La casa sin número

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Algo que me llama mucho la atención sobre quienes escriben cuentos es que a pesar de la gran evolución de las tecnologías, aún no llegan a dominar las virtudes de los sistemas interactivos. El narrador cuenta lo que quiere y el lector pasivamente lo lee. Existe una impotencia sutil en el lector porque no puede transformar la historia, simplemente someterse a ella. Cuando el escritor es talentoso, logra atrapar al lector y entregarle un final inesperado. Cuando la pericia del escritor no es la adecuada, simplemente el lector va adivinando el desenlace y se queda al final sin pena ni gloria.

Pensando en todo ello, decidí escribir esto y compartírselo a quien me está leyendo. No pienso ser tan cruel de entregarle un desenlace inesperado y mucho menos uno previsible.

Le cuento: Bajando por la avenida Constituyentes de la Ciudad de México, se encuentran alineadas muchas propiedades, unas son casas y otros edificios, ya sea de departamentos u oficinas. A lo largo de la avenida también hay una que otra tienda de misceláneos, hotel, universidad, vulcanizadora y hasta gasolinera.

Todas las propiedades dan frente al ancestral Bosque de Chapultepec. Si uno recorre por la acera un par de cuadras y observa con detenimiento, entre las construcciones de pronto va a encontrar una propiedad cuya fachada solo tiene una puerta, es decir, el ancho del predio es igual al de una hoja de una puerta común y corriente. Parecería como un emparedado donde el jamón es la puerta y las dos propiedades vecinas se engulleron materialmente a la propiedad que está en medio. Es tan estrecho el acceso que se antoja de pronto imaginarnos cómo será la casa por dentro. ¿Acaso se abre como abanico en su interior permitiendo hacerla habitable? ¿De cuántos niveles será la casa? ¿Tendrá patio o jardín? ¿Y si sigue estrechándose la propiedad, de qué utilidad podría ser este predio?

Uno podría imaginar que quizás la casa es la entrada a una dimensión desconocida, para ir con lo más moderno de la teoría cuántica. Así que uno cruza el umbral y entra automáticamente a una cuarta u hasta onceava dimensión como afirman los teóricos. Ya los Mayas hablaron de hasta trece dimensiones, así que todo puede ser posible con solo tocar para esperar a que le abran a uno o simplemente armarse de valor y abrir el postigo.

Lo interesante de todo esto, además de lo extraño del tipo de propiedad que les relato, es que literalmente no hay espacio para que la casa tuviera al costado de la puerta adosado el número oficial. Así que la casa está sin número.

¿A que viene todo esto? A que invito al amable lector a que practique un ejercicio “interactivo” y acepte no tener el desenlace de esta historia digerido. En pocas palabras, imagine ud. qué hay y cómo es la casa sin número. Así, yo me quedo muy tanquilo de no haberlo atrapado perversamente con un cuento mío, el final es suyo.

 

 

Juan Okie   02 2016