de piloto aviador, una bandera y casco del ejército nazi recuperada durante la guerra, etc.

Escribió un curso sobre mercadotecnia global y se convirtió en uno de nuestros maestros de mercadotecnia fuera de la Universidad.

Hace unas semanas vino a la oficina, se le notaba nervioso y me dijo que iba a hacerse una endoscopía porque el médico sospechaba que tenía cáncer.

Le envié un correo electrónico en donde le dije: “De vez en cuando los aviones necesitan mantenimiento mayor. Hago votos para que después de tu cirugía puedas seguir volando en libertad.” Me lo agradeció en otra de sus visitas en donde se puso a organizar sus papeles y nos informó que los médicos le insistieron en una cirugía y que estaría en recuperación un par de semanas.

Al despedirlo en el estacionamiento, me abrazó. Sentí ése abrazo distinto. Pensé es nuestra despedida final. En la comisura de sus ojos se asomaba una ligera lágrima. A mi se me humedecieron mis ojos. Sin más se retiró.

Yo confieso que la idea me preocupaba ya que Ted contaba con ochenta y tres años.

El lunes pasado (3 de abril) fue intervenido. A las 15 horas me informaron que ya estaba en la habitación del hospital recuperándose de la anestesia. Acordé en visitarlo la mañana siguiente. A las 3 y 22 de la madrugada del día cuatro, sonó mi celular y escuché los ruidos de una habitación, la voz desesperada de su esposa y de las enfermeras. El teléfono se había quizás marcado en el nerviosismo de la circunstancia en que Ted agonizaba. Me fui al hospital y el ya se había ido a volar, zurcando las nubes hacia un vuelo destinado al infinito.

Cuando uno pierde a un amigo, gana un ángel protector.

 

El primer beso

La BBC de Londres recientemente dio a conocer una noticia sobre el lado sensible del Tiranosaurio rex, el temible dinosaurio que durante el Periódo Cretácico dominó el planeta tierra y que todos lo alucinamos como un feroz carnívoro según películas y series televisivas.

El depredador de unos seis metros de altura (dos pisos de una casa o edificio) habitó nuestro mundo hace 75 millones de años. La noticia estriba en que según la revista Scientific Reports ha concluido una investigación que el Tiranosaurio rex tenía un hocico cuya piel era tan sensible al tacto como los labios humanos y gracias a esa sensibilidad, le permitía construir refugios, explorar el entorno, recoger con ternura a sus crías, moviéndolas con delicadeza al nido, y también se daban besos o caricias entre el macho y la hembra durante el juego amoroso antes de su reproducción.

En el cortejo frotaban las partes sensibles de sus hocicos y era un ritual preliminar a la cópula –según los científicos estadounidenses– que estuvieron trabajando en Montana y donde también descubrieron a un nuevo miembro de la familia de los tiranosaurios: el Daspletosaurus horneri. ¿Quizás éste fue el primer beso en nuestro planeta?

Seguramente a quienes amablemente leen estas líneas y desde la cabeza del artículo, les he remitido a su memoria para que recuerden su primer beso “amoroso” (no el beso maternal o paternal ni el filial).

¿Con quién fue su primer beso? ¿Lo recuerda? ¿Cómo se dio?

Yo puedo contarles el mío.

Tendría siete años y fue durante el festival del día de las madres. Se presentaban varios espectáculos en el auditorio de la escuela. Los compañeros de sexto, que integraban el coro, estaban sentados en unas gradas al fondo del escenario. Ellos dominaban la visión tanto del público como de las escenas donde actuábamos y los corredores laterales de donde salíamos los intérpretes.

A mi grado escolar correspondió montar “Alicia en el País de las Maravillas” y yo fui designado para personificar al Conejo. Mi madre junto con mi abuela y una costurera confeccionaron el disfraz de conejo en peluche aborregado blanco, con un cierre en la espalda, un rabo de estambres y una gorra con sendas orejas que se amarraba a mi cuello. Lo único que sobresalía del disfraz era mi rostro.

