Hogar

Creo que todos entendemos la palabra HOGAR.

Creo que todos hemos vivido en alguna etapa de nuestra vida en un ambiente hogareño.

Y puedo casi afirmar que todos hemos escuchado la frase: “Hogar dulce hogar”, la cual asociamos con un lugar cálido, confortable, lleno de cariño, donde reina el amor.

Si cerramos los ojos y tratamos de visualizar lo que entendemos por hogar, tendremos una imagen más que precisa de lo que es el lugar donde nos sentimos más seguros: Nuestro hogar.

Pues sí, en nuestra huella genética, en nuestra más recóndita memoria está vigente el hogar. Sin embargo, pocas veces nos preguntamos ¿De dónde viene el concepto de hogar?

Cuando los primeros homínidos se transformaron o –más bien dicho–, evolucionaron en Homo sapiens sapiens, se agruparon en los llamados clanes. Los clanes eran grupos de varios hombres y mujeres con sus críos (ojo: no eran familias).

Estos clanes buscabana abrigo para protegerse de las inclemencias del tiempo, fuese frío o calor. Generalmente a estos clanes los consideramos habitando cuevas (de ahí que les digamos cavernícolas) pero en las zonas donde no existían cuevas, juntaban ramas o arbustos y creaban una especie de nido y en otras latitudes agrupaban piedras hasta formar refugios, cobachas e inclusive los iglúes en el polo norte donde habitaron los esquimales.

A raíz del descubrimiento del fuego producido por un rayo o por exceso de radiaciones solares a estos grupos humanos se les hizo necesario manejarlo, para mantenerlo vivo y utilizarlo tanto en mejorar su habitat, iluminar, protegerse de las fieras y empezar a asar los alimentos. Posteriormente habrían de conocer la técnica de cómo hacer el fuego a través de la fricción de variados elementos. Estos primeros grupos humanos encargan a las mujeres a que cuiden y mantengan el fuego.

¿Por qué a las mujeres?

Porque generlmente estaban preñadas o amantandando a sus bebés y tenían que permanecer sedentarias. Es decir, no podían andar deambulando junto con los hombres en las labores de recolección o en el carroñeo (ojo: no eran cazadores en un inicio como te contaron en la escuela primaria. Antes de fabricar flechas o lanzas tenían que buscar a los animales que cazaban presas y los espantaban para robarles los frutos de a caza, o la carroña o desechos que dejaban).

Las mujeres para cuidar el fuego y estarlo alimentando con leña y a la vez impedir que se extendiera en la cueva o choza colocaban unas piedras en forma de círculo para aislarlo y es donde nace el hogar.

El hogar es el sitio de la hoguera.

Los hombres regresaban de sus correrías trayendo el alimento y se reunían en torno del fuego se secaban junto al hogar si venían mojados por la lluvia o nieve.  Las mujeres empiezan a aprender a asar los pedazos de carroña y luego van evolucionando hasta construir enseres de barro y poder realizar cada vez más complejos cocimientos.  El hogar servía para que ya reunidos y mientras comían contaran sus peripecias del día y a su vez las mujeres relataban lo que habían hecho ellas o sus retoños.

El hogar es el lugar donde nace la narrativa humana. De ahí vienen las tradiciones orales, la historia, los cuentos y la filiación familiar y finalmente la historia de los pueblos.

El hogar aviva a la imaginación, la comunicación humana y el conocimiento.

A lo largo de nuestras vidas vamos a vivir en distintas casas y algunas de ellas las transformaremos en verdaderos hogares.

Otras casas nos resultarán hostiles y no las consideraremos como hogar sino como simples estancias pasajeras.

Actualmente el hogar se construye con el grupo de personas que comúnmente se les denomina familias y que son un remanente de los ancestrales clanes.

Podemos habitar una casa pero sólo dependerá de nosotros si creamos un hogar.

Lo fundamental para crear un hogar es la comunicación, el amor, el respeto entre los integrantes y muy particularmente el generar valores que son normas que se establecen como virtudes y que a la vez sirven como límites entre el orden, cariño o amor y la indisciplina o irresponsabilidad o hasta la violencia.

Cuando los teléfonos inteligentes o las pantallas de televisión irrumpen en la vida cotidiana de las familias, lentamente se van apoderando de la atención de los individuos y los aíslan.

Se pierde la comunicación humana eficaz, se deja de conversar, de transmitir conocimientos o experiencias que enriquecen la convivencia de los miembros de ése grupo.

Entonces se genera el desapego familiar y se comienza a gangrenar el hogar.