Los amigos

La vida es como un viaje en tren.

Nos subimos en una estación y podemos viajar en determinado vagón pero también podemos ir al vagón comedor o al vagón dormitorio e inclusive al vagón mirador.

Sabemos que tendremos que bajar en cierta estación dependiendo de nuestro boleto y de que llegue el operario, nos revise el billete y nos indique el momento preciso de nuestra parada final.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ahí en el vagón viajamos varios tipos de pasajeros. Durante nuestro trayecto vamos a tener tres tipos de pasajeros que les llamaremos amigos:

  • Mejores amigos
  • Amigos intermitentes
  • Amigos ocasionales o fugaces

Los mejores amigos son los que nos acompañarán durante todo el viaje, desde que los conocemos se establece una relación sólida que es para toda la vida.

Los amigos intermitentes son los que estaremos viendo, conversando y conviviendo por intervalos. Aparecen, se pierden y luego reaparecen. La amistad es firme pero la recurrencia no lo es.

Los amigos ocasionales son las amistades que se hacen en la escuela, en el vecindario, empresa o por proyectos en donde coincidimos. Sentimos que van a ser grandes amigos pero cuando uno cambia de escuela o se muda del vecindario o termina el proyecto, la relación se va difuminando hasta desaparecer. Son fugaces.

Una de las grandes ventajas de los amigos es que uno los elige y uno los cultiva. Es decir, nadie te los impone contrario al caso de los familiares que forzosamente unos los tiene.

Con los amigos tampoco hay obligación de frecuentarlos. Uno por su propio gusto disfruta de su compañía y surge una necesidad de buscarlos, de verlos y de mantener el vínculo.

Poco a poco, los amigos considerados “mejores” van encontrando mayor afinidad con nosotros, es una empatía verdadera y hasta cierta forma se mimetizan con uno.

Son los amigos que guardan las confesiones íntimas, a los que se les puede manifestar nuestras angustias, miedos o sueños y que no nos criticarán.

Los amigos ocasionales pueden ser relaciones sinceras o relaciones que mantienen cierta conveniencia o interés. Y la fragilidad del vínculo depende en gran medida en que se compartan los beneficios mutuos. Son esos amigos de la preparatoria o de la universidad con los que hacías tus trabajos de grupo o con los que se prestaban los apuntes y se reunían para estudiar en temporada de los exámenes. Asimismo son los colegas de trabajo con los que vamos a comer, tenemos fiestas o reuniones y parece que se construye una sólida amistad hasta que uno de ellos cambia de posición laboral y por sus múltiples ocupaciones se va olvidando de nosotros.

Los amigos fugaces son personas con las que de súbito tienes una comunicación muy fluida, parece que se comparten sueños o ilusiones, se buscan uno al otro por una breve temporada y después como por arte de magia desaparecen del mapa de por vida.

Una amistad fugaz puede ser un noviazgo corto o un amorío. Y normalmente no durará más que un par de días o cuanto mucho: semanas.

Conforme avanza el tren de la vida, los distintos amigos se van bajando en las estaciones y otros pasajeros pueden subir a nuestro vagón que se convertirán en amigos.

Contrario a lo que debería suponerse, la edad no es un elemento fundamental de la amistad y mucho menos podemos asumir que los amigos más jóvenes permanecerán más tiempo en el viaje del ferrocarril.

Hay muchos amigos más jóvenes que de súbito llega el operario y les avisa que tienen que descender en la próxima estación. Son esos amigos que tienen una enfermedad terminal y les acompañamos en el trayecto de su agonía hasta que se bajan en la estación asignada.

Otros amigos –no importando la edad—son arrojados de súbito del tren en marcha sin darnos un aviso previo. Llegan los encargados de seguridad, los toman a la fuerza, abren una compuerta y los arrojan sin piedad con el tren en movimiento. Son los amigos que mueren por un accidente, un ataque fulminante, un asalto o suicidio. Normalmente son los que decimos con sorpresa: “¿Quién se lo iba a imaginar? Si apenas hace un par de días lo vi muy sano, en todos sus cabales!”

Si. Así es esto del viaje en el tren de la vida. Vamos todos muy rápido sin darnos cuenta, subiendo o bajando, conociendo a los pasajeros, encontrando grandes satisfacciones y una que otra desilusión.

Lo relevante de los amigos es que sin ellos nuestra vida transcurriría en un monótono viaje por un túnel de depresiva oscuridad.

 

Para conservar a los amigos solo se necesitan dos cosas: Cultivarlos (procurarlos, estar atentos a lo que ellos necesitan) y agradecerles su compañía teniendo en mente que viajamos juntos y que en cualquier momento –imperceptiblemente- uno de los dos habrá descendido para siempre del tren de la vida dejándonos solo su recuerdo.