Los Maestros de la vida.

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A pesar de que un gobierno de iletrados, tontos y asesinos apoyados por medios –que como su nombre lo indica– son mediocres, y se dediquen a denostar la figura del MAESTRO, los ciudadanos comunes y corrientes guardamos en nuestra mente-corazón el agradecimiento por la luz, conocimientos y acompañamiento de los «Maestros de la vida».

Desde la tierna mano de nuestras abuelas que se autoimponían la misión de enseñarnos las primeras letras para que llegáramos adelantados al Kinder, las bellas y perfumadas maestras del pre-escolar que fueron culpables de un enamoramiento prematuro y llegamos a adorarlas.
Las maestras y profesores que tanto en primaria, secundaria o preparatoria fueron dejando semillas de conocimiento, recuerdos imborrables, experiencias de vida que se tornaron en huellas imborrables e inclusive a los que quizás fueron crueles y nos dejaron en lugar de semillas las cicatrices de su abuso.

Y para completar el recorrido memorioso, los maestros de las facultadoes y posgrado que terminaron de pulir nuestra plasticidad cerebral con un enorme bagaje de sabiduría.

A todos ellos les guardamos GRATITUD.
Sí, gratitud, una palabra que ha caído en desuso por la enorme prisa que tenemos para llegar a la meta final que supongo, debe ser la muerte, porque de otra manera no entiendo la razón de tanta persona desesperada por llegar a ocupar un lugar, rebasar en el tráfico cotidiano o en la carretera, violar la fila y arrebatar las cosas en las tiendas y supermercados. Prisa del absurdo.

También existen otros «Maestros de la vida» que quizás no fueron académicos ni impartieron alguna materia o cátedra en nuestras vidas, pero que quizás se dedicaron de forma silenciosa a formarnos, educarnos y conducirnos por los caminos de la superación personal, profesional y humana. También a esos «soldados desconocidos» de la inteligencia debemos recordar y agradecer todo lo que nos dieron.

Finalmenrte, y no por prioridades sino por simple línea narrativa, debemos agradecer a los maestros mudos que sin conocerlos personalmente nos han dado las mejores lecciones de cultura y sabiduría a través de sus páginas, de sus libros, de sus frases memorables. A esos maestros que se encuentran sus pensamientos plasmados desde las cuevas rupestres, tablillas o piedras rosetas, jeroglíficos, pergaminos y libros impresos, que se encuentran alineados, en los estantes de las bibliotecas, de las librerías y de nuestros humildes estantes de la recámara.
Esos autores de libros y aforismos que desde el primer silabario nos contagiaron de una enfermedad incurable que es el apetito por el conocimiento.

Por la gratitud que les debemos a todos ellos, se instituyó el día del maestro. Asimismo se universalizó el ícono de una manzana roja encima del escritorio del profesor.
Ése símbolo de gratitud donde el alumno le da al maestro una manzana roja como pago por inculcarnos valores e información fundamental para nuestra formación.
La manzana que por siglos han acusado de ser el fruto prohibido en los textos bíblicos, la perversa manzana que despertó el apetito en Adán y Eva por conocerse y «pecar», ésa manzana regresa a los Maestros como símbolo de gratitud por «despertarnos la tentación»· de aprender.
Los Maestros de la vida son la fortaleza que nos permite día con día, enfrentar los retos y cosechar con alegría, los frutos que las semillas del conocimiento germinaron en cada uno de nosotros.