Asombro

Es la capacidad que nuestro cerebro tiene desde los primeros años de vida para sorprendernos de lo nuevo y desconocido que poco a poco vamos conociendo.

El asombro es maravilloso observarlo en los niños pequeños cuando empiezan a interactuar no solo desde la cuna pero también en los brazos de sus seres queridos, cuando gatean, o descubren que pueden caminar. Y el asombro que les causa cuando ya se socializan y van descubriendo el mundo.

KIDNAP (Mujer en llamas)Maravillarnos de las cosas debe ser un hábito permanente y para todas las edades.

Asombrarnos de la naturaleza, de cómo funcionan nuestros cuerpos, de la bóveda estelar, de la luz de la luna y el calor del sol.

También debemos asombrarnos de la capacidad de amar, de escuchar, de tentar, o saborear.

Asombrarnos de poder subir un escalón y de poder caminar, correr, brincar o nadar.

Asombrarnos de los colores y de la oscuridad.

Asombrarnos de ser capaces de mantener un lazo amistoso e inclusive de tener la capacidad de perdonar a quienes nos han ofendido. Asombrarnos al hacer el amor.

Recuedo con asombro cuando buscábamos en el jardín los tréboles de cuatro hojas. ¡Sí, y los encontrábamos! Ir al llano y ver los renacuajos en los charcos que se convertían en ranitas verdes o color marrón. Las orugas de lento caminar y colores fosforescentes que construían sus capullos y verlas convertirse en mariposas.

Escuchar a los pájaros primavera que llegaban a jardín y afanosamente buscaban lombrices. El lento y baboso caminar del caracol… o los pollitos que se convertían en gallos.

Asombrarnos de ver cómo se mezclan los colores mientras iluminas en tu apreciado cuaderno para colorear.

Maravillarnos de los libros que apilados en los estantes encierran tanta creatividad y sabiduría.

Subir las pirámides, recorrer un museo, caminar por nuestras calles, observar las monumentales obras que los humanos son capaces de crear.

Cada día haz el firme propósito de asombrarte de todo lo hermoso que te regala la vida.

 

Así con asombro también, espera el día en que viajarás al otro plano.

 

 

 

 

¿Cuál? No importa…seguramente también te asombrará.

Raíces

Mi abuela materna hacia unas deliciosas ensaladas de betabel. Antes de prepararlos, cortaba la parte donde se insertaban las hojas con el tubérculo. Las ponía en un recipiente plano, de fondo bajo, sumergiendo parte del betabel en el agua. A los pocos días empezaban a brotar las hojas nuevas.

 

El otro día vi que en la cocina preparaban un poro y estaban a punto de tirar la parte final donde tenía entreveradas muchas de sus delgadas raíces. Lo rescaté y repetí el procedimiento que solía hacer mi abuela.

Poro

Como si fuera magia, de los restos del poro se empezaron a formar las nuevas capas verdes dando origen a uno nuevo y que al parecer el día de hoy está a punto de florecer, orgullosamente erguido de la nada.

Poro y botón

Si los seres humanos no tuviésemos conocimiento de nuestras raíces muy probablemente no tendríamos un crecimiento balanceado de nosotros mismos. Las raíces –que también se les denomina linaje–, son los vasos comunicantes invisibles con el pasado de nuestras familias. Explican de quienes somos hijos, de quienes somos nietos y aún más, nos llevan a conocer a nuestros ancestros.

Las raíces permiten la fortaleza de los tallos de las plantas y árboles. Tallos que llevan la energía de los nutrientes a través de la savia, alimentando a todo el organismo. Esos tallos que pueden ser rígidos pero a la vez flexibles y que después pueden –en muchos de los casos–, diversificarse en ramas para permitir que a todo el follaje lo pueda bañar la luz del sol. De la diversidad de ramas se obtendrán mayor cantidad de flores y posiblemente darán origen a los frutos.

En las normas de una sana parentalidad se recomienda que los niños tengan la posibilidad de conocer sus raíces ya sea a través de los relatos y añoranzas de los abuelos, o de la narrativa de sus propios padres, tíos o parientes.

 

Un árbol o una planta sin raíces profundas es fácil presa de los vendavales y agresiones externas cayendo irremediablemente fuera de la tierra y con altas probabilidades de morir. Eso mismo nos pasa a nosotros. El carecer de nuestra propia historia nos hace endebles, sujetos a confusiones y a la pérdida de la autoestima.

