La gallina muda

GALLINA Muda

 

 

 

 

 

 

En un rancho no muy lejos de aquí, habitaba un matrimonio –que ya entrados en edad—, habían visto cómo sus hijos adultos se desatendían de visitarles. Su vida rutinaria se circunscribía a cosechar los frutos de la tierra y a la crianza de animales.

En un pequeño corral, la esposa del granjero cuidaba de sus gallinas, pollos y uno que otro gallo.

En la comarca se había corrido la voz de que en ese rancho se contaba con los mejores especímenes de aves genéticamente mejorados, ya que se rumoraba que una de las gallinas era tan prolífica que producía cinco huevos a lo largo de una jornada. El misterio era mayor porque de todas las gallinas, difícilmente se podía saber cuál era la gallina milagrosa. La esposa del granjero, se pasaba pillando a los animales para descubrir a la gallina de afamado prestigio, pero hasta la fecha desconocía cuál era esa gallina tan productiva. 

Había logrado —eso sí—, saber que de entre todas sus gallinas había una que no cacareaba, es decir, era una gallina muda y que se caracterizaba por ser tímida, un poco retraída que las demás.

Pasaba el tiempo y en la granja ya solo se producían cinco huevos al día, mismos que eran de la ya mítica ave. Los nubarrones de pobreza y carestía amenazaban a la pareja de ancianos.

Un buen día la abulia cotidiana se vio interrumpida cuando el granjero le anuncio a su esposa la visita de un primo rico que hacía tiempo no veían. El primo en cuestión se interesaba por unos terrenos que eran poco productivos para la familia y que con su venta se auguraba un ingreso fresco de dinero. Así que la emoción fue grande y el granjero le pidió a su esposa preparar las mejores viandas para agasajarlo. Le encomendó que incluyera en el menú el caldo de gallina que era la especialidad de la casa.

La obediente y diligente esposa hizo lo conducente y la opípara comida fue todo un éxito. El primo en la sobremesa les hizo una tentadora oferta que incluía la compra del corral de aves, enfatizando que era fundamental contar con el pie de cría que tanta fama tenía, es decir, la gallina que producía cinco huevos en un solo día, para que se pudiera concretar la operación.

El granjero le aseguró al primo que aceptaban gustosamente su oferta y que la transacción la hiciesen en un par de semanas para que tuviera tiempo de poner granja, cercas y corrales en orden. El trato fue hecho, despidiéndose todos muy cordialmente.

No habían pasado ni dos días, cuando la esposa del granjero, alarmada le comunicó que algo pasaba en su corral de aves pues ninguna de las gallinas producía huevo alguno.

—¿Qué hiciste mujer? Le increpó el marido.

—¡Nada esposo!  Te obedecí en todo y no me puedes reclamar que la comida no haya sido exitosa, tu primo quedó plenamente satisfecho y lograste lo que querías: vendiste los terrenos incluyendo mi corral de aves.

            El granjero intrigado, le propuso que velaran todo el día y la noche para ver si algún tejón o zarigüeya era quien robaba los huevos.

Después de pasar dos días enteros con sus respectivas noches vigilando el corral, vieron que no existía ningún animal que merodease el lugar y menos que sustrajese los huevos.

Angustiado ante el fatal acuerdo de vender los terrenos con las gallinas y en una explosión de ira, el granjero le preguntó a su mujer:

—¿Pero cuál gallina sacrificaste? ¿No sería acaso nuestra gallina milagrosa?

—Saberlo no podría—, repuso la mujer y le continúo diciendo—ante la incertidumbre de elegir una buena gallina, opté por la gallina muda, esa que no cacareaba, porque de seguro era la que no ponía los magníficos huevos.

Se llegó la fatídica fecha y el primo enfurecido, deshizo la operación, dejando a la pareja de ancianos en desoladora pobreza y todo por una gallina muda que no supo cacarear sus huevos.

Moraleja:  No son las zarigüeyas ni los mapaches quienes ocultan tus obras, es tu propia incapacidad para cacarear tus logros la que impide que estas no sean reconocidas.

Juan Okie G.

Ilustración: Saúl Monsalvo