Hableme bonito

Para un pueblo como el que hoy denominamos “mexicano” la forma de hablar es fundamental. Pocas veces pensamos en ello pero tiene profundas razones. Querámoslo o no, somos mestizos. Somos una mezcla de distintas razas pero principalmente de la mezcla entre los pueblos originarios y de los españoles.

Ahora que anda toda la controversia sobre la discriminación supuestamente racial y vemos las posiciones absurdas de querer parecer como si fuésemos de razas puras debemos pensar muy claramente en el ADN y las sorpresas que les está dando a las personas que solicitan el estudio genético de sus orígenes.

Por más blancos que nos veamos la noticia es que todos, pero indudablemente todos, venimos de África y son nuestras madres originarias—las denominadas EVAS—mujeres de raza negra. Y si todavía lo dudan los supremacistas pueden hacerse su pruebita y les saldrá el archivo de intercruzas genéticas que han padecido a lo largo de las generaciones.

Otro aporte de la ciencia es el recién descubierto cráneo de una mujer joven en un cenote de Yucatán y que se le atribuye ser el de mayor antigüedad. Pero el ADN nos revela que los pueblos originarios de América no vinieron efectivamente por el estrecho de Bering sino de Siberia. Así cambia lo que estudiamos en la escuela primaria.

Los pueblos originarios de mesoamérica valoraban mucho la manera de hablar, el tono y la forma de expresarse. Existen textos y poemas bellísimos de cómo le daban importancia a la cortesía en el habla y se la transmitían a los adolescentes. Con la llegada de los Españoles se produce un choque radical. Nadie negará que los españoles y los italianos se expresan muy altisonantes, son directos y decoran su léxico con palabras fuertes.

Al darse el mestizaje, nosotros heredamos una especie de sensibilidad ante el lenguaje hablado. Fácilmente nos pueden ofender con las palabras. Por eso le damos mucho valor a las mentadas de madre, a los albures y a los improperios.

El verbatim frecuente es: “Me habló golpeado, Me alzó la voz, Es majadero dice palabrotas, A mí no me alce la voz, Tiene lenguaje de carretonero, Me gritó, Hábleme bien que no somos iguales, Hablando se entiende la gente y así nos entendemos mejor, etc.”

Platicando con José Francisco sobre su vida me contó: “Había llegado de Orizaba y andaba muy pobre, rentaba en una vecindad y conseguí empleo como pianista en una casa non-santa a la que acudían los gachupines (españoles). Eran muy gritones y como yo tocaba fuerte el teclado…con estas manos tan grandes …les gustaba que amenizara el lugar. No fue así el caso de mi compañero con el que alternaba, –Agustín—, que tenía unas manos delgadas y acariciaba el teclado como terciopelo. Lo despidieron y se fue a trabajar a la doble “U” (XEW). En la radio se volvió un fenómeno porque su manera de componer, la lírica de sus textos cautivó al público mexicano”. Al poco tiempo Agustín invitó le dijo que fuera a ver a Don Emilio.

Juanita Guerra Rangel
Juanita Guerra Rangel

Lo contrató para un programa nocturno a base de música y albures, bromas de doble sentido (El guasón del teclado) duró poco tiempo porque Juanita Guerra solicitó sus servicios para un programa de radio enfocado al público infantil. Así que el señor de apellido Gabilondo se transformó en Cri-Cri para contar cuentos y canciones que componía. Y como el bien me decía: “Cri-Cri es para escucharse en el radio, no para la televisión ni el cine. Ni siquiera me gustaron los dibujos que hizo Walt Disney porque cada quien tenía en su mente al grillito cantor y sus personajes. Es para escucharse, es radio hablada”. Lo que tanto gustó a muchas generaciones de mexicanos de Cri-Cri me lo refrendó Cármen Esperón cuando me decía: “La radio es el teatro de la imaginación”.

Nuestra cultura permanece a pesar de la globalización y nos cuesta mucho trabajo aceptar la forma en que hablan otros hispanoparlantes (argentinos, cubanos, venezolanos, etc.) Se llega a dar el caso de que preferimos ir al cine a ver películas con subtítulos que ir a verlas dobladas al español de España.

No cabe duda que a los mexicanos nos gusta que nos hablen bonito hasta cuando se está negociando la venta o compra de algún bien o servicio.

Nuestra forma de expresarnos es barroca, alambicada, hablamos con rodeos, buscamos no ofender para dar malas noticias, decimos las cosas en forma indirecta, etc. Es una característica tan propia del mestizaje que provoca asombro cuando alguien se expresa de manera directa, fuerte y le dice “al pan …pan y vino al vino”.

Y esto se ve más claramente cuando una mujer justifica el por qué se casó con cierto hombre y dice: “¡Es que me habló bonito!”.

 

 

 

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