Así como debemos tener raíces profundas en la vida de nuestras familias, lo debemos tener en el conocimiento de nuestro país. Las personas que conocen su historia como nación poseen mayores posibilidades de saber lo que son y de lo que pueden llegar a ser.

De las personas que gobiernan a un país, se les debe exigir sean conocedores y amantes de la historia. Deben conocer cada rincón de la nación y tener contacto personal con la gente. Para navegar exitosamente en el mar se necesita conocer no solo a la embarcación sino saber interpretar los signos del clima que se manifiestan en las nubes, oleaje, vientos y hasta en las fases por las que atraviesa la luna.

Igualmente para poder caminar por un bosque se debe conocer las características de los árboles e inclusive encontrar pequeños signos donde el musgo o los líquenes nos sabrán orientar la dirección hacia la que vamos. Por ejemplo, los troncos tendrán mayor cantidad de musgo en la parte norte del árbol.

Fomentar el conocimiento de nuestras raíces como familia y como nación, nos permitirá ser más fuertes, seguros y elevar nuestra autoestima.

¡Todo lo que te puede enseñar una ensalada de betabel o las raíces de un vegetal!

Adversidad

Todos nosotros, en las diferentes etapas de la vida enfrentamos situaciones de adversidad. Nuestra mente siempre busca olvidar esos episodios como si fuese una forma de bálsamo. Pero la lección se aprende, la huella o cicatriz queda.

Nuestra natural aversión hacia las situaciones adversas hace que la angustia y el estrés negativo nos perjudiquen poniéndonos en un estado de depresión. Sin embargo, cada organismo cuenta con una valiosa reserva para recuperar el equilibrio. A ésa capacidad de amortigüamiento se le ha denominado recientemente como resiliencia.
La palabra se acuña en la industria para describir los diferentes niveles que tienen los materiales para después de ser estresados recuperar su forma original. El mejor ejemplo que yo siempre expongo es el del hule espuma, el típico acojinamiento de sofas, almohadas y cojines. Cuando se oprime a este material, se le está estresando pero cuando dejamos de ejercer presión en el vemos como materialmente va recuperando su forma original.
Claro, todo depende del material del que esté hecho y la calidad del mismo.
Eso mismo pasa en nuestro organismo y en nuestra mente. Sufrimos la situación adversa, nos estresa, oprime, angustia y dependiendo de nuestra propia capacidad, podemos reponer la energía y recuperar nuestro equilibrio (homeostasis).

Un buen ejercicio de la memoria constituye tratar de recordar una situación adversa por la que hemos vivido y reflexionar en la forma como la enfrentamos y finalmente resumir en el resultado obtenido.

En la mayoría de los casos vamos a descubrir que el saldo no fue tan negativo como el oscuro panorama que percibíamos dentro de la tormenta y que después de todo logramos salir fortalecidos.

Recuerdo por ejemplo, cuando tendría quizás cinco años y estaba muy feliz de haber comprado mi libro de “El gato con botas”. Corrí emocionado para enseñárselo a mis abuelos que recién llegaban para comer en nuestra casa. Al entrar rápidamente a mi recámara pisé el tapete que se deslizó sobre el piso y me catapultó sobre la reja de la cama. Pero la cama tenía un barandal que durante las noches lo subían para evitar que me cayera dormido. Era la época en que uno transita de la cuna a la cama. Mi frente fue a dar precisamente al gancho donde sujetaban el barandal y me abrió luna escandalosa herida. Usualmente la piel del rostro sangra mucho.

Rápidamente me llevaron al consultorio de mi padre donde amorosamente hizo un surcido invisible. Ya recuperado, gozaba viendo las ilustraciones coloridas del gato con botas. Me sentía cobijado por la ternura de mis padres y abuelos. Tenia la sensación de estar seguro, de que aún ante la adversidad tenía yo la dicha de ser protegido.
Al observarme en el espejo, después de que me retiraron los puntos, pude descubrir que nuestra piel, nuestro cuerpo, hace siempre todo lo posible para recuperar el estado de equilibrio y eso contribuye a ayudarnos a enfrentar la adversidad.

