El Bosque

El bosque es un sinónimo de vida, de un remanso de paz, armonía y de la mágica combinación del silencio con la música de la naturaleza.
De un silencio total de súbito el viento silba materialmente entre las frágiles y delgadas hojas de los pinos. Luego se calma y escuchamos los cánticos de las aves, el golpeteo incesante de un pájaro carpintero y el murmullo de los arroyuelos con sus sutiles cascadas rodeados de piedras con musgos y helechos.
 
Cada persona tiene una idea diferente de el concepto de bosque dependiendo de su experiencia de vida. Podemos iniciaar con el bosque público convertido en parque como es el caso del bosque de Chapultepec o el Central Park de Nueva York para no extendernos a tantos otros.
 
El Bosque de Chapultepec es un emblemático lugar donde se respira la historia de México. Muchos lo asocian con un bosque de Ahuehuetes pero lo que muchos desconocemos es que ése bosque fue reforestado como un acto de gentileza del emperador de Texcoco, Nezahualcóyotl que era un amante de la botánica. Él cambió la floresta del lugar al donar los frondosos árboles que hoy aún permanecen en Chapultepec. Los montes que rodeaban las partes altas del valle de México eran de oyameles, pinos, cedros y encinos. A raíz de la Conquista fueron utilizados para la construcción de la Ciudad y de ahí que las mulas cargadas de vigas descendían por lo que hoy se conoce como Av. De los Constituyentes pero que en épocas anteriores fuera “Madereros”. La deforestación fue tal que en tiempos del Gral. Lázaro Cárdenas –que era un amante de los árboles y plantas–, puso al ejército a reforestar con las variedades que le obsequió el gobierno de Australia (Eucaliptos y Alcanfores).
 
Para los que habitamos la ciudad de México, más al poniente, está el Desierto de los Leones, el otrora bosque que albergaba el Convento de los Carmelitas cuya casa matriz era el Convento de San Angelo conocido como El Carmen en San Angel. El Desierto de los Leones es un bello ejemplo de lo que fue un bosque de pináceas y que aún moribundo ha logrado sobrevivir a la depredación de tirios y troyanos incluyendo la “donación altruista para Antorcha Campesina” que hizo Carlos Salinas del Parque Nacional Miguel Hidalgo y que ahora luce con telarañas de cables de energía eléctrica, drenaje al aire libre y casas de auto-construcción.
Junto a este bosque está el olvidado Monte de las Cruces donde Miguel Hidalgo ganó la batalla contra los Realistas, soldados del imperio Español y que por una ilógica decisión Hidalgo se abstuvo de tomar la Ciudad de México prolongando la Guerra de Independencia diez años más. Bajando ligeramente el monte de las cruces se encontraba un parque piscícola donde se criaban truchas y que era llamado “El Zarco”. Ahora virtualmente desaparecido y tasajeado por autopistas, carreteras y el futuro tren elevado. Descendiendo hacia el valle de Toluca se encuentra una meseta rodeada de también de bosques y donde estaba un lago sobreviviente de la última glaciación que era –vecino del poblado de Salazar— en el llamado parque “La Marquesa”. Criminalmente destruida esta zona desde los oscuros años del Profe Hank González que permitió que los invasores construyeron merenderos, pusieran puestos de ensordecedoras cuatrimotos y ofrecieran excursiones con famélicos caballos para los paseantes que desde entonces consumen entre fritangas y alcoholes o refrescos en sus paseos de fin de semana.
Otros bosques circundantes al valle de México son los que disfrutamos camino a Cuernavaca o Camino a Puebla pasando por el mítico Río Frío –que inmortalizara el escritor Manuel Paynó con su novela de entregas publicada en 1889 como “Los Bandidos de Río Frío”.
En los cuentos infantiles anteriores al siglo XX se empezó a utilizar el concepto de Bosque como sinónimo de misterio, magia, encanto e inclusive terror. Es así como veremos historias de Hansel y Gretel, del Lobo Feroz y Caperucita. También el bosque encantado de la Bella Durmiente e inclusive el que habitaban los enanos de Blanca Nieves o el de Bambi y que posteriormente Lilian Disney escogió como textos para que su marido Walt los utilizara en sus largometrajes animados de los años 30´s y 40´s.
Siempe hay un bosque en nuestras vidas y que acompaña nuestra memoria. Dependiendo de nuestra experiencia asociamos al bosque con emociones gratas, excursiones saludables, experiencias angustiantes o terroríficas. Lo que es un hecho indiscutible es que cada día tenemos menos contacto con los bosques y somos devorados por la jungla de asfalto. Ojalá pronto podamos recuperar la siempre grata experiencia de poder caminar por un bosque y encontrar de súbito, no un duende o un hada madrina, sino encontrar nuestra propia esencia que algunos llaman alma y que nos permita vernos reflejados en los estanques y riachuelos como seres vivos que amamos la paz, el silencio, los trinos de las aves y las dulces caricias del viento.
Extraña floración del tronco