Yo estaba en el corredor esperando el acorde y entrar en escena, llegó Louise Hessert, la niña que interpretaba Alicia. Lucía bellísima, le habían maquillado y sus labios tenían un carmesí esplendoroso.

 

Al verme recargado en la pared con mi reloj de leontina gigante y mi entonces timidez actoral exacerbada, “Alicia” se acercó a mí y dijo: “Oh, Johnny! You are lovely!” y me empezó a dar de besos en todo mi rostro.

Me ruboricé terriblemente. Los del coro se dieron cuenta de lo sucedido y empezaron a soltar risitas al ver a un conejo acosado por Alicia. En eso, se dieron los acordes para que yo entrara a escena.

 

Di los saltos de conejo para lo cual me había estado entrenando. Aparezco en escena todo nervioso, apenado, y empiezo con la canción “I am late, I´m late…for a very important date…” (Estoy tarde, voy tarde… a una cita muy importante…”

El público al ver a un conejo ruborizado, con el rostro estampado de besos de color rojo por el labial, empieza a reírse. Los del coro sueltan carcajadas ya abiertamente escandalosas y se arma tremendo revuelo acabando con el espectáculo.

 

 

Al salir del escenario, mi madre y abuela –angustiadas–, esperaban tras bambalinas. Me abrazaron. Y lo primero que pude decirles es que me urgía hacer pipí.

A volandas me llevaron al baño, con tan mala suerte y lo nerviosas que estaban, que se les atoró el zipper. Se atascó y yo me contorsionaba en la desesperación hasta que ya no pude contenerme.

Mi bello disfraz de conejo –que me ilusionaba usar de pijama–, esa noche se vio arruinado.  Entre mi mamá y mi abuela me cubrieron con sus abrigos ¿o sweaters? y salimos a hurtadillas hacia el estacionamiento.

A veces el primer beso no siempre es tan idílico y puede arruinar hasta un bello cuento como el de Lewis Carrol .

En otra entrega seguiremos hablando de besos en nuestras vidas.

Al fin hasta los dinosaurios ejercitaban la maravillosa práctica de amar dándose de besos.

 

Cuando el corazón va dando tumbos…

Cuando el corazón va dando tumbos…

El Día Internacional de la Felicidad se estableció por la ONU el día 19 de marzo. Este librín es crito y dibujado por mi narra una historia básicamente enfocada a reflexionar sobre un tema. Es algo sencillo y de fácil lectura. La intención es comunicar pensamientos positivos sobre temas que pueden ser álgidos para el autoestima.

 

Los van a enseñar a «pensar»

 

 

 

 

 

Estábamos en el primer semestre de la licenciatura. Para la materia de fotografía me fui a practicar con una cámara y elegí los alrededores de Tepotzotlán, Estado de México. Me interné por un camino de terracería y encontré un paraje donde había un casco de hacienda. Detuve el auto, bajé y caminé para buscar los mejores encuadres. Junto a una capilla en medio de árboles de pirú y fresnos estaba una escuela abandonada. Miré por los polvosos vidrios. Eran tres salones de clases, un cuartito destinado a museo llenó de telarañas y objetos entre los que había una ardilla disecada. En el corredor que unía a los salones de clase, pendía un riel metálico que hacia las veces de campana. Las aulas estaban cerradas.

Cerca del lugar había una tiendita de abarrotes. Me acerqué con el encargado y le pregunté el por qué la escuelita estaba abandonada.

Me responió: –Porque la “gringa” no quiere.

Sorprendido le inquirí: ¿Quién es la “gringa” y con qué derecho niega que funcione una escuela?

El joven tendero me dijo: Porque es la dueña de la hacienda y está en sus terrenos. Yo tengo las llaves de los candados.