 

 

Un día, un joven sentado junto al lecho de muerte de su Padre, éste último le balbuceó unas palabras:
“Perdóname mi hijo por haber sido tan duro contigo. Te confieso que fui demasiado enérgico…” y sus ojos se humedecieron de lágrimas.
El joven le respondió: “No papá, gracias por haber sido como fuiste, sin tu disciplina y amorosa energía no sería hoy lo que soy…lo que parecía adversidad se transformó en fortaleza”.

Así es la adversidad. Una serie de eventos terribles que nos aturden en la crisis pero que nos hacen más fuertes cuando logramos superarlos.

La importancia de la Soledad

Para muchas personas les produce angustia el estar solos.
A otras personas les da por expresar conmiseración cuando se enteran de que alguien está solo o inclusive, dicen con sorpresa . “¿Y no se sentirá muy sola?”

La soledad es un estado natural del ser humano desde el momento en que nacemos. Después de los nueve meses –en promedio– de gozar las mejores vacaciones en la matriz de nuestras madres, un buen día nos cortan el cordón umbilical , suspenden el alimento gratuito e interrumpen el tiblo y agradable clima artificial con el que nos encontrábamos flotando en el líquido amniótico.

Se da el estira y afloja del parto.
Es una expulsión obligatoria que a veces –me imagino–, que las dificultades mismas del parto las produce el producto o individuo que se resiste a salir.

Una vez afuera y superado el llanto inicial, el bebé empieza a aprender a vivir en soledad.
Nos lleva aproximadamente de uno a tres años el aprender a estar solos, a dormir de forma independiente en nuestra cuna y a comenzar a lidiar con nuestras necesidades de forma solitaria.
Después empieza la obsesiva inquietud de los padres por obligar a los niños a socializarse y abandonen las “enfermizas” prácticas de jugar solos. Escucharemos frases como:
“Lo metimos a la guardería para que empiece a socializarse”
“Anda, juega con tus amiguitos, no juegues solo”.
“Comparte tus juguetes con tus hermanitos, no me gusta verte solo”.

De tanto machacar la idea de que la soledad es mala que los individuos empezamos a considerar a la soledad como algo negativo.

Llegarán los días en que presionen a las chicas a casarse porque de otra manera “…se quedará sola”. “Se le va a ir el tren y vivirá sola”, etc.

No se diga cuando llega el momento en que la familia se desintegra porque los hijos se van y viene la temporda del “nido vacío”.
Escucharemos continuamente: “Pobrecitos, ya se quedaron solos”. O la consabida frase: “Fulanita, tan feliz que era atendiendo a toda su familia y ahora se ha quedado sola, pobre de ella.”
El divorcio escandaliza a muchos porque anuncia un periodo de soledad a la otrora pareja que se había comprometido a vivir “juntos para siempre”.

Lo que es un hecho irrefutable consiste en que desde que uno nace hasta que uno muere, la soledad estará presente. La agonía y muerte es parte de un acto de soledad como lo fue nuestro nacimiento.

La soledad nos sirve para reflexionar, analizar cualquier cosa que esté en nuestra mente, apreciar lo que tenemos, planear lo que buscamos y finalmente empezar a conocernos a nosotros mismos.

No en vano a la entrada del templo de Apolo en la antigua Atenas, Grecia, estaba inscrito en el mármol la lapidaria frase: “¡Conócete a ti mismo!”.

Conocerse a uno mismo es la tarea que llevamos asignada desde fábrica en nuestro nacimiento y que supuestamente habremos de lograr cumplir cuando nos llegue el momento de morir.

La soledad es tan necesaria como la agradable compañía de quienes queremos.
Programar días, horas o momentos de soledad en nuestras vidas es sin lugar a dudas, un sano ejercicio de desintoxicación.

 

 

 

¿Quién ayudó a que floreciera el Renacimiento?

Las épocas oscuras de la Edad Media se caracterizan por las prohibiciones.

Todo debía estar centrado en la religión y en la nobleza. Tanto a los príncipes de la Iglesia como a los Príncipes y Reyes de las monarquías se les atribuía su investidura al poder divino. Eran la línea directa con els er supremo. Ahí radicaba el poder.

