El árbol

Cuando nos detenemos para observar un árbol descubrimos una de las maravillas con las que nos obsequia la naturaleza.

Un árbol es ante todo el ejemplo de equilibrio que el reino vegetal nos muestra con tremenda lógica.

 

Posee raíces. Es decir, tiene origen con un pasado, a la vez que se sostiene de la tierra y se nutre de ella. En cierta forma se establece en un sitio (se arraiga), se nutre de su pasado que en algún momento fue una semilla de su origen y reúne la energía vital para crecer.

 

Tiene un tronco. Que simboliza un eje que une entre su pasado (raíces) y su futuro (follaje, flores y frutos). El tronco hace común a todos los elementos y además permite nutrir con la savia a todo el organismo. Da orden y equilibrio.

Conforme avanza su edad, ése tronco se vuelve más fuerte como podría ser el acumular la experiencia en nosotros los humanos, con esa experiencia añade capas a su corteza dándole reisliencia y guarda las cicatrices que los distintos eventos le han marcado.

Tiene ramas. Lo que le permite diversificarse para recibir más oxígeno (aire). Más calor de los rayos del sol, le da flexibilidad con el movimiento del viento y capacidad de recibir agua de la lluvia, rocío y de la humedad.

Las ramas le permiten expandirse y posibilitar una mayor área de crecimiento de su ser no solo a lo alto sino a lo ancho.

 

Genera hojas o follaje. En algunos casos las renueva dependiendo de las estaciones del año y en otros, sus hojas serán permanentes pero en ambas su función es respirar y transformar. Respira el CO2 que han desechado otros seres vivientes y los transforma para alimentar a su savia y regresarle al planeta O2, el oxígeno que otros seres vivos requerimos. También las hojas dan abrigo, sombra y generan un área donde las radiaciones solares se mitiguen.

Regala flores y frutos. Como parte fundamental de su ciclo, es a través de las flores que logra su reproducción lo que le permite dejar descendencia. No todas las flores de los árboles son vistosas y esa diversidad les da a cada especie la posibilidad de ser únicos. De la fecundación darán, cada uno de ellos a su propia manera, los frutos que a su vez son portadores de las semillas. Así renuevan las siguientes generaciones. Podemos decir que a partir de la floración y de la fecundación, se gesta el futuro para que sobreviva la especie.

Si quisiéramos ver al árbol en una forma poética podríamos definirlo como un gran brazo que emerge de la tierra para tratar de alcanzar el cielo y las estrellas del cosmos.

Es el árbol un elemento simbólico de gran importancia para las culturas del hombre. Así vemos el árbol sefirotal de la cultura judía, el árbol de la vida en las culturas hindús, chinas, etc. El árbol que el cristianismo retoma para explicarnos el origen de Adán y Eva en el paraíso  y en las culturas mesoamericanas el árbol viene a ser el elemento de la fecundidad, el falo masculino que penetra a la madre tierra y la fertiliza, es la ceiba venerada, es el amor que se consagra entre el cielo y la tierra.

 

En los pueblos nórdicos el árbol es parte del ritual de la fecundidad. Por eso se cortaba la punta de un pino y se bailaba golpeando el piso de la tierra con él. Ese ritual se hacía durante el invierno para excitar a la tierra y fuese fecunda a la llegada de la primavera. Este ritual es el remoto origen del árbol de Navidad.

 

Para explicar el origen de una familia se recurre al árbol genealógico. Ahí se ramifica la estirpe y se descubren nuestras raíces genéticas, nuestros ancestros, nuestros lugares de origen.

Hasta en la industria automotríz se ha concebido el árbol, llamándosele: árbol de levas y que es la parte fundamental que impulsa los cilindros de un motor.

 

El árbol es vida, es inspiración como el árbol de manzanas que dio a Newton la idea de la teoría de la gravedad y es el árbol donde algunos embriagados por el amor con una navaja marcan las iniciales de su ser amado.

 

El árbol es un elemento fundamental de nuestras vidas.