Novelas por entregas

En el siglo XIX, con el incremento de la publicación de periódicos y revistas –especialmente en Europa—, se inicia una tradición de publicar obras literarias semanalmente denominadas como novelas por entregas. Algo así como las series de TV que hoy en día que vemos en el “streaming”. Las novelas por entregas se convierten en la literatura masiva favorita de esos dos siglos (XIX y XX).

 
Se publicaba un fragmento de la novela cada semana, el mismo día y en la misma ubicación del tabloide o revista. En algunas ocasiones se convirtieron en cuadernillos o fascículos coleccionables. Unos títulos favoritos fueron las novelas francesas como “Los tres mosqueteros, Madame Bovary, Los miserables,etc.” y para el público juvenil eran las obras de Julio Verne o Emilio Salgari. También la novelística rusa tuvo su espacio en el concepto de novelas por entrega.
Ya a nivel hispanoparlantes, las novelas del corazón fueron asiduas lecturas de las mujeres en la revista La Moda Elegante y otras publicaciones como Blanco y Negro. Más próximos a nuestros días, en el siglo XX fueron las revisatas femeninas las que promovieron obras románticas como las de Corin Tellado, entre muchas otras.
 
Las novelas por entregas tenían una gran aceptación además de que eran muy digeribles en materia de lectura ya que el ir por episodios lo facilitaban y motivaba al lector a seguir con la próxima edición.
 
A nivel de pasquines (historietas o comics) en México destacaron las obras de Yolanda Vargas Dulché como en su publicación “Lágrimas y risas”, Memín Pinguín, etc. Eran narraciones ilustradas y con textos cortos. Gabriel Vargas marcó una época con su serie de la Familia Burrón.
 
Tendría yo cinco años cuando traté de hacer mi primer obra escribiendo y encuadernándola a mano a base de unos pedacitos de papel que finalmente se la entregué a mi abuela materna. Era mi propia versión de “La Caperucita Roja”. Fue muy corta esa novela porque apenas empezaba a aprender a escribir y la hice con letras muy grandes y espaciadas por lo que el librin solo llegó a decir unas cuantas palabras: “Había una vez una niñita que tenía una caperuza roja…” y “Fin”. Mi abuela la atesoró hasta unos meses antes de su partida que –en un paquete— me la entregó junto con toda la memorabilia que tenía de mi (recuerdos, cartas, dibujos, etc.).
 
Retomé el concepto de las novelas por entrega cuando cursaba el segundo año de preparatoria. Cada noche escribía un fragmento de una novela que intitulé “Dos”. Era la historia de dos buenos amigos adolescentes que por accidente durante la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco son salvados por una bella mujer que ocupaba uno de los departamentos de ése conjunto habitacional. Para evadir el rondin de los soldados que inspeccionaban departamento por departamento, la bella mujer los desnuda y los mete con ella a su cama. Al romper la puerta los soldados ven una escena plena de erotismo y se apenan, saliendo del departamento. Así salvan el pellejo los dos jóvenes estudiantes, se inician y descubren la magia del sexo. La trama resulta que ella es amante del jefe de la policía pero la continuarán frecuentando y así continuaba la novela.
 
Cada mañana llegaba yo con un nuevo pasaje de la historia y en un descanso entre clase y clase se las leía en voz alta a un círculo de compañeros. El suspenso de la narrativa iba aumentando y ansiosos demandaban conocer el desenlace.
 
 
Al terminar la novela se me ocurrió pedirle a mi maestro de literatura que me ayudara con la corrección de estilo. En esos tiempos uno mecanografiaba el texto pero no se almacenaba como hoy en día en la memoria de la máquina o en un dispositivo. Así que no tenía copia. Mi maestro se llevó la novela y todavía hoy es el día que espero aparezca la novela por entregas ya corregida.
 
Continuará la próxima semana. Fotos internet