Los libros se elaboraban a mano y sus copias restringidas a los círculos del poder. Para ello, los monjes copistas y los monasterios especializados realizaban la elaboración de los mismos. Se prohibía leer libros a la población comun y corriente, la misma Biblia incluida debía ser explicada por los sacerdotes. Todo ello limitaba el aprendizaje así como la enseñanza de la escritura. Asimismo se prohibían las imágenes que no fuesen religiosas, el cuerpo era obsceno y la higiene era tan esasa que el baño diario no existía, esto explica los sábados de gloria y fases como “se bañaba cada día de San Juan” (espaciado por meses). Los bacines con heces y orines se aventaban a la vía pública prvio anuncio del aún vigente: “¡Aguas!”

 

El perfume y los afeites cosméticos se les asociaba con la brujería y la promoción de las adoraciones satánicas.

Contrario a lo que se nos enseñó que Gutemberg inventó la imprenta, la realidad es que fue inventada muchos siglos antes por los Chinos y lo que hizo Gutemberg fue su pefeccionamiento en Europa. Gracias a los intercambios comerciales con el lejano oriente fue como el papel y el lápiz llegaron a los países europeos. Estos instrumentos facilitarían la escritura y el dibujo.

Cuando hablamos de Renacimiento visualizamos las artes y la arquitectura con espléndidos frescos, esculturas y pinturas donde el cuerpo humano se atreve a desnudarse y se inspiran en las épocas griegas y romanas. Artistas que desafiaron al rigor eclesiástico y que muchos de ellos lograron finalmente convencer y ser contratados por las mismas instituciones religiosas para plasmar sus obras de arte en los recintos, rompieron los cánones del arte sacro.

Pero esta maravillosa evolución social contó con la extraordinaria colaboración de las ratas )acuérdense del cuento del Flautista de Hamelin) y en específico de un parásito: La pulga.

Ante el desaseo y falta de higiene colectiva, se propagó entre las poblaciones la llamada Peste bubónica o negra que genraba llagas de color negro en la piel, purulentas y de fácil propagación. Las muertes fueron masivas ante dicha epidemia. Gracias a las pulgas, los príncipes de la iglesia y la nobleza también fallecieron. Ahí fue cuando el concepto de “divinidad hereditaria” fue evidenciada como carente de sustento. La humanidad occidental se abrió a novedosas ideas, se promovió la edición de libros con la consabida enseñanzza de lectoescritura y las artes florecieron. También se da el auge de la perfumería y la cosmética.

Todo revolucionó gracias a la atenta colaboración de la pulga y su eficente vector: la rata.

 

 

 

¡Conozca el nuevo VIDEFONO X18!

A mi me cautivó.

Siempre los avances de la tecnología nos sorprenden y nuestros hábitos compulsivos de CONSUMIDORES nos produce grandes descargas de adrenalina cuando estamos frente al nuevo aparato digital, con tantas aplicaciones y promocionado como INTELIGENTE. Esas son emociones positivas.

El modelo de VIDEOFONO X18 superó todos los iPhones y Blackberries o Samsungs del mercado. Lo primero que descubrí es que no necesita batería ni cargarlo con celdas solares. ¡Qué maravilla! ¿No? Adiós a los cables. Por otro lado, superó la capacidad de almacenamiento de todos los Gigabytes existentes en la industria.

Pero, ¡Asómbrense!… tiene adaptalidad total. Puedes conectarte a los sistemas de telefonía alámbrica o analógica. ¡Sí! Puedes comunicarte con los aparatos del pasado, los que ya consideramos obsoletos.

La verdad ya no pude más y –sin leer las instrucciones´´, me dispuse a hacer las primeras llamadas con el Videofono X18.

Le marqué a mi Mamá, a su teléfono antiguo como de los años 70´s y vi clarito como llegaba ella, en su mejor momento, hermosa y rozagante. Como es primavera llevaba una blusa estampada de flores celestes que le sienta de maravilla. Descolgó el aparato color marfil, de esos que tienen aún discado y en el centro una plaquita metálica color vino. Creo que son Ericcson. El cordón blanco del auricular rizado se expandió mientras ella puso el aparato junto a su mejilla.

–¡Hola Mam! ¿Cómo estás?

–Muy bien Juanito. Preparé la comida que tanto te gusta. Pero tu papá me avisó que no viene a comer, tiene una operación de urgencia, creo que es una paciente con peritonitis. ¡Nos vemos en la noche y te doy de cenar!

