Valor

Cuando algo se aprecia decimos que tiene valor.

Curiosamente el término es ambivalente porque igual se aplica a las cosas materiales (oro, dinero, objetos) que se les da un “valor” pero a la vez usamos el término valor para referirnos a las cualidades inherentes a un ser humano que se desempeña con rectitud dentro de su sociedad.

Les llamamos valores.

Esos son conceptos inmateriales como puede ser la honestidad, respeto, caridad, misericordia, etc.

Asimismo, el término valor se asocia con la valentía, el arrojo que una persona tiene frente a las situaciones críticas. Es antónimo de cobardía. Entonces se dice que la persona es valiente.

Tanto el valor de las cosas materiales como el valor intangible de las cualidades humanas se inculcan en el hogar –sobretodo–, en los primeros años de vida del individuo.

Hoy es común escuchar a los padres de familia que reclaman a las autoridades escolares que no les inculcan valores a los niños. Eso es una trampa. La responsabilidad de inculcar los valores corresponde a los padres y la función de la escuela es solo reafirmar o reforzar los valores universales que todo ser humano debe poseer.

Así como se inculcan los valores humanísticos en el hogar se inculca el valor por los bienes materiales. La ambición de poseer bienes, joyas o dinero, el consumismo y todas las prácticas relacionadas con los objetos de valor también se aprenden en el hogar. La relación con las cosas pueden ser positiva o negativa según el sentido que se les asigne.

Por ejemplo, ahorrar y cuidar las cosas de valor puede ser positivo pero ambicionar la acumulación de ésas cosas y no compartirlas con los demás se torna en conductas negativas.

Cuando se les pregunta a las personas: ¿Cuál es el valor más estimable que poseen?, la mayoría duda en contestar y en forma un poco divagante tratan de clasificarla. Muchas personas entienden que lo que se les ha preguntado es en relación a los valores humanísticos pero hay otras que se van por los objetos de valor.

Sin embargo, muy pocas personas contestan el valor supremo que los seres humanos podemos poseer: La capacidad de amar.

Sobre todos los demás valores, lo más valioso que cada uno de nosotros tiene es la enorme capacidad de amar. Tanto de recibir como de dar amor.

El amor es un valor que muchos deseamos tener, que muchos buscamos conseguir y que también muchos no lo sabemos apreciar cuando lo tenemos.

El primer paso para poseer ése valor empieza en tu propia casa, es decir, en amarte a ti mismo.

No en vano en el templo de Apolo en la acrópolis griega tiene labrado en el pórtico el lema: “Conócete a ti mismo”.

Solo puede amar quien conoce el objeto de su amor.

El amor es un proceso de crecimiento que podemos enumerar en orden de aparición:

1. Amor a uno mismo

2. Amor hacia los seres más cercanos (en la infancia: madre, padre, abuelos, familia)

3. Amor elegido (pareja o compañer@ de vida)

4. Amor hacia los hijos y nietos

5. Amor a las amistades

6. Amor al prójimo

7. Amor a la naturaleza

8. Amor hacia la divinidad en la que creemos.

Es muy difícil que llegues a amar a otros cuando no te amas a ti mismo. La capacidad de amar se engrandece cuando después de amarte a ti mismo eres capaz de amar a los más cercanos a ti.

Por lógica no puedes amar a los que están distantes de tus esferas de vida, por ello es necesario un proceso de crecimiento hasta que llegues a amar a la humanidad y al ser supremo de nuestra creación.

Algunos hemos crecido con huellas y carencias pero nunca perderemos la oportunidad de reconstruir el tejido dañado, esto es similar a lo que en nuestro cuerpo hacen las cicatrices.

Si tu careces del amor a ti mismo es recomendable que empieces a reconstruir eso que te falta y algo maravilloso va a suceder en ti porque el cambio que habrá en tu interior empezará a proyectarse hacia los seres con los que convives. Ellos lo notarán.

Así como una planta se nutre, crece, florece y da frutos, el valor de amar hará lo mismo dentro y fuera de ti.

El método es muy sencillo:

Primero observa y piensa si realmente te amas, luego encuentra las cualidades que posees para admirarte a ti mismo y cultivar las cualidades positivas desechando las negativas, así descubres el inmenso valor que significa amar y después empieza a trabajarlo con todas tus relaciones. Tanto con los humanos, como con los animales y la naturaleza.

El resultado siempre será positivo como positivo es cultivar los valores supremos de la humanidad.