La inmediatez de los medios digitales había cundido como pólvora en el reino de la Corrupción. Una jovencita mandaba mensajes virales como bombas. Sin pasar por censura oficial, transmitía opiniones. Crecía y crecía el acertado envío de twitters donde se condensaban sus denuncias.
Un buen día apareció en el periódico breve nota sobre la historia de unos sicarios que robaron la a casa de la twittera. De su mismo twitter mandaron foto del cuerpo masacrado.
Breve y fugaz fue la vida de alguien que pensó que la revolución digital ofrecía una rendija a la libertad de expresión.
Microrrelato por Juan Okie