La veía como siempre, bien arregladita, discretamente maquillada y cariñosa.

–Te pido un favor, llámale al abuelito. Ya ves que desde que muiró Mami se anda quejando de que ya nadie le llama.

–¡Claro! Le respondí, sirve que pruebo más mi VIDEOFONO X18.

El sonido y la imagen, nítidos.

Marqué a casa del Abuelo. Su teléfono más antiguo, quizás de los años 60´, negro como azabache y lustroso. Estaba sobre una mesita que cubierta con un tapetito de hilo crochet que mi abuela había tejido hace años. Contestó Liduvina, su sirvienta de siempre.

-¡Ay joven, salió a pasear al perro! Pero…espere, ya oigo

que está entrando. Un momentito y le contesta su abuelo.

Todavía alcancé a escuchar sus gruñidos de viejito malhumoriento.

En eso, siento que me sacuden del hombro. Volteo aturdido todavía amodorrado.

–Te quedaste dormido.

–No para nada, estaba viendo mi nuevo VIDEOFONO X18.

–¿Cuál videofono? Estabas roncando…

En ése instante comprendí que no había tal. Que en ése sueño del VIDEOFONO X18 en realidad lo que yo había descubierto es el mejor instrumentoo que tenemos todos: La maravillosa memoria de nuestro encéfalo. El complejo organismo que nos puede llevar al pasado, permitir ver imágenes de quienes ya no están aquí con nosotros, recordar sensaciones, olores, sonidos, música, tantas cosas del pasado y del presente reciente. Todas esas memorias que sin límite de almacenamiento sni necesidad de conectarse o captar la señal nos regala la vida día con día.

La mejor memoria guardada en En el estuche óptimo que se haya inventado, nuestro cráneo y con la tecnología más avanzada que son nuestras neuronas.

La memoria que se logra gracias a la plasticidad cerebral. La que no puede llevarnos al futuro pero que junto con la imaginación nos puede hacer soñar con el mañana.

El videofono que sin plan mensual, ni tener que abonarle nada, te funciona desde el primer día en que abriste los ojos y escuchaste la dulce voz de tus padres y abuelos, emocionados porque habías nacido.

HugoAvendaño: el emprendedor que rompió las reglas.

Hugo…el emprendedor que rompió las reglas.
 
Eran los años en que en la Universidad Iberoamericana se me había comisionado para ayudar a que los egresados elaboraran sus tesis para poder concluir sus respectivas licenciaturas en comunicación. Entre más de 90 alumnos que atendí, cuyas edades variaban tanto pues había algunos de mi misma edad e inclusive tenía personas de 60 años. Mi labor era organizarlos y servir como guía.
 
Un día llegó Hugo Ricardo Avendaño Garza. Joven, inquieto, hijo del cantante más destacado en la década de los 40-50´s y de Graciela Garza, actríz. La empatía se dio rápidamente ya que el Sr. Avendaño había formado parte del elenco que Juanita Guerra Rangel (mi socia) había incorporado a la célebre “Revista Musical Nescafé”.
 
Hugo era uno de sus hijos y tuve el privilegio no solo de dirigirle su tésis, sino de tenerlo como cliente nuestro en la agencia cuando llevó a la cúspide a Kodak. Compartimos muchos momentos profesionales inolvidables y fue el creador del patrocinio a la Selección Mexicana de Futbol durante el mundial Mexico 86.
 
Íbamos los sábados a caminar en el bosque y hacíamos nuestros “brain stormings”. Fue cuando le dije que aunque fuese un exitoso ejecutivo de una corporación global debía ir preparando su paracaídas.
 
“¡Uno ninca sabe cuando te darán la patada!” Ahí nació la idea de crear sus primeras empresas y fue acertado. Después ya como emprendedor, nos fuimos a Nueva York para aprender sobre los innovadores infomerciales. Regresamos a México y con su extraordinaria hablidad para hacer negocios, rompió las reglas y se fue a comprar los tiempos muertos de las televisoras. Así nació Telecasa. Nuestra agencia le elaboraba los videos y él importaba, distribuía, innovaba. Sus negocios siempre crecían con una asertividad extraordinaria.
 