Se me ocurrió que los sábados podríamos ir a alfabetizar y para ello invité a varios amigos y a unas chicas del Liceo Franco Mexicano.

Llegamos un sábado pertrechados con cubetas, jergas, escobas y botes de pintura. Limpiamos todo y pintamos la escuela. Al siguiente sábado tocamos la “campana” y esperamos. Poco a poco fueron llegando los niños y algunos iban acompañados por su mamá o papá y les explicábamos que estaríamos visitando el lugar todos los sábados para enseñar a los niños.

Así armamos los grupos de acuerdo a grados de conocimientos y empezamos a darles clases.

Cada sábado llegábamos en mi jeep, todos los “maestros” hacinados en el vehículo. Generalmente ya los niños nos esperaban, sin embargo, el ritual de tocar el riel metálico era fundamental. Pintamos las bancas de colores y les pusimos postes a las filas con nombres de “calles” Cada banca tenía un número como si fueran casas. Así le iríamos enseñando a conocer los números y las letras a los que estuviesen más atrasados. El primer problema que encontramos fue que los niños se quedaban dormidos por hambre. Muchos llegaban en ayuno. Así que optamos por llegar con tortas, pan de dulce, leche e inventamos una tiendita para que aprendieran a contar. Con corcholatas rotuladas y coloreadas les repartíamos su “dinero virtual” y ellos compraban su desayuno. Luego reposaban y empezábamos las clases.

Una de esas mañanas, uno de los chicos se asomó por la ventana y gritó:

¡La gringa! Una persona de baja estatura con cabello ensortijado teñido de rubio pasó por las ventanas e irrumpió en el salón de clases.

Estaba alterada y gritó: ¿Quién autorizó que esta escuela abriera? ¡No ven que es propiedad privada!

La abordé tratándola de calmar. Afortunadamente unas de las “maestras” Olivia y Liz la conocían. Dialogamos y finalmente logramosque siguiera operando la escuelita solo con la condición de que yo firmara un contrato de comodato ante notario y me comprometiera a que no íbamos a invadir su propiedad.

Ella era Neoma de Castañeda, esposa del entonces Secretario de Relaciones Exteriores Jorge Castañeda de la Rosa y madre de un nefasto individuo que posteriormente conoceríamos (ya les ontaré). La señora “gringa” cobraba renta a la SEP por el uso de su terreno y sus relaciones políticas le permitían mantener en el olvido dicha escuela.

Mi abuela materna me llevó al notario y pagó el contrato de comodato.

Ahí comenzamos a descubrir la terrible problemática de la enseñanza pública en México que es botín de tiros y troyanos. Procuro no utilizar este espacio para tratar temas políticos. Comprendo que todos estemos saturados de esa deleznable intoxicación mediática pero escribo este relato con pleno conocimiento de la realidad.

Ahora que veo a un Aurelio Nuño predicar su “reforma educativa” y ver los anuncios en televisión que dicen que “van a enseñar a los niños a pensar” me planteo la interrogante de que: si los niños vienen al mundo con un cerebro virgen –sin capacidades cognitivas–, y estos señores políticos les van a enseñar para que funcionen sus cerebros, creo que hemos llegado al abismo más abyecto de la ignorancia y manipulación. Solo un grupo de palurdos pueden atreverse a faltar el respeto a los niños y a todos los ciudadanos al pretender que ellos tienen la “sabiduría” para ayudarlos a evolucionar neurológicamente.

Nadie duda que el país necesita de educación pero si queremos transformarlo debemos empezar por indignarnos ante el atropello que la elite política ha hecho y empezar por exigir que las personas que se encarguen de la educación pública cuenten con las credenciales y conocimientos del más alto nivel para  dirigir este factor fundamental para el desarrollo del país.

Un presidente que no lee y un secretario que parte de la premisa de que “los va a enseñar a pensar” es el ejemplo más triste del abandono de nuestras escuelas.

 

 

Pensar… un viaje maravilloso