La Tina

Nunca había estado en San Salvador. Una ciudad centroamericana semi-tropical donde el desordenado crecimiento urbano ha deslavado su sabor local transformándola en una urbe cosmopolita de gris personalidad.
Amanecí en un hotel como cualquier hotel de cinco estrellas del mundo. Me asomé por la ventana y ví destacándose en la esquina de una plaza comercial, un Kentucky Fried Chicken, como cualquier otro del resto del globo.
Anoche llegué en un vuelo comercial desde la Ciudad de México. Eran pasadas las diez de la noche. Estaba cansado no tanto por el vuelo sino por la larga fila de migración donde se tenía que pagar diez dólares antes de pasar a que le revisaran a uno el equipaje.
Tomé un taxi para ir al hotel donde me registré. Ya tenían lista mi reservación por lo que el trámite fue muy rápido. Me sorprendió un poco el recepcionista que apenas me acerqué a su mostrador me había saludado familiarmente con mi nombre y apellido.
El bell boy llevó mi equipaje y me entregó la llave electrónica. Le di su propina de rigor y cerré la puerta. Realmente estaba cansado.
Sólo entré al baño a cepillarme la boca. La blanca y felpuda cortina estaba completamente corrida, supuse que había una tina.
Después de desnudarme, apagué la luz y dormí sin sobresaltos.
Era un nuevo día, me desnudé y me dispuse a bañarme.
Entré al baño y al recorrer la cortina descubrí que la tina estaba llena de sangre como si fuera un estanque rojo y se asomaban partes de un cadáver cuyas extremidades eran de un blanco casi transparente.
Horrorizado no supe que hacer.
Me preguntaba si debía llamar a la policía pero, ¿cómo explicar que toda la moche había pasado con un cadáver en mi cuarto sin que me hubiese percatado?
Luego pensé en huir pero rápidamente lo deseché pues tenían todos mis datos, numero de pasaporte y es más, el recepcionista me había nombrado con esa extraña familiaridad que me había sorprendido.
¿Sería una trama?
Ahora bien, si me iba al aeropuerto, desconocía los horarios y vuelos para alejarme del país, sin embargo dejaba yo la evidencia de mi presencia en ése cuarto y me declaraba automáticamente culpable de un crimen que yo no había cometido.
Además de un momento a otro llegaría la mucama a asear el baño, por lo que opté en vestirme, colgar la tarjeta de NO MOLESTAR en la manija de la puerta e irme a desayunar procurando ser muy visible a todo el personal y transmitir una seguridad que sería prueba de mi inocencia Ya en el restaurante, tenía poca hambre, más bien me invadía un tremendo asco. Terminé firmando la cuenta y al subir ví que la habitación contigua estaba abierta. De pronto pensé en la coartada perfecta. Mover el cadáver a ésa habitación. Alcé la mirada rastreando la posibilidad de detectar cámaras de vigilancia. Hasta donde mi vista alcanzaba no existía alguno de ésos dispositivos.
Un carrito de ropa sucia e implementos de aseo se encontraba junto a la puerta de seguridad. Lo tomé y rápidamente lo metí a mi habitación. Quité sábanas y toallas del contenedor. Drené la tina y cargué el inerte bulto con gran dificultad hasta meterlo en el carrito.
Me asomé por el corredor. No había “moros en la costa”.
Saqué el cadáver y lo introduje rápidamente en la tina de la habitación contigua. Procuré no dejar huellas mías en el cerrojo.
Devolví el carrito con toda la ropa sucia a su lugar de origen.
Me serené. Lavé escrupulosamente el baño. Me bañé y volví a vestir.
Era hora de irme a una cita de trabajo que tenía en el centro de la ciudad.
Ya en la tarde regresé. El recepcionista me saludó cordialmente y subí a mi habitación. No había nada irregular, ni sellos de esos que pone la policía cuando realizan la investigación de un crimen.
Mi cuarto estaba perfectamente aseado, la cama tendida y me cercioré de que en la tina no hubiera otro cadáver.
Prendí la televisión y esperé al corte informativo para ver si no salía nota sobre el crimen.
No hubo mención alguna.
Merendé en el restaurante y me subí a dormir apaciblemente. Me parecía que todo había sido una pesadilla y estaba fatigado por tanta descarga de adrenalina.
Acabo de despertar y al dirigirme al baño me encuentro con la terrible sorpresa de que ahora en la tina estaba otro cadáver. Es de una mujer joven, delgada y de cabello castaño.
¿Habrá otra habitación abierta? ¿Un carrito de ropa sucia?
Afortunadamente tú que estás con mayor serenidad que yo, me puedes aconsejar. ¿Qué hacemos?