Un buen día me informó que vendía la empresa de telemarketing y que compraría las franquicias de M`cDonalds en Baja California Sur. “Quemó sus naves” en la ciudad de México y se instaló en Los Cabos. Iba y venía. Siempre me contactaba y siempre terminánbamos construyendo ideas. Prosperaron sus seis tiendas de hamburguesas y apasionado como era, siempre iba a las juntas de franquiciattarios con nuevas propuestas. Empezó a chocar contra el muro despótico de los administradores de la franquicia maestra. En México, unos emigrados argentinos.
Para acabarlla de amolar, llegó el huracán devastador. Dejó en ruinas sus negocios. Las aseguradoras contratadas por el corporativo se rehusaban pagarle. Emprendió una feroz batalla hasta que logró recuperar parte de sus inversiones. En esos tiempos se sentó en mi sala de juntas y como yo acababa de terminar mi maestría en literatura y creación literaria, lo animé a escribir su primer libro.
–No sé escribir libros–, me dijo muy serio.
Le respondí que ya había hecho su tesis y que yo lo ayudaría. Se compró una grabadora digital y empezó a narrar su libro. Dunia Rodríguez, hizo la corrección de estilo y en un abrir y cerar de ojos tenía impreso “A romper las Reglas”, un ttestimonio vivencial de consejos para emprendedores.
Luego se lanzó a dar conferencias en universidades y con grupos de emprendedores.
 
Hace un par de meses nos reunimos con frecuencia para planear sus próximas empresas. Pero llegó en una ocasión un poco desencajado del rostro y me informó del tumor que se le había detectado. Se mostraba entusiasta y dispuesto de emprender la batalla. Volvería a romper las reglas. Su esposa, la Dra. Leticia Calderón le acompañó en la batalla final y hoy me manda el mesaje de que Hugo ya trascendió.
Leer su libro es recorrer la aventura de Hugo por el fugaz camino de la vida, siempre desafiando, innovando y reinventándose.

Vacaciones inesperadas

mde

En esa época teníamos unas semanas de vacaciones, creo que eran en el caluroso mes de mayo. Era un sábado, mi padre se había ido temprano a su consultorio y los niños acabábamos de desayunar.

Recostado en un sofá e invadido de una cierta modorra andaba buscando hacer algo divertido en esos días ya que contrario a lo habitual no saldríamos de viaje ni con mi papá ni con mi abuelo.

Cerca de donde estaba había uno de los múltiples libreros que mi padre atiborraba de libros. Me desperecé y fui a revisarlo. De súbito encontré un volumen delgado que decía “Cómo filmar buenas películas”. Lo tomé y empecé a devorar sus páginas. Me emocionaba a medida que avanzaba y veía la facilidad con la que podríamos hacer una peliculita.

Se me ocurrió buscar en un closet la cámara de super 8mm que solía usar mi papá para filmar nuestros viajes famiiares. Con grata sorpresa la encontré acompañada de varios rollos de película sin exponer. A como pude le cargué un rollo y llamé a un grupo de amigos del vecindario quienes junto con mis hermanos les propuse que filmáramos una película.

El guión básicamente fue reproducir los trucos creativos que el libro proponía como el de aparecer o desaparecer personas y simular un gran salto mortal. Esto último lo interpretó Alex López quien supuestamente su personaje angustiado decidía suicidarse saltando de una azotea pero que curiosamente caía de pie, sano y salvo.

El pequeño filme duraría escasamente cinco minutos y se titulaba “Suicidio y Safari” ya que el resto de la película era protagonizado por la pandilla de amigos, unos se disfrazaron de cazadores y otros de aborígenes africanos caníbales. En la corta historia, los primeros terminarían siendo capturados para que los caníbales supuestamente los cocinaran aunque esa escena ya no se filmó porque se acabó la cinta.

Con gran emoción, al lunes siguiente llevamos la película a revelar en la tienda más cercana que estaba por el rumbo de las Lomas y pasamos varios días de suspenso esperando poder ver la “obra de arte”. Finalmente ya con la película revelada, organicé la exhibición en la sala de mi casa. Para ello improvisamos una “tiendita” donde preparamos palomitas, gaseosas y venta de chicles “motitas”. Ya con el auditorio repleto proyectamos por primera vez la película con gran éxito.

Todo era felicidad hasta que llegó mi Mamá y al ver que los pisos de mármol estaban batidos con charcos de refresco, vestigios de palomitas y uno que otro chicle adherido al piso. Montó en cólera. Así fue como la furia de los dioses se desató y fui sometido a juicio sumario frente a mi Padre. El veredicto fue inconmutable: Prohibido exhibir películas en casa y nunca más convertir la sala de la casa en cine.

La tristeza nos invadió a todos puesto que ya teníamos en mente las siguientes películas.

Cuando todo parecía más oscuro, apareció la luz con los infantables “ángeles” que todo niño aspira encontrar en la infancia.

El primero de ellos fue Meche López, la linda mamá de mis amigos López López que pertenecían a la pandilla. La bondadosa mujer me mandó llamar. Afablemente me dijo que se había enterado de la desafortunada prohibición por parte de mis padres. Mandó llamar a sus sirvientas y nos llevó hasta su enorme sala de juegos que daba a un jardín. La sala tenía a través de una puerta peatonal independiente, acceso a la calle por lo que no se tenía que pasar por la puerta principal. Me entregó una copia de la llave y anunció a sus colaboradoras: “Aquí va a ser la sala de cine de Juanito. Por favor pónganle las sillas que tenemos para las fiestas. El vendrá junto con los demás niños a dar sus funciones de cine y les pido les ayuden después de cada función a dejando todo limpio.

Asombrado se lo agradecí. A partir de esas vacaciones inesperadas vendría toda una historia de la pandilla de Bezares en la cual aparecerán otros ángeles protectores como Don Manuel Del Castillo y de quienes en otra ocasión habré de narrar. Mi destino estaba marcado a los diez años por unas vacaciones inesperadas.

Sala de espera

El salón estaba decorado en tonos blancos. Los sillones confortables tenían colores grises que armoniaban muy bien con el lugar. Contrario a otras salas de espera, esta no tenía revistero ni mesitas de centro. En una de las paredes había una pantalla de plasma apagada. La puerta de acceso era de cristales templados, automatizada. Se deslizaba sin hacer mayor ruido.

En un extremo del salón estaba la puerta por donde deberían pasar quienes estaban en la sala esperando. Lo harían en cuanto los fuesen llamando.

Fueron llegando uno a uno. Las edades eran de lo más diversas. Algunos jóvenes se recostaban en los mullidos sillones y se ponían con sus dos pulgares a chatear en el dispositivo móvil. Una anciana vestida de color oscuro, rostro macilento y cabello plateado bastante ralo se veía angustiada tomando un rosario entre sus manos.

Curiosamente había varios niños pequeños que jugaban o gateaban pero no iban acompañados de sus madres. No lloraban.

Un hombre de edad mediana, bastante obeso entró dando resoplidos y se sentó rápidamente en un sillón individual.

Una señorita muy atractiva llegó y se sentó al lado de la anciana musitando en baja voz: “Buenas tardes”. A la que respondió la anciana casi en susurros.

Un joven ejecutivo muy trajeado y perfumado entró con visible nerviosismo. Revisaba su reloj de pulsera continuamente. Parecía tener prisa. Casi de inmediato llegó un jovencito vestido de motociclista con traje de piel y se quitó el casco mostrando su cabello ensortijado. Mascaba chicle.

De un interfón salía una voz angelical que por su nombre llamaba a los pacientes.

El joven motociclista preguntó en voz alta: “¿Por qué está apagado el televisor? ¿Alguno de uds. tiene el control?”

La anciana le respondió incomodada: ¡Más respeto jovencito, no ve que ésta es una sala de espera!

El joven la interpeló: ¿Y eso qué? ¡Ahorita está el partido final de la Champions League y no me lo quiero perder!

En eso, llaman al hombre obeso que se levanta con dificultad y con su voz entrecortada le resopla al joven: “¿De qué te sirve ver el último partido? ¿Qué no ves que ésta es la sala de espera?

El joven –ya en tono grosero–, le responde: ¡Mientras se espera podemos ver el partido!

Casi cruzando el umbral de la puerta, el hombre obeso voltea y sonriendo le dice al joven: Estamos en la sala de espera de la muerte…¿Qué no lo sabías?

Pensar… un viaje